Guantánamo: La cárcel más infame del mundo
Perú. Derrame de 6.000 barriles de petróleo
Genes humanos: robo, negocios y más
La nueva, novísima, nueva izquierda latinoamericana
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Guantánamo: La cárcel más infame del mundo
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Por Luz Marina López Espinosa
No es populista ni infundada la calificación. Se la ha ganado en franca lid en un mundo donde a través de las grandes productoras de televisión nos hemos podido enterar casi en vivo y en directo de la abisal crueldad a la que puede llegar el ser humano. Son esos documentales -verdaderos “realitys”, sobre las prisiones más tenebrosas del mundo. Claro que hay que reconocerlo, en ellos nunca ha aparecido Guantánamo. Pero es que en Guantánamo no se pueden hacer documentales, ni entrevistas, ni filmaciones. Pero sí: tiene bien ganado el título, uno que deshonra a la nación que hace méritos para ello. Como lo afirmó Stephanie Savell, codirectora del Costs of War Project una investigación de la Universidad de Brown que suministró insumos a la ONG de derechos humanos Human Rights Watch (HRW) para el Informe que hizo sobre el aberrante historial -prontuario- de esa prisión en sus veinte años de existencia: “Es un fracaso moral de proporciones épicas, una mancha en el historial de derechos humanos del país, un error estratégico y una horrenda perpetuación de la islamofobia y el racismo”.
Guantánamo es una Base Naval instalada por los Estados Unidos en la bahía del mismo nombre en territorio indiscutidamente cubano en el marco de la invasión a este país -¿nos son familiares estas palabras?- con ocasión de la guerra que sostenía con España entonces potencia imperial, en 1898. Independizada Cuba de España en 1902, la base siguió allí invocando ahora la Enmienda Platt. Pero siendo insostenible esta razón, Estados Unidos nueva potencia imperial y militar, presionó en 1904 a la naciente república a firmar un contrato de arriendo “a perpetuidad” de la base, cosa que repugna cualquier criterio y precepto jurídico, y que Cuba con razón rechaza. Tal es la base de la “legitimidad” de la ocupación norteamericana de ese territorio cubano.
Y con motivo de los atentados del 11 de septiembre del 2001 y la histérica e histriónica “guerra contra el terrorismo” declarada por el presidente norteamericano George W. Bush, el 11 de enero de 2002 convirtió la Base Naval en prisión militar de alta seguridad, entronizándola como símbolo de esa guerra que como todas las declaradas y llevadas a cabo por esa metrópoli, prometía ganarían. Entre otras, por una demoledora razón: “porque Dios está con nosotros”. ¡Vaya pelea tan desigual! De ello se están cumpliendo veinte años en estos días.
El propósito específico de establecer esa prisión era recluir allí a todo sospechoso de ser Yihadista, militante de Al Qaeda, o Talibán. Ello, ajeno a cualquier prueba o procedimiento judicial, a todo el que por su religión -sobre todo esto-, aunado a su nacionalidad y convicciones ideológicas, se le pudiera endilgar algún tipo de responsabilidad así sea sólo moral por el 11 de septiembre. Y es que Bush lo dijo claramente ante el mundo: “En esta guerra, el que no está con nosotros, está contra nosotros”. Tal el lenguaje despótico de los imperios. Y había que ver cómo los Estados que giraban en su órbita, entre más clientelares, más salieron alborozados a apoyar esas palabras. Consecuencia de esta decisión, 800 personas han pasado por allí. Todos fatalmente musulmanes, lo que evidencia un caso escandaloso de islamofobia que no ha merecido reproche de ninguno de los organismos internacionales cuyo mandato primero es combatir el racismo y el odio por razones culturales o religiosas. Y casi todos esos presos, naturales de países invadidos o a lo menos bombardeados por los Estados Unidos: Afganistán, Irak, Siria y Yemen. Y pakistaníes. Pero el problema, y el oprobio -la prisión más infame del mudo recordemos-, no es por el hecho de que una base militar se haya convertido en cárcel. Ni porque ella se destine a recluir terroristas.
