A través de una serie de textos, el libro da cuenta de una dimensión en la que dialogan elementos como el cristianismo y la cultura oriental. El ejemplar también presenta escritos inéditos de la autora.
Abril Becerra

“Soy apenas una persona que ha mudado dos o tres conceptos religiosos con una fuerza muy grande en esta naturaleza”.
De esa manera y sin mayores pretensiones, Gabriela Mistral describió su universo religioso, aspecto que con los años se transformó en un enigma producto de su complejidad y que hoy sale a la luz en una nueva publicación: Toda culpa es un misterio, antología mística y religiosa de Gabriela Mistral (La Pollera Ediciones).
El libro del investigador Diego del Pozo reúne cerca de 50 textos resguardados y digitalizados por la Biblioteca Nacional de Chile. A través de ellos es posible dimensionar la percepción de la autora respecto de temas como el cristianismo, Dios, la Iglesia, la cultura oriental, la naturaleza, la mujer contemporánea, el matrimonio, el futuro de Latinoamérica y el rol del artista.
En definitiva, se trata de un recorrido extenso que revela un entramado rico en elementos: “Al estudiar a Mistral, uno se da que hay muchas cosas, de partida, su curiosidad total en torno a las religiones, porque si bien ella se forma sobre la base de la lectura de la Biblia, pronto, en su juventud, surge su relación con la teosofía, con algunas logias masonas, y empieza a tener curiosidad por otros aspectos del mundo culto, esotérico”, comentó Diego del Pozo.
“Hay momentos de aprendizaje en el que se aleja un poco de Cristo y se acerca mucho al mensaje de Buda, que son cosas que quedan para el resto de su vida. Varias veces mencionó cosas como que la meditación le salía mucho más fácil que los rezos. Hasta el final de sus días fue creyente en la reencarnación. Todas esas cosas me parecían que eran muy relevantes para entender la complejidad de su discurso, porque ella no fue una persona que se metió en una ideología, en un culto, y quedó de brazos cruzados y cabeza gacha, por el contrario, configuró una relación propia en torno a su vida espiritual”, dijo el investigador.
El texto también responde a una investigación que busca ahondar en la figura de Gabriela Mistral respecto de su propio universo: ya en 2013 La Pollera Ediciones había publicado Poema de Chile, y luego, en 2015, la antología de textos políticos, Por la Humanidad Futura.
“Una de las motivaciones de todo este rescate editorial es ir tensionando la figura inmovilizada de Gabriela Mistral. Esta es una dimensión muy particular y útil para entenderla tanto como luchadora social y poeta”, sostuvo Diego del Pozo.
“Ahora, el fin de la publicación es ir armando una cierta pauta de acceso para generar más curiosidad y para que la gente siga investigando. Es un rol de mediación”, añadió.
Inéditos
Toda culpa es un misterio recoge, asimismo, diferentes textos inéditos. Uno de ellos es el manuscrito Dios en el que la autora propone una mirada donde la divinidad es el ser creador que ha dejado una parte de él en cada cosa del universo: “Son enemigos del Cristianismo los que quieren/ volverlo complejo, los que le enturbian la/ transparencia y le arrebatan sencillez porque su/ eterno encanto es ese”, dice el texto.
A esta selección también se suma Mujer y Matrimonio, donde la autora escribe: “Conjuntamente con la liberación económica, parece que las muchachas vayan hacia una clara liberación del clásico españolismo del siglo pasado, pero esto ocurre en las muchachas súper cultas o las llamadas temperamentales”.
Al mismo tiempo, el ejemplar se hace cargo de textos ya conocidos, pero que aportan una nueva mirada desde el punto de vista del misticismo: este es el caso de Decálogo del artista.
Así, en los escritos presentados en la antología, la autora se sumerge en la búsqueda de un humanismo capaz de superar el “materialismo monstruoso” de su tiempo. Desde allí, levanta una postura donde confluye su sentir espiritual, en conexión con la naturaleza y el arte.
El texto también revela una dimensión que, hasta ahora, había sido recluida al aspecto íntimo de la autora. Esto, ya que públicamente Mistral se calificó partidaria de un “cristianismo social”, sin profundizar en complejidad de su cosmovisión.
“De manera pública, Mistral fue muy astuta. Siempre fue una cristiana que defendió los derechos sociales, el mensaje de Cristo, pero desde el espacio privado, lo que son cartas y lo que son sus propios manuscritos. Ahí nos damos cuenta de que de manera íntima sí que había una dimensión mucho más amplia y mucho más diversa”, dijo Diego del Pozo, para quien, la obra de la Premio Nobel apenas comienza a desenredarse.
