‘Kennedy nunca previó que los pollos volviesen tan pronto a dormir al gallinero’. Malcolm X
Hay varias cosas no dichas en el caso de Charlie Hebdo. Empecemos por llamar a las cosas por su nombre.
Un trabajador uruguayo -del cual no se puede saber ni el nombre ni donde trabajaba porque en este país la libertad de información y de expresión es solo para algunos- publica en Facebook una queja contra su empresa porque le demoran en pagar. La empresa lo despide. Eso es un ataque a libertad de expresión.
Un par de franceses asesinos -son franceses, ¿no?- atacan a un grupo de trabajadores de la prensa y matan 12 personas. Eso es asesinato en masa. Vamos a no confundir la gravedad de cada cosa, la vida está primero. Los medios de prensa que usan el término “terrorista” para cualquier cosa, parece que se confunden cuando aparece un hecho que sí es un acto terrorista en el sentido estricto.
Luego viene lo otro, lo que sea. Pero llamarlo en este caso “libertad de expresión” no lo describe adecuadamente. Lo que realmente es, es el sagrado derecho a la blasfemia.
El derecho a la “falta de respeto” es uno de los primeros valores que hay que respetar. El derecho a quemar cualquier bandera y abominar de todos los cultos. Como cuando Django Reinhard tocó una “versión gitana” de La Marsellesa; por poco termina preso.
Hay veces que las cosas deben salir del puro sentimiento. En 1983 la Junta Militar argentina dictó su ley de “autoamnistía”. Estaba de Primer Ministro en Italia Bettino Craxi, un socialista que poco después salió huyendo para no terminar preso por corrupción, pero dejemos eso. Tuvo algunas actitudes elementales de solidaridad internacionalista. En ese caso mandó una nota oficial a Argentina insultando abiertamente a la Junta. Su secretario le dice, asombrado, que esa nota se apartaba de las normas protocolares más elementales. “Tiene que ser así, estúpido”, le contestó.
Pero para comprender este crimen de hoy tenemos que ir al contexto de la historia real, de lo contrario seguiremos a nivel de la historieta. Reivindicamos el derecho a la blasfemia, pero la blasfemia también es un hecho histórico.
La Inquisición se fundó hace ya casi 1000 años en Francia, y le llevó unos 300 llegar a su pleno desarrollo con la tortura y la muerte en la hoguera. Para entonces, además de haberse extendido al resto del mundo católico, también tenía imitadores fundamentalistas protestantes en otros países cristianos.
El fundamentalismo de ida engendró el fundamentalismo de vuelta. Lo que vemos hoy en el Estado Islámico es la imagen especular de la Santa Inquisición.
Ahora vayamos a las causas.
Ese musulmán Malcolm (curiosamente, era musulmán), aunque estaba bien rumbeado en el sentido general, se equivocaba en el caso concreto del asesinato de Kennedy, porque fue víctima de la ultra-derecha norteamericana mucho antes de que los “pollos” de la violencia imperialista terminasen por fin regresando. Antes de que la violencia del genocidio volviese como el salmón a su punto de origen. Pero al final vuelve, como los pollos de Malcolm.
Repudiamos toda violencia genocida, la de ida y la de vuelta, y cuando la vuelta vuelve a ir, también.
Más o menos por la misma época del auge de la Santa Inquisición empezó también el genocidio colonialista, justificado de la misma manera. Podemos comprender su dialéctica con lo que explica otro negro, Franz Fanon, que fue testigo de como la violencia especular del colonialismo volvía sobre los colonos europeos en África, faltarían otros cuarenta años para que llegase a Europa.
Esto más o menos explica lo que ocurre hoy. Y termina ocurriendo porque ahora, además de recursos minerales o granos, se llevan el recurso “fuerza de trabajo” cotizada por debajo de su valor de reposición. (Lo mismo que cuando la traían de África a América). Y con la gente llegan las cosas que trae la gente.
Citaré algunos fragmentos de “Los condenados de la Tierra”. Pueden servirnos para entender lo que ahora pasa. No por casualidad Fanon era además psiquiatra.
“El mundo colonial es un mundo maniqueo… Como para ilustrar el carácter totalitario de la explotación colonial, el colono hace del colonizado una especie de quintaesencia del mal… Para el colonizado, ser moralista es, muy concretamente, silenciar la actitud déspota del colono, y así quebrantar su violencia desplegada… ya ha decidido reemplazar al colono, tomar su lugar… Espera pacientemente que el colono descuide su vigilancia para echársele encima… siempre está presto a abandonar su papel de presa y asumir el de cazador. El colonizado es un perseguido que sueña permanentemente con transformarse en perseguidor… ha planteado prácticamente el problema de su liberación en términos idénticos. ‘Debemos constituir grupos de doscientos o de quinientos y cada grupo se ocupara de un colono.’ Es en esta disposición de ánimo recíproca como cada uno de los protagonistas comienza la lucha … la confianza era proporcional al carácter desesperado de cada caso. Un nuevo militante era ‘seguro’ cuando ya no podía volver a entrar en el sistema colonial... La violencia asumida permite a la vez a los extraviados y a los proscritos del grupo volver, recuperar su lugar, reintegrarse. La violencia es entendida así como la mediación real. El hombre colonizado se libera en y por la violencia”.
Y quiero agregar un fragmento más:
“El capitalismo y el imperialismo están convencidos de que la lucha contra el racismo y los movimientos de liberación nacional son pura y simplemente trastornos teledirigidos, fomentados ‘desde el exterior’. Entonces deciden utilizar la siguiente táctica eficaz: Radio-Europa Libre, comité de apoyo a las minorías dominadas… Hacen anticolonialismo, como los coroneles franceses en Argelia hacían la guerra subversiva con los S.A.S. o los servicios psicológicos. ‘Utilizaban al pueblo contra el pueblo.’ Ya sabemos el resultado de esto”.
Y si hace cuarenta años a alguien no le quedaba claro el resultado, ahora sí.
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O O O fernando moyano