La mancilla de Guantánamo comienza con el hecho de que las capturas -ilegales bajo cualquier parámetro jurídico universal, en realidad secuestros- se hacen por fuera de cualquier procedimiento judicial o investigación policial autorizada. Son cacerías a instancia de particulares y mercenarios que atendían la oferta del gobierno norteamericano de pagar cinco mil dólares por cada “terrorista” entregado. Y claro, voluntarios para ganarse esa alta suma en países sumidos en el hambre y la miseria por cuenta de la guerra que los mismos Estados Unidos les hacían -Irak, Siria, Libia, Afganistán-, sobraban. Bastaba señalarle el escogido -enemigo político, personal o rival de clan, qué mejor oportunidad- al ejército ocupante o a sus lacayos nacionales. Y cuándo la víctima reparaba en su situación, ya estaba en Guantánamo graduado de terrorista y responsable de los ataques del 11- S.
Lo anterior ya es demasiado. Sin embargo, era sólo el comienzo. La categoría de vergüenza y mancha que Guantánamo significa para la historia de los Estados Unidos la dan otras circunstancias. El tiempo, juez implacable, ya mostró el balance de esos veinte años. De ochocientos recluidos, sólo han sido condenados nueve, con sentencias aún inciertas. Otros nueve han muerto en prisión. Diez y siete detenidos eran menores de edad, habiéndose suicidado uno de ellos. Los cinco supuestamente responsables del ataque llevan muchos años presos sin ser juzgados. Ahmed Ghailan, único preso juzgado en territorio de los Estados Unidos y por la justicia civil, no militar, fue absuelto de 284 de los 285 cargos que se le hicieron, incluido el de terrorismo. El autor del engendro carcelario, el presidente Bush, tuvo que liberar o transferir a cárceles de otros países a 540 presos; Barack Obama a 200, y Trump a uno. ¿Por qué? ¿Por humanitarismo? No. Porque eran inocentes. Hoy sólo hay en Guantánamo 39 presos. Pero ese reducido número no le quita ni la quitará a esa prisión el baldón de haberse hecho acreedora a la incriminación que es título de esta nota.
Pero falta más. Y ese más es mucho peor. Ya por tirios y troyanos admitido, incluyendo el propio gobierno norteamericano, el Congreso, la ONU y todas las organizaciones de derechos humanos que han estudiado el tema y pásmese Ud. cosa insólita, a la corte militar que condenó a un prisionero, la tortura, las tácticas más extremas y perversas de causar dolor, ha sido el procedimiento “judicial” que se ha surtido con los cautivos de Guantánamo. La forma como han cobrado los atentados del 11-S a presuntos responsables y a inocentes. Documentándose que las confesiones conseguidas como gran trofeo judicial, todas han sido con base en la tortura. La monumental gravedad de esta constatación para una nación que se reclama adalid de los derechos humanos y del estado de derecho, arrogándose la facultad de ser su juez y policía certificando o no países según la conducta que a su juicio tengan en esta materia, es tanto mayor cuanto fue una política de Estado. Es decir, adoptada conscientemente por el presidente Busch para ser ejecutada por la CIA en todos los países del mundo donde fuese necesario, y por los militares en el terreno. Inclusive, se le adjudicó oficialmente nombre: “Técnicas de interrogatorio mejoradas”. Cínico y burlesco eufemismo para una sola verdad que se quería y asumía, mas no su nombre: tortura. Si ese Estado llegó al extremo de contratar a dos sicólogos, James E. Mitchell y Bruce Jessen, para diseñar e instruir a la CIA en las más sofisticadas técnicas de tortura: ahogamiento, privación del sueño, ruido ensordecedor durante 24 horas, encierro por días en diminutos cuartos sin luz ni comunicación con el exterior, extremos frío y calor e introducción de objetos por el recto. Para salvar el honor de la profesión, la Asociación de Psicólogos de los Estados Unidos repudió la conducta de Mitchell y Jessen y los excluyó del gremio.
Por eso Guantánamo es una más -después de Hiroshima, Nagasaki, Corea, Vietnam, Camboya, Irak, Afganistán y casi todas las naciones de América Latina, no se puede decir “la que más”– demostración del desprecio de los Estados Unidos por los más caros valores de la civilización, y de la degradación a la que puede llegar cuando invoca como un santo y seña que todo lo permite y dispensa, “los intereses de esta gran nación”. Es el “fracaso moral de proporciones épicas” de que habla el Informe de HRW.
