(IMAGEN) Au temps d’harmonie: l’âge d’or n’est pas dans le passé, il est dans l’avenir
La paciencia es un arma que maneja mejor quien conoce su objetivo concreto.
Iblis Ginjo
Opciones para la liberación total
Se despierta. Abre los ojos en la oscuridad y a tientas busca su celular, que ya es cualquier cosa menos un teléfono móvil. La luz fluorescente del aparato ilumina su vida. Con el movimiento mecánico de su índice atraviesa como un tren bala en una cinta de Moebius una cascada de noticias, rumores, imágenes. Como una aguja de heroína, los datos ingresan a su cuerpo y siente el alivio de su dosis. Se saca una foto y la publica. El mundo debe enterarse que acaba de despertar y que hoy le espera un día lleno de actividades. Sin levantarse aún, mientras el sol empieza a iluminar las copas de los árboles, espera con ansiedad los primeros comentarios. Necesita verse en el espejo móvil de otras personas. Sentir que le observan ratifica su existencia. No busca reconocimiento por alguna cualidad propia. Necesita ser reconocida/o. Lo que se presenta en la pantalla es mil veces más valioso y creíble que lo que ocurre en la vida misma. Lo público y lo privado se diluye, se confunde. Encuentra una noticia que le subleva. Está escrita en menos de 250 caracteres, acompañada por dos fotos. Escribe un comentario, lo publica en sus redes virtuales. Recibe la confirmación y aplausos de sus seguidores. Sabe que los porcentajes de aprobación y rechazo que aparecen en su pantalla corresponden a la realidad. Todo se transforma en un espectáculo en el cual los espectadores (sin dejar de serlo) son instados a participar de la obra mediante la repetición del coro que les adjudica un director invisible.
Todo va ocurriendo tan rápido que siente que no tiene tiempo de meditar, evaluar y planear. Ha de dar respuestas inmediatas a todo lo que ocurre. Nuestras pantallas median entre la realidad y nuestros cuerpos. Acabamos conociendo más la situación de otros territorios que lo que realmente ocurre en nuestra zona vital. Esa mediación digitada por algoritmos y burbujas de filtros, estimula el onanismo y la afirmación autorreferencial. En este territorio nos movemos también políticamente. Lo público y lo privado se funde de una manera confusa e insalubre, todo es inmediato y programádamente obsolescente. Lo político se ha vuelto privado; toda política quedó sumida a la publicación de lo privado. Lo virtual es intangible, cuasi-metafísico e inmaleable; excede (e inhabilita) nuestra capacidad de acción, nos vuelve espectadores seudo-participantes. Recibimos una avasallante cantidad de estímulos que ponen al cuerpo en tensión constante, silenciando las alertas reales del cuerpo. El hambre, el frío, la tristeza, la soledad, son anestesiadas.
La acción política de los cuerpos con intenciones revolucionarias (organizaciones, colectivos, grupos de afinidad, individualidades, etc.) han caído en las redes de la telematización y actuar por fuera de las mismas, prescindiendo de ellas, causa la sensación de inexistencia. La valorización de nuestro accionar queda supeditado al simulacro y la representación. La mecánica del mundo virtual es quien dicta las reglas de funcionamiento del mundo humano en general, incluyendo el espectro de personas que bregan por otros mundos. ¿Cómo pasó esto? ¿Cuales son las leyes no escritas de la telemática? ¿Cómo salir de este embrollo?
