Una opinión personal
Fernando Moyano
Hoy 8 de diciembre a las 12:26 se alcanzaron las 671.544 firmas válidas necesarias para convocar al referéndum para derogar 135 artículos de la LUC. La fecha de realización del referéndum será el domingo 27 de marzo de 2022. 109 días y contando.
Quedaban aún unas 60.000 firmas para verificar, al porcentaje de descarte del último tiempo es de suponer que habrían unas 55.000 firmas válidas más, un margen de un 8%.
Habrá una papeleta rosada por el SÍ y una papeleta celeste por el NO. Los votos en blanco sumarán al NO, los anulados no se computarán para ningún lado. Esta definición de la Corte Electoral de los colores para cada opción motivará un recurso de la Comisión Nacional por el SÍ a anular 135 artículos de la LUC, al entender que un color de identificación nacional “flecha la cancha”. Tal lo explicado en nombre de esta Comisión por José Olivera en conferencia de prensa, esta tarde.
Problema previsible. Ya en nuestra nota “Di qualcosa di sinistra!” de principios de octubre señalamos el problema de adoptar este color y esta estética en el “Votá SÍ”, el color celeste que usa el Partido Nacional. Y puede suponerse que, por lo tanto, la Corte Electoral no hará lugar al pedido de que se prohíba ese color para las dos opciones cuando siempre ha sido permitido, y hasta ha sido usado por la parte que quiere prohibirlo. Eso fue un error y ahora se ve. “¿Imaginan un partido de fútbol en que los dos equipos salgan a la cancha con camisetas casi idénticas?”, decíamos.
Los festejos serán el miércoles 15 luego de un acto central a las 18 horas en la Explanada de la Universidad. El fin de semana 18 y 19 comenzará una actividad “Mil encuentros por el SÍ”.
Por su parte Marcelo Abdala, hablando a nombre del PIT-CNT, reiteró la -para nosotros errónea- estrategia “segmentada” de referir la campaña exclusivamente a esos 135 artículos de la LUC. Los abordarían agrupados por capítulos. Esa estrategia vendría a significar no entrar en todos los temas que, más allá de esos en realidad pocos artículos, 135 de 476 de la ley, son la política del gobierno que lleva adelante el programa regresivo de la clase dominante.
Esa estrategia timorata es el resultado del miedo a la confrontación y se ha visto en su planteo -y en su fracaso- desde el principio de esta confrontación. Porque la confrontación es confrontación.
“Caminar con las dos piernas” dijo un “Viejo Tonto” (que movía las montañas) que dentro de unos días estaría cumpliendo 128 años. Caminar con las dos piernas en este caso quiere decir: Estaremos integrados a toda esta campaña por la derogación de 135 artículos de la LUC, y lucharemos con todo nuestro esfuerzo por ese objetivo. AL MISMO TIEMPO convocamos a todos los luchadores de las diversas causas progresivas de nuestro pueblo a DESBORDAR esa estrategia “segmentada” SIN ROMPER con ella, complementándola, y apuntando a apoyarse en ella para dar un paso más. Así es que se camina, nos apoyamos en una pierna y avanzamos la otra.
Habrá referéndum y un poco más que referéndum, la lógica de los hechos se impondrá.
Fuente:https://n0estandificil.blogspot.com/
Arsenal nuclear y militarización climática: una mezcla explosiva
La opacidad de los datos y las discusiones acerca de la industria del armamento nuclear y su modus operandi, favorece su impacto exponencial en el cambio climático.
- Olga Pinheiro

A pocos meses del 76° aniversario del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, por parte de EEUU, las perspectivas del uso de armas nucleares siguen siendo tan peligrosas como en cualquier otro momento desde el apogeo de la Guerra Fría, como lo ha señalado la propia Secretaria General Adjunta y Alta Representante para Asuntos de Desarme de la ONU, Izumi Nakamitsu.
La argumentación central para la defensa del mantenimiento de armas nucleares, muchas veces, es la posibilidad de “disuasión”. Sin embargo, la legitimidad de esa estratégia queda tenuemente sostenida bajo la confianza de que los Estados actúan con base en correlaciones honestas en un mundo cada vez más transfigurado a consecuencia de las fake news.
De este modo, la posibilidad de aniquilamiento de otras naciones o del propio planeta puede originarse de una operación de falsa bandera o, incluso, de una acción criminal de secuestro de informaciones y manipulación del sistema. Sobre esta última conjetura, recordemos el “terrorismo nuclear” perpetrado por Israel contra Irán, el semestre pasado, divulgado por la propia radio pública de Israel (Kan) como siendo un ciberataque de autoría del Mossad.
