1)una historia literaria de la Generación Beat
2)Uruguay-Las pioneras de la arquitectura nacional
3)Entrevista a Aurea María Sotomayor, poeta, docente e investigadora puertorriqueña


Allen Ginsberg.
Los hechos según Ginsberg: una historia literaria de la Generación Beat
Con el paso de los años, han sido tantos los kilómetros de tinta dedicados a la Generación Beat, tantas las semblanzas, los mitos, los ditirambos, los trascendidos, las biografías y las tesis que se han pergeñado a su alrededor, que la reciente aparición en español de una historia literaria del movimiento, a cargo de quien fuera uno de sus protagonistas más visibles, viene a conformarse en una suerte de manifestación de justicia.
Durante décadas, el poeta Allen Ginsberg (1926-1997) se dedicó a estudiar y a enseñar la vida y la obra de sus compañeros beatniks, presentando los resultados bajo la forma de clases, conferencias y diversos escritos. El libro Las mejores mentes de mi generación. Historia literaria de la Generación Beat, editado originalmente 20 años después de su muerte, reúne todo ese trabajo exegético con dos principios señeros: la claridad expositiva y la honestidad brutal.
A diferencia de otros movimientos programáticos, surgidos alrededor de un manifiesto y atados a consignas estéticas férreas, inamovibles por principios y propia determinación de sus integrantes, lo que luego se llamaría Generación Beat surgió en la década del 40 del siglo pasado, a partir de una desordenada suma de factores con epicentro en la Universidad de Columbia, en Nueva York, pero con reverberaciones en otros puntos de Estados Unidos. No es la intención de este articulillo historiar a la Generación Beat, algo que de tan repertoriado ya se ha convertido en una suerte de leyenda moderna (el rechazo a ciertos valores de la sociedad estadounidense, la influencia de la filosofía oriental, el uso de drogas variadas, la libertad sexual, etcétera), pero a efectos de avanzar en la historia que sobre el movimiento escribió Allen Ginsberg, conviene detallar, al menos, algunas de sus características.
Al principio, como en todo orden de la vida, está la cuestión del nombre, la palabra o el término que designa a la cosa. En el caso de la Generación Beat hay por lo menos cinco definiciones que sus protagonistas manejaron en los albores del movimiento, en un gesto de apertura formal y semántica que desestabiliza