El libro
Toda culpa es un misterioestá disponible en todas las librerías. También puede solicitarse a través del sitio web de La Pollera. Del mismo modo, cada uno de los textos incluidos puede revisarse en la versión digital de la Biblioteca Nacional.
Fuente: https://radio.uchile.cl
Irrumpir en el canon para cambiarlo: las mujeres que marcaron la literatura chilena
Durante los últimos años, académicos e investigadores han explorado el canon literario para desentrañar las obras de escritoras que han modificado las letras nacionales. En ese camino se han encontrado con figuras como María Luisa Bombal, Marta Brunet, Gabriela Mistral y Violeta Parra, entre otras. Sin embargo, esa tarea apenas comienza.
Abril Becerra

A fines del siglo XIX, la oficina registral de la Biblioteca Nacional, creada al calor de la publicación de la “Ley sobre propiedad literaria y artística” de 1834, comenzó a experimentar un cambio respecto de la inscripción de obras.
Desde su origen, el organismo había trabajado de la mano de los pensadores más destacados de la época, sin embargo, paulatinamente, las mujeres se habían acercado a la institución para consignar sus escritos, alcanzando un 4,3 por ciento del total del padrón entre 1886 y 1925.
Entre estas pioneras figuraban personalidades como la escritora y dramaturga feminista Delia Rojas (1883-1959), la poeta Luisa Sepúlveda (1892-1958), la educadora Brígida Walker Guerra (1863-1942) y Gabriela Mistral (1889-1957), quien en 1945 se transformaría en la primera mujer iberoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura.
Entonces, pocos imaginaban que esa genuina lista de precursoras se multiplicaría, viajando por diversos temas y estéticas hasta crear un árbol genealógico que, lamentablemente, apenas comenzamos a conocer producto de la lectura masculina, blanca y elitista que, con los años, cayó sobre ella. Aun así, en ese entramado destacan nombres como los de Teresa Wilms Montt (1893-1921), Amanda Labarca (1886-1975), Marta Brunet (1897-1967), María Luisa Bombal (1910-1980), María Carolina Geel (1913-1996), Violeta Parra (1917-1967), Mercedes Valdivieso (1924-1993) y Diamela Eltit (1947), entre muchas otras. La lista es extensa.
“Hay que aclarar que el lugar de las mujeres en el canon de la literatura chilena es de aparición reciente. Con la excepción de Mistral y no del todo. El reconocimiento del talento literario de las mujeres chilenas es tardío. En la Colonia ellas no existían y en el siglo XIX, sólo muy de paso”, comenta el académico de la Universidad de Chile, Grínor Rojo.
“Habría que pensar que a Mistral le dieron el Premio Nacional de Literatura después del Nobel y que a Bombal no se lo dieron nunca. Tampoco a Violeta Para le hicieron mucho caso mientras estaba viva”, añade el investigador.
Pioneras
Durante buena parte del siglo XIX, la literatura había sido considerada como un lugar exclusivamente masculino, ya que, desde ahí, podían plantearse discursos relacionados con el ámbito público y los procesos de modernización.
Pese a ello, lentamente, las mujeres, que habían sido recluidas al quehacer doméstico, fueron posicionándose en este sitio, apelando a estrategias como el uso de seudónimos y apostando por relatos plagados de silencios.
“Las escritoras chilenas, pero también a nivel general, entienden tempranamente que las estrategias de inserción en los campos culturales no pueden ser las mismas que usan los varones. Entonces, lo que utilizan son estrategias de alianzas con varones de cierto prestigio. Por ejemplo, cuando Brunet quiere dar a conocer su grupo literario y su primera novela, contacta al crítico Alone, a quien le envía su obra a Santiago”, comenta Natalia Cisterna, coordinadora del Doctorado en Literatura de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.
“Las mujeres establecen, generalmente, relaciones menos rupturistas con el campo cultural masculino, porque necesitan precisamente de ese padrinazgo para ser reconocidas en ese espacio literario. Entrar polemizando era muy complicado. La única que lo hizo un poco fue Mistral”, agrega la investigadora.
El impulso lo dio el gran salón con sus tertulias así como las revistas literarias y la prensa nacional. Por ello, no fue extraño que las primeras escritoras estuvieran ligadas a familias acaudaladas en donde la educación era prioridad y en donde los viajes a Europa eran regulares.