Y ¿cuál es el entrampamiento que la cárcel de Guantánamo significa para el sistema judicial y político de los Estados Unidos? ¿Por qué paradójicamente este sistema quedó preso de Guantánamo? Ese es que los Estados Unidos no pueden aplicar sus leyes ni su Constitución a los presos de Guantánamo. Porque si lo hicieren, todos serían absueltos según su severo sistema judicial. No hay pruebas. Sólo confesiones…. y estas -la reina de las pruebas-… fueron obtenidas a base de torturas, lo cual esa institucionalidad repudia. Luego todos serían declarados inocentes. Vergüenza mayor después de veinte años y como único fruto palpable y podrido de “la guerra contra el terrorismo”. Por eso mismo el presidente que creó esa cárcel y los tres que lo han sucedido, han jurado en todos los tonos cerrarla. Y ninguno ha cumplido. ¿Qué hacer con esos prisioneros?
De ahí la grosera y torpe razón que el presidente G. W. Bush aventuró pretendiendo responder al reclamo general de por qué esos cautivos no tenían proceso, ni estaban a cargo de los jueces y cortes que ordenan las leyes del país, no gozaban del derecho de defensa ni de garantías procesales, permaneciendo por décadas en un limbo jurídico donde no rige la constitución norteamericana, la Declaración Universal de DD.HH., el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ni los Convenios de Ginebra. Dijo que lo que pasaba es que esos presos eran “Combatientes enemigos ilegales”. Categoría inexistente en el derecho nacional e internacional, y que según Bush -no explicó cómo ni por qué-, permitía las aberraciones denunciadas. Algo similar a las “Técnicas de interrogatorio mejoradas”.
Esos son los Estados Unidos. Tener la cárcel más infame del mundo -en territorio ilegalmente ocupado a otra nación que admiten no les pertenece-, es consistente con la hipocresía de su discurso sobre los derechos humanos y sobre “esta gran nación” como campeona de la justicia y la libertad en el mundo. De ello hablan también el horror de Abu Ghraib, el bombardeo de Faluya con fósforo blanco, el secuestro del colombiano Alex Saab bajo cargos de un delito inexistente en el mundo -incluido los Estados Unidos-, “testaferro de Nicolás Maduro”, por fungir como diplomático de un gobierno legítimo, y el atroz encarcelamiento que lleva quince años ya del comandante guerrillero colombiano Ricardo Palmera, el legendario “Simón Trinidad”, porque las FARC, en una operación militar en la que él no participó, capturó a cuatro mercenarios norteamericanos cuando estaban en actividades ídem en zonas de combate.
Perú. Derrame de 6.000 barriles de petróleo ha afectado veinte playas y dos reservas naturales
Resumen Latinoamericano, enero de 2022.
[resumen.cl] El derrame inició en pleno proceso de descarga de petróleo producto del oleaje tras la erupción del volcán en Tonga. La empresa Repsol ha sido apuntada como la responsable del impacto a las comunidades y ecosistemas, mientras que esta indica que no fueron alertados por la Marina para paralizar los trabajos.
«El peor desastre ecológico ocurrido en Lima en los últimos tiempos». Así definió la Cancillería de Perú al derrame de crudo en las costas del país latinoamericano, luego de ocurrir «oleaje anómalo» producto de la erupción del volcán Hunga-Tonga-Hunga-Ha’apai en Tonga el fin de semana.
Los dardos son apuntados a la empresa encargada de la extracción de petróleo, la multinacional Repsol liderada por capitales españoles. Según la información recopilada, el desastre ha afectado cinco distritos de la región de Lima y Callao, impactando 20 playas de Ventanilla, Santa Rosa, Ancón y Chancay. Asimismo, el petróleo derramado ha impactado en las reservas naturales protegidas.
Ante tal situación, el gobierno del hermano país peruano ha apuntado los dardos a la responsabilidad de la empresa española por no tomar medidas para contener el derrame y alertar a la población que se encontraba en el lugar, además de «minimizar la magnitud del accidente».
A partir de esto, la Fiscalía ha iniciado una investigación contra Repsol respecto a presuntos delitos medioambientales. De parte de la empresa apuntan a que consultaron a la Marina previamente por la paralización de trabajos, recibiendo el descarte de alertas para frenar la descarga de petróleo.
El sueño de la razón
Silvia Ribeiro
Genes humanos: robo, negocios y más

Desde hace algunos años, en casos más de una década, se ha expandido el negocio de la apropiación y venta de datos genéticos humanos. Es una “industria” con muchas aristas e impactos, sobre la que en general hay poca información. Cada vez es más común que los gobiernos y empresas privadas establezcan bancos de datos con nuestra información genética, con o sin nuestro consentimiento, en la mayoría de los casos sin plena conciencia de cómo pueden ser usados. En la era de los hackeos digitales, estas bases no son una excepción.