El referido acto terrorista generó un corte de energía eléctrica en la planta de enriquecimiento de uranio del país persa, causando el cierre de instalaciones enteras de esta industria nuclear, que tiene fines pacíficos, ubicada en un país signatario del Tratado de No-Proliferación de Armas Nucleares (TNP) y que es vigilado por inspectores de las Naciones Unidas, al contrario del atacante. Israel, además de nunca haber firmado el TNP, es poseedor de un arsenal nuclear no declarado y sin el monitoreo de ningún organismo internacional.
Este año, fotos satelitales analizadas por The Associated Press (AP), revelaron el mayor proyecto de instalación nuclear israelí, en décadas. En las cercanías del Centro de Investigación Nuclear Shimon Peres, fue detectada una instalación con varios laboratorios subterráneos que actúan en la obtención de plutonio destinado al programa de bombas nucleares israelíes, como lo ha denunciado la AP.
Todo eso, bajo el control estricto solamente del país que más ha boicoteado y saboteado los acuerdos internacionales de promoción de la paz, además de impulsar sistemáticas masacres al pueblo palestino y ser complice directa o indirectamente de persecusiones y asesinatos políticos en otras partes del mundo, y como que por milagros más asombrosos que los del antiguo testamento, caen en el total olvido, y consecuente impunidad.
Asimismo, Israel cuenta con EEUU como su principal aliado, el único país que ha lanzado bombas atómicas contra otras naciones, y que ha abandonado el Tratado de Cielos Abiertos, el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, y el Acuerdo con Irán, que han sido estratégicos para el control del armamento nuclear.
Hace poco fue realizada, en Escocia, la Conferencia de Glasgow y las repercusiones de la ruptura del Tratado de París, por parte del gobierno de Trump, siguen evidenciadas pese a que el actual presidente Biden se pronunció favorable al acuerdo climático. Muchos analistas se refirieron a la cumbre como vaciada de densidad política y de acciones multilaterales unificadas.
Aunque innumerables veces este vínculo es subestimado o a propósito invisibilizado, hay una relación intrínseca entre la crisis climática y la militarización, sobretodo cuando hablamos de armas nucleares y el impacto humano y ecológico que ellas implican; no sólo cuando son disparadas contra otros pueblos, pero también en su proceso de elaboración, ensayos, bien como los desechos de residuos tóxicos que expelen. Todo eso, sin hablar del enorme desvío de recursos económicos que son destinados a esa industria de destrucción masiva en detrimento de inversión en la calidad de vida de los diversos seres y ecosistemas del planeta.
La organización internacional Pax Christi, ha dicho con razón que “las armas nucleares y el cambio climático son dos de las mayores amenazas que enfrenta el mundo” y que “el cambio climático amenaza a todas las vidas y responder a él implica desviar las prioridades y los recursos de las fuerzas armadas y la guerra, hacia una paz justa y sostenible”.
Por otro lado, hay una confusión retórica muy, convenientemente, difundida principalmente por las potencias nucleares, y esta se refiere a la seguridad climática en una asociación alevosa con seguridad militarizada, como lo ha señalado en distintas ocasiones el Transnational Institute (TNI).
En nombre del estatus de superpotencia que las armas nucleares confieren en el tablero mundial, representantes de esos Estados abogan una interpretación militarista donde la amenaza climática queda arbitrariamente designada conforme a las actividades humanas que puedan herir los privilegios de su establishment y no propiamente el tejido comunitario-ambiental.
No por casualidad, una estratega del Departamento de Defensa de Estados Unidos, citado por el TNI, refiere, sobre la seguridad climática, que se puede prever “una era de conflicto persistente… un entorno de seguridad mucho más ambiguo e impredecible que el que se enfrentó durante la Guerra Fría”.
A partir de esas inquietudes y llevando en consideración que, en el año 2022, se realizará la primera reunión del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, el cual todos los Estados debieran firmar, y la Conferencia de Revisión de las partes del Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), hace falta un mayor compromiso multilateral en poner estos temas en la arena del debate público, y quitarle esa aureola oscurantista de que su contenido debe estar restringido a los pasillos de determinadas cumbres o departamentos de defensa.
Mientras no nos posicionarnos, organizaciones delincuentes, anacrónicas y belicosas como la OTAN, seguirán disputando, literalmente con todas sus armas, ese espacio que dice respecto a toda la humanidad. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha dicho que la seguridad y el clima son “dos caras de la misma moneda”. Ya es bien conocido cuanto cuesta caro la moneda de esta Alianza, el cambio siempre resulta en enormes pérdidas de vidas humanas y depredación territorial.
Esa opacidad de datos y discusiones acerca de la industria del armamento nuclear y su modus operandi, a la espalda de la opinión pública, favorece su impacto exponencial en el cambio climático. Cuanto más nos movilizamos, aunque con acciones que representan un grano de mostaza frente a un “little boy” (nombre de la bomba atómica lanzada contra Hiroshima), más demostramos nuestra opción por la primavera de la coexistencia pacífica entre los pueblos. Y, en esa primavera, ninguna anti-rosa atómica será bienvenida.
