Apoyo moral sin condiciones a la juventud pobre pero justiciera y valiente de todo el Uruguay
A los más veteranos que vivimos en el oeste montevideano, nos tiene sorprendidos el celo y las energías sin descanso desplegadas desde anoche por muchachitas y muchachitos de alrededor de 15 años, hijas e hijos de familias trabajadoras, muy, pero muy pobres, absolutamente compenetrados del derecho y el deber de demandar pronto juicio y castigo con los policías asesinos de Sergio Denis Lemos, de 18 años, ejecutado anoche bajo la presunción de que se trataba de uno de los dos asaltantes de un almacén en el barrio Santa Catalina, cuando la realidad es que éstos, que no son de la zona, huyeron en un par de motos hacia los accesos a Montevideo, más allá de que tampoco hubieran merecido una “condena a muerte” sumaria como la que se le aplicó a Lemos sin contemplación alguna.
Nos sorprende la contracción, el tesón, la porfiadez enfurecida, de esta muchachada muy tranquila de Santa Catalina, empeñada en lograr que se haga justicia en este caso puntual, pero también con la idea de que el barrio deje de ser territorio impune de muy frecuentes abusos policiales, que, como era de suponerse, desembocarían más tarde o más temprano, necesariamente, en lo ocurrido anoche.
Si ya de por sí es indignante la manera salvaje en que fue fusilado Sergio Lemos –un muchacho laburante muy querido en el barrio por jóvenes y no sólo jóvenes-, la bronca y el dolor se acrecentaron, obviamente, ya que un par de horas después del asesinato llegó al lugar no menos de medio centenar de integrantes de grupos especiales de la represión a cargo del Ministerio del Interior, armados a guerra, montando una increíble provocación a menos de una cuadra de la esquina en la que muy buena parte de la juventud de Santa Catalina armó un par de gigantescas fogatas con lo que encontraban a mano.
Unos diez patrulleros, no menos de cinco camionetas blindadas y un par de “mastodontes” del tipo usado en la Guerra de Vietnam (con escotilla, ametralladoras punto 30, etc., etc.), se apostaron a esa distancia de los jóvenes, y desde un megáfono los policías a cargo del “operativo” le gritaban cualquier disparate a la multitud, en la que también había muchísima gente no tan joven, niños, viejos y una enorme cantidad de perros que ladraban a los uniformados sin cesar y sin despegarse de sus “amos”.
Avanzar sobre esa masa humana con el enardecimiento esperable y legítimo especialmente en los más jóvenes, hubiera significado un muy desigual enfrentamiento “cuerpo a cuerpo” a pedradas y garrotazo limpio, o, peor aún, un ataque policial con el uso de armas de fuego “de reglamento” disparando sobre el barrio entero, con consecuencias decididamente trágicas.
En lugar de ello, lo que hubo fue una lluvia de granadazos de gas pimienta, balas de goma y abundante perdigonada con la que fueron heridos casi hasta las 2 de la madrugada, algunas muchachas y algunos muchachos, con la bestialidad “extra” de lanzar los dos vehículos pesados a 100 por hora por la calle principal del barrio, subiendo veredas y lanzando más bombas de gas, incluso dentro mismo de los jardines de varias casas.
Reitero: sorprende, deja de boca abierta, cómo la gurisada prepara para hoy mismo una nueva manifestación de protesta, luego de haber pasado buena parte de la mañana y hasta el mediodía, juntando pesito a pesito dado por vecinas y vecinos, para costear los gastos del pobrísimo cajón de la más rústica madera dentro del que “descansarán” los músculos inertes, las venas nuevas, las esperanzas y las ilusiones tronchadas de cuajo, de un muchachito de 18 años cuya muerte no fue suficiente para los apetitos de un gorilaje que volvió por más, para que a la mañana siguiente el “señor” Eduardo Bonomi nos dijera que Sergio Lemos no era menor de edad y que, según el autor material de crimen, llevaba un arma de fuego con la que disparó “primero”…
Bonomi sabe que no es cierto. Los chiquilines del barrio saben que no es cierto, todos sabemos que es una vil mentira de asesinos sin carácter y sin perdón, apañados por un supuesto ministro sin autoridad de ninguna índole, y, menos que menos, de índole moral.
Todos sabemos y estamos perplejos viendo a estas hormiguitas casi niñas preparar el camino de una justicia que cuanto más tarde y más sea eludida por culpables materiales y culpables intelectuales, peor será la bronca colectiva de un barrio joven y digno que no está dispuesto a ofrendar sus mejores y más queridas vidas al “dios autoridad”, primo hermano del “dios mercado” que tanto le preocupa al supuesto presidente Mujica.
Estamos sorprendidos por la vehemencia legítima de la gurisada, y también lo estamos de la torpeza de unos pobres “gobernantes” que saben mentir muy bien (muy mal, en realidad), pero que ni se imaginan el odio que están sembrando entre una juventud –nuestra juventud del pueblo trabajador- que efectivamente es “el futuro”, un futuro que para ella, es el presente.
Un presente de crímenes sin castigo y de impunidades que no serán eternas mientras haya jóvenes capaces de indignarse y hacerse héroes del honor de los barrios, sin más miedo a que sus pobres amigos fusilados se sientan olvidados por quienes en definitiva, son sus hermanos de clase (aunque a algún aggiornado le suene a tremendismo obrerista decadente).
¡Apoyo moral sin condiciones a la juventud pobre pero justiciera y valiente de todo el Uruguay, capaz de mantenerse firme frente a las matoneadas histéricas de un poder con auténtica sobredosis de sustancias reales y de sustancias ideológicas que más pronto que tarde harán estallar sus cerebros repletos de estiércol y miseria antipopular!.
(El paréntesis no está de más: gran parte del barrio ha podido percibir que los uniformados bestializados, actúan estimulados por alguna droga muy pesada que los hace sentirse invencibles, taradamente invencibles).
Gabriel –Saracho- Carbajales, 5 de setiembre de 2013, Montevideo.-
tenes razon saracho estos milicos no tienen perdon.
El 6 de noviembre de 2013 08:52, Blog del semanario Alternativas – Por un