El botín de la identificación forense
En diciembre 2021, un cuidadoso trabajo de investigación periodística de Paula Mónaco Felipe y Wendy Selene Pérez (Traficantes de ADN) puso en evidencia que las bases de datos genéticos de la Fiscalía General de la República (México) se han usado como fuente de negocios para la firma privada Central ADN, engañando además a parientes en busca de personas desaparecidas. El reportaje expone que desde la institución se permitió acceso y copias irregulares e ilegales de las bases de datos genéticos de la FGR (antes PGR), y que computadoras de la firma privada estuvieron conectadas por meses a esas bases, sin conocimiento ni consentimiento de las personas cuyos datos están allí.
La empresa Central ADN consiguió además nuevas muestras de familiares de las personas desaparecidas, prometiéndoles que de esa forma podrían cotejar coincidencias con los datos de la FGR. Como resume Paula Mónaco, en un país con 95,000 personas desaparecidas y 52,000 cadáveres sin identificar, la identificación forense –para la cual en repetidos casos las autoridades contratan a firmas privadas–, es un negocio millonario.
Biopiratería humana e industria farmacéutica
Este caso terrible por la falta de escrúpulos y la crueldad con las familias de las personas desaparecidas, no es sin embargo la única forma de apropiación y uso de información genética en México. Desde estudios de “herencia genética” a toma de muestras en laboratorios privados o de instituciones públicas de salud, la información genética de la población mexicana es valiosa para muchas industrias, empezando por la gran farmacéutica, la industria que junto a la digital más ha lucrado en tiempo de pandemia.
La llamada medicina genética o genómica se basa en el análisis de los genomas e intentar definir cómo diferentes enfermedades pueden estar influidas por los genes. Aunque todos los seres humanos tenemos el mismo genoma como especie, cada persona tiene una composición genómica única (parcialmente coincidente con sus parientes biológicos) y además pequeñas variaciones que pueden indicar tendencias a ser más propensos o a resistir mejor algunas enfermedades. Eso motivó desde la década de 1990 la caza de variaciones genéticas a nivel global, a menudo dirigida desde universidades de Estados Unidos con financiamiento del gobierno y/o empresas farmacéuticas, sobre todo en poblaciones indígenas. En el Grupo ETC hicimos denuncias de este tipo de proyecto que recorrían el planeta tomando muestras de sangre y otros tejidos, así como del comercio de tejidos humanos que derivaron de estos proyectos.
El “atractivo” de las variaciones genéticas presentes en comunidades indígenas, es que se podrían diferenciar de variaciones en poblaciones que se han mezclado más con otras (por ejemplo, en grandes ciudades) y por tanto permite enfocar en la búsqueda de rasgos particulares de interés para las industrias farmacéuticas y relacionadas.
Históricamente, esto ha derivado en el patentamiento de la información genética. Al comienzo, directamente de líneas celulares completas, como denunciamos en 1994 el patentamiento a nombre del gobierno de Estados Unidos de la información genética de una mujer de la población Ngobe (guaymí en castellano), por su resistencia a la leucemia. Pese a que junto al pueblo Ngobe se logró cancelar esa patente, el mecanismo se siguió repitiendo, aunque con modificaciones de qué y cómo se patenta para intentar evadir cuestionamientos legales.
La “ventaja” de la diversidad genética de los pueblos indígenas de México para las empresas farmacéuticas fue justamente uno de los argumentos claves que esgrimió Gerardo Jiménez Sánchez para la creación del INMEGEN, del cual fue su primer director y permaneció hasta 2009. El principal proyecto de este instituto ha sido el “Mapa del genoma de las poblaciones mexicanas”, que no representa ningún beneficio para las comunidades y pueblos indígenas que fueron muestreados. Pero sí coloca en acceso público la información de variaciones genómicas obtenidas del muestreo de poblaciones en Sonora, Zacatecas, Guanajuato, Veracruz, Guerrero, Yucatán y “zapotecos de Oaxaca”, donde especifican el pueblo indígena, porque en otros estados, aunque tomaron mayoritariamente muestras de pueblos indígenas, también incluyeron población que consideraron mestiza.
Ese proyecto estuvo especialmente enfocado en poblaciones indígenas, pero la transferencia de datos genéticos de la población mexicana a empresas e instituciones públicas y privadas de Estados Unidos y otros países ocurre todo el tiempo, sea a través de proyectos de “investigación”, sea porque la mayoría de los laboratorios (públicos y privados) hacen firmar un acta de consentimiento -complicada, larga, difícil de entender- cuando tenemos que realizarnos algún análisis de tejidos biológicos, según el cual pueden disponer de nuestras muestras biológicas para investigación, que puede ser en el país o internacional. La mayoría de las personas firma este “consentimiento” sin haberlo leído ni entender sus implicaciones, tal como generalmente ocurre cuando aceptamos las condiciones de los programas digitales, de comunicación, etc.