Luego que la última gran ola revolucionaria del siglo XX sacudiera la mayor parte del mundo, el sentimiento de derrota fue tal que las teorías políticas acabaron por replegarse al punto que se impuso la necesidad de ver cambios inmediatos y plausibles. Esto se extendió tanto que hablar de revolución pasó a ser un anacronismo. Casi todo el espectro otrora revolucionario comenzó a luchar, bajo la influencia (consciente o no) de ciertos pensadores, de una manera mucho más inmediatista, superflua, evidente, esteticista y reformista. Abandonando la estrategia y el método, moralizando tácticas y técnicas aisladas de toda historicidad y sentido. Estas formas dieron a luz las actuales instituciones sindicales corporativas, teorías como el anarco-insurreccionalismo, los feminismos y antirracismos contemporáneos, movimientos ecologistas, ciudadanistas, autogestionistas, etc. Parte de dichos movimientos hicieron grandes aportes, problematizando y generando cambios necesarios a la interna de los movimientos. Mientras, las críticas previas que abogaban por un cambio radical de la vida en su totalidad perdieron su fuerza. Hoy día vemos por todos lados la imposibilidad de imaginar otros mundos, pensar la utopía y un cambio revolucionario que nos lleve a ella suena absurdo. Casi todas las luchas se basan en reforzar la pertenencia a un determinado grupo identitario, fortalecer un nosotros/as que es un no-otros/as. De allí la fuerza que podemos ver en todos estos últimos años del feminismo y el antirracismo, así como también de sus fuerzas antagónicas. Los grupos minoritarios, que obviamente no son tal por una cuestión numérica sino de poderío, son promovidos y fortalecidos por grandes empresas y estados. Multinacionales recaudan fondos para apoyar el movimiento BLM (Black Lives Matter); el Estado uruguayo propone cursos de lenguaje inclusivo para sus funcionarios/as, financia y organiza las marchas de la diversidad; Unilever promueve el cuidado del ambiente y los animales.
El cuerpo social, al igual que el cuerpo humano, no puede ser reformulado efectivamente sin percibirse como un todo integrado e inmanente. Podemos buscar generar cambios que, aliviando algunos dolores, permitan al cuerpo mantenerse inalterado. A tales efectos, no hay diferencia sustancial en los grados de violencia e invasividad de las técnicas aplicadas en dichas intervenciones. La variación se da a nivel aparente. La satisfacción que brinda es la que nace de la carencia. Por otro lado, es imposible tomar en cuenta la totalidad objetiva y prever todos los efectos que generaremos, pues realmente aspiramos a embarcarnos hacia lo desconocido, pero es esa imagen de la totalidad y de lo deseable la que guía nuestro accionar. No confundamos imagen con realidad, ni intención con efectos. La totalidad modificada alterará nuevamente nuestra totalidad deseante, pero eso no debe significar que la posibilidad de lo imprevisible nos llame a la quietud. Nos proyectamos por completo hacia un nuevo mundo con nuevos desafíos, nuevas formas, nuevos contenidos y nuevas oportunidades. Una existencia que quebrará la lente de la lupa ideologizante de nuestra actualidad; escapará a toda representatividad actual.
El deseo de otros mundos, libres de toda opresión, es aquello que nos guía, pero no es meramente una utopía abstracta. En nuestra vida diaria vamos creando instituciones prefigurativas, ensayos cotidianos del mundo del mañana que refrescan nuestra existencia y la vuelven más plena. Estos experimentos, sin embargo, al igual que las acciones violentas y espectaculares (las que lo son y las que lo simulan), corren el riesgo de acabar funcionando como sucedáneos de pasiones revolucionarias, dándonos la sensación de estar accionando aunque no estemos moviéndonos en absoluto. Pueden acabar fortaleciendo la idea de superioridad moral en aquellas personas que llevan adelante los proyectos. Pueden absorber tanto tiempo y energía que todo nuestro accionar queda circunscripto a ellos. Pueden generar desgaste y sobreexigencia. Pueden generar una brecha en el lenguaje, el logos (λóγος) y la vida misma entre quienes forman parte y quienes no. Mantener la Organización (formal o informal, para el caso tanto da) se vuelve prioritario frente al objetivo revolucionario en sí. Nuevamente volvemos a suplantar la lucha revolucionaria por la lucha identitaria, ser parte de algo. Pero reconocer los riesgos y nuestras carencias no implica negar las potencias, más bien todo lo contrario.