De ese ambiente florecieron nombres como los de Teresa Wilms Montt, Marta Brunet y María Luisa Bombal, autoras que, lamentablemente, serían recordadas más por su vida que por el impacto de su obra. No hay que olvidar las palabras de García Márquez, quien ante el escritor Verdugo Fuentes declararía que Bombal había sido una adelantada respecto del “realismo mágico”.
“Brunet es una primera narradora chilena. De algún modo, construye un tipo de escritura que va a superar los límites que imponía el estilo hegemónico de aquellos años. Durante mucho tiempo, su literatura va a ser calificada como criollista, pero lo que hizo fue romper con las fronteras estéticas. Es una narradora de gran nivel al igual que Bombal”, dice Cisterna.
Por su parte, Rubí Carreño Bolívar, académica e investigadora de la Universidad Católica, sostiene que las autoras que se embarcaron en la escritura enfrentaron los estereotipos de su tiempo, influyendo fuertemente en la historia literaria.
“El hecho de querer escribir, ser una mujer pública, salir a escena y ser muy buena literariamente hablando, fue una situación revolucionaria en sí misma. Sobre todo pensando en el caso de Marta Brunet y María Luisa Bombal”, reflexiona la investigadora.
“Las dos van a criticar y hacer una relación entre violencia doméstica en distintas clases sociales. Van a contar qué significa realmente estar encerrada en una casa, cuál es el trasfondo del encierro, aunque en el caso de María Luisa Bombal sea en un fundo”, explica.
Un salto en la historia
La historia de la literatura de las autoras nacionales es un proceso que apenas comienza a descubrirse. En ese camino hay vacíos y muchas preguntas. Sin embargo, para editoras como Marisol Vera es importante destacar las dinámicas nacidas durante los años de dictadura.
Desde Cuarto Propio, casa editorial fundada en 1984, la gestora ha sido testigo privilegiado de cómo las escritoras enfrentaron los censores del régimen para plantear críticas y nuevas estéticas. De ese movimiento, Vera destaca nombres como los de Carmen Berenguer (1946), Diamela Eltit (1947) y Elvira Hernández (1951).
“Como Cuarto Propio partimos en función de esas voces. La perspectiva feminista que portaron en dictadura fue el eje que ha posibilitado ampliar el horizonte para incluir a las diferencias. Fueron fundamentales desde el trabajo visual, el trabajo crítico y reflexivo. Fueron visionarias e instalaron la única cuña posible”, sostiene.
“Para nosotros el camino fue difícil desde el punto de vista de lo que significa abrir caminos. El proceso ha estado plagado de incomprensión, descalificaciones y dificultades económicas. No ha sido fácil”, explica.
Para Claudia Apablaza, autora y editora de los Libros de la Mujer Rota, es relevante, frente al paso del tiempo, situar cómo hoy el panorama narrativo se ha diversificado, posibilitando el descubrimiento de nuevas plumas femeninas.
“En este momento, hay una gran cantidad de autoras. Uno piensa en la generación que nació a partir de los 80 y que publica sus primeros libros desde el 2000. Pienso en Arelis Uribe, Paulina Flores, Romina Reyes, María José Rodríguez, Natalia Berbelagua”, dice.
“Ellas muestran una diversidad en los temas. Algunas son mucho más políticas, más autobiográficos, trabajan más con la memoria, le dan una vuelta a la dictadura. Algunas trabajan con distopía, con la ciencia ficción, con las novelas policiales. Hay autoras que van más por lo erótico. También el feminismo es tema y forma. El panorama es súper amplio, sobre todo pensando en que el mundo editorial ha crecido”, comenta.
Para la escritora, sin embargo, este entramado responde, en buena medida, a la influencia que ejercieron las pioneras dentro del panorama cultural contemporáneo. Sin ir más lejos, ella misma se reconoce heredera de Bombal y Eltit. A fin de cuentas, según sostiene, se trata de un tejido lleno de referencias mutuas y que continúa expandiéndose.
Actualmente, la literatura escrita por mujeres representa todo un desafío para investigadores y académicos. Los esfuerzos apuntan a desentrañar el canon literario para continuar conociendo nuevas propuestas. La tarea no es fácil si se piensa que los documentos son escasos y que las autoras mantuvieron, mayoritariamente, relaciones esporádicas con los medios de prensa. No obstante, el reto está sobre la mesa y ya no hay vuelta atrás.
Fuente: https://radio.uchile.cl
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