Hackeo de biodatos
El valor de las bases de datos genómicos, de una forma parecida a lo que sucede con otras bases de datos de nuestra información digital, en mucho se basa en la cantidad y diversidad de datos que pueden acumular y la capacidad de programas -generalmente de inteligencia artificial- de manejar esos enormes volúmenes de datos.
A ello abonan proyectos como los descriptos antes, así como la toma de muestras por diversas razones de instituciones públicas, policiales, médicas y muchas privadas. En México una causa importante de por qué las personas dan voluntariamente su información genética es la búsqueda de familiares desaparecidos. En Estados Unidos y otros países, una serie de empresas privadas ofrecen buscar árboles genealógicos, rastrear antepasados lejanos, también pruebas de paternidad, etc. En varios países la toma de muestras genéticas y su conservación en manos de instituciones ocurre desde el nacimiento y/o puede ser una política pública manejada y/o impuesta por el estado, como sucede por ejemplo en China, Suecia, Islandia.
Al igual que sucede con todas las bases de datos digitales, también las bases de biodatos -sean de procedencia de proyectos investigación, médicos, policiales, comerciales- pueden y han sido hackeados a gran escala.
Existen muchos ejemplos recientes de irrupciones ilegales y robo de información en bases de biodatos de compañías privadas o públicas, que han accedido a millones -hasta decenas de millones – de datos personales. En 2020, el FBI entró aprovechando una brecha que alegan no haber sido su responsabilidad, a los datos de un millón de personas de las bases genéticas de la empresa GEDMatch para realizar búsquedas no autorizadas. Varias otras empresas que guardan biodatos entregados y pagados por consumidores han sido hackeadas con robo de información.
Los fines de tales irrupciones pueden ser comerciales, para estafas, fraude de identidad, chantajes, etc. A los gobiernos de China y Estados Unidos lo que más les preocupa es el uso que se podría hacer para desarrollar potenciales armas biológicas adaptadas a grupos poblacionales. Por lo cual seguramente lo estén intentando desarrollar ellos mismos, pero por supuesto no hay datos públicos al respecto.
La toma de muestras individuales de integrantes de un pueblo indígena, aporta datos sobre todo ese pueblo. La extracción, comercio y uso de datos digitales personales -incluyendo biológicos y genéticos – va mucho más allá que el uso individual, para generar además de abusos comerciales, nuevas formas de control y vigilancia, cruzando la información con la plétora de otros datos individuales y colectivos digitalizados.
Todo esto pone sobre la mesa, nuevamente y desde otras aristas, el impacto que tiene la digitalización en muchas áreas de nuestras vidas, que es mucho más que la suma de impactos y efectos individuales. Necesitamos enfrentar esta realidad desde la información, debate y acciones colectivas.
Fuente: https://desinformemonos.org/genes-humanos-robo-negocios-y-mas/
La nueva, novísima, nueva izquierda latinoamericana
Fértil en debates, enriqueció el movimiento emancipador, no sólo en América Latina (AL), sino en el entonces llamado Tercer Mundo. Sirva de referente, Franz Fanon y Los condenados de la tierra, obra decisiva para entender los movimientos de liberación nacional, la mentalidad del colonizador y las élites cipayas en África. En AL, a tenor de la revolución cubana, dos obras de referencia obligada vieron la luz: La historia me absolverá, de Fidel Castro (1953), y La guerra de guerrillas, del Che Guevara. Ambas sentaron las bases de las luchas contra las tiranías.
El mundo viraba a la izquierda. El movimiento de los No Alineados, la guerra de Vietnam, la crítica a la URSS, el rechazo al estalinismo, a la invasión de Checoslovaquia, el triunfo de la revolución China, fundamentó la crítica a los partidos comunistas apegados a la directriz soviética. Así, nació la nueva izquierda. Radical, anticapitalista, insurreccional y socialista. Sus principios contenían una denuncia a la explotación del hombre por el hombre. La nueva izquierda creció en dos frentes, el teórico, aportando categorías de análisis para interpretar las transformaciones del imperialismo, y en la praxis política, el surgir de los ejércitos de liberación nacional, adjetivados como guevaristas.