Las instituciones prefigurativas nos permiten: ensayar hoy la eutopía, hacer más amena nuestra existencia, satisfacer colectivamente necesidades y deseos, hacer propaganda activa y vivencial, hacer llegar nuestro mensaje a personas que se acercan a los proyectos por necesidad y no por abstracción, fortalecer las ansias revolucionarias, servir de soporte económico para proyectos revolucionarios, generar diseños de vida tendientes a la autonomía, teorizar a partir de la práctica, profundizar nuestro deseo libertario, etc. Pero para que estos proyectos no caigan en las miserias que nombrábamos más arriba ni acaben siendo neutralizados, han de estar enmarcados en una estrategia revolucionaria. Y ésta debe contemplar las tácticas y métodos, como lo que son, sin fetichizar ni moralizar sobre ellos.
Al contemplar los proyectos cotidianos como parte de una estrategia, se está dispuesto/a a fortalecerlos, abortarlos, abandonarlos y defenderlos por los medios propicios. Haciendo la evaluación metódica del asunto, cuidando no actuar por inercia o reflejo. Para el caso, es saludable prestar atención a las críticas y tener apertura para recibirlas, por más incómodas y dolorosas que sean. Hacer cambios y replanteos cuando son necesarios. Manteniéndonos firmes en nuestro cometido.
Una de las grandes fortalezas del Sistema es que trasciende cualquier Régimen; es sumamente maleable y adaptable, no exige comulgar con ningún tipo de fé. Habitamos el Sistema y somos habitados por Él, de allí que en la etapa actual parece casi imposible la acción revolucionaria. Lo antisistémico, lo rebelde, pasó a formar parte de esos productos de góndolas ofrecidos en el gran supermercado de la diversidad, múltiples versiones de la misma cosa. Puedes elegir tu propia aventura, pero siempre se permanece dentro de los desenlaces ya definidos. En el mejor de los casos, la adolescentización de lo político en la cual estamos inmersos, nos permite concebir la posibilidad de negar al padre, lo cual no es otra cosa que reafirmar la figura del mismo.
Lo adolescente desfigura el lenguaje como forma de rebelión, inventando (o repitiendo) y exigiendo a todas las personas acatar la actualización del neo-habla. Como un programa cibernético que nace obsoleto, se promueve la novedad como inapelable y se superpone una a otra de manera constante. Al poco tiempo el cuerpo físico ya no es capaz de funcionar con el nuevo código y debe ser cambiado o por lo menos actualizado. La escalada de Sísifo es nuestra realidad diaria. La desestructuración del lenguaje impulsada desde el Poder, el devenir o incluso desde nuestras propias filas, sumada a la semi-analfabetización promovida por las políticas educativas aparentemente benéficas del “pase social” y la telematización de la sociedad, son parte de los ingredientes de la receta para el impedimento del pensamiento, la imaginación, la creatividad y el deseo. Y sin ello, la Eutopía será siempre Utopía.
Algunas veces la pregunta final parece ser ¿realmente deseamos otro mundo? Muchas de nuestras acciones parecen estar enmarcadas en la búsqueda de una satisfacción personal miope y en la perpetuación de la derrota. Entretenimiento y terror al éxito. Se simula un accionar grandilocuente (en el mejor de los casos) para sentir que se está avanzando o se idealizan luchas ajenas (cuanto más lejanas mejor) porque al ser de otras personas no nos exigen compromiso, responsabilidad y voluntad. De esta manera se puede actuar en base a caprichosos voluntarismos, sin abandonar nunca la comodidad del terreno conocido. Incluso se llega al punto de pensar la eutopía como algo del pasado, una especie de paraíso perdido al cual llorar cantos nostálgicos. Pero el nuevo mundo que deseamos está por venir. Su llegada no es algo seguro ni imposible, depende de los acontecimientos que seamos capaces de impulsar. Y no se trata de conseguir tal o cual mejora, no reclamamos en pos de ninguna categoría en particular, la lucha es por la liberación total, por la conquista de una vida plena, libre de toda dominación.
Federico Persona