Su existencia abrió el debate sobre la transición, los modos de producción, la reforma agraria, la soberanía nacional, la independencia económica, los procesos de integración, las vanguardias, el antimperialismo. Bajo el paraguas del pensamiento marxista y el humanismo se levantó la nueva izquierda. El rechazo a los planteamientos anquilosados del PCUS y la URSS fueron caballo de batalla. Los ejemplos van desde México a Chile. No hubo país donde no prendiese la llama. Fue la refundación de la izquierda. De allí su apelativo: nueva. ELN, ERP, FMLN, FSLN, Tupamaros, MIR, entre otros.
Hoy, la novísima izquierda latinoamericana no juega en el mismo campo. Abreva del pensamiento antimarxista. Sus proyectos no contemplan el socialismo. Refractarias al anticapitalismo, se inventan un modo de producción ad hoc: el modo de producción democrático, verde ecologista, antipatriarcal y sostenible. En su interior, las relaciones de explotación capitalista, la contradicción capital-trabajo, se desvanece. En esta lógica, quizás valga la pena recordar el coloquio internacional El mito del desarrollo. Participaron, entre otros, René Dumont, Edgar Morin, Jaques Attali, Helio Jaguaribe y Cornelios Castoriadis. El objetivo, la crítica al desarrollo capitalista. Castoriadis marcó el inicio: Puede hacerse lo que se quiera con las palabras, pero, en definitiva, socialismo ha significado siempre abolición de la explotación.
Cumplidas dos décadas del siglo XXI, pandemia mediante, parafraseando a Castoriadis, podemos decir: hagan lo que quieran con las palabras, pero abandonar la lucha contra la explotación es abrazar el capitalismo. La nueva izquierda progresista, busca hacer del capitalismo un sistema menos desigual, respetuoso del ambiente, manteniendo intactas sus estructuras de dominación. Al decir del programa de Gabriel Boric, un mundo turquesa. El triunfo de Apruebo Dignidad y su candidato Gabriel Boric, en Chile, se ha identificado como nueva izquierda. Su elección, levanta una ola de nuevos fans, tal se tratase de un futbolista excepcional. Medios de comunicación y especialistas eufóricos, le vaticinan un futuro prometedor. Será mejor que Maradona, Pelé, Di Stéfano, Messi y Cristiano Ronaldo juntos. Revolucionará la política, la vida, la sociedad. Es joven, promete, además, marcó un gol de media cancha, obtuvo más de 50 por ciento de los votos, sorprenderá con un hacer virtuoso y vital.
Pero en futbol como en política, perdonen el símil, los batacazos suelen ser proporcionales a las esperanzas suscitadas. Pasado un tiempo, las ilusiones se convierten en frustración y llanto. Ocurre cuando las expectativas chocan con la realidad. Prometía pero no supo crecer; no tuvo buenos entrenadores; le aconsejaron mal; le pudo el ego y se creyó un supercrac.
En síntesis, quien iba a revolucionar el juego, resultó ser un jugador del montón. Se limitó a seguir las órdenes de entrenadores y los dueños de clubes. Besó todas las camisetas de los equipos a los cuales perteneció. Eso sí, vendió miles de ellas. Sin identidad, se reinventó para seguir siendo una gran promesa en ciernes. Así es la novísima izquierda latinoamericana y mundial. Levanta expectativas y más tarde se queda en nada. Desea ganar el poder a toda costa, pero sin proyecto.
Recurriendo nuevamente a la analogía futbol y política, podemos decir que son propuestas asociativas. Cooperar para ser mejores, asociarse en pro del bien común. Lo importante es jugar bien. Tener el balón, tratarlo con respeto. Sin equipo, ni estrategia, los mejores son peores. En política, sucede lo mismo. Para la izquierda, los principios son innegociables. No sirve ganar bajo la mentira, ser resultadista. Si es importante ganar, lo es más la dignidad no subastada, la palabra dada.
Por consiguiente, pueden surgir nuevos partidos políticos, pero si de entrada se renuncia a luchar contra las relaciones de explotación y avanzar en la construcción del socialismo, sólo queda gobernar para el complejo industrial, militar financiero y tecnológico del capitalismo digital. En conclusión, demos la bienvenida a la novísima izquierda latinoamericana y el modo de producción ecológico, verde, democrático y antipatriarcal. ¿Y el capitalismo? Bien, gracias.
La Jornada
https://clajadep.lahaine.org/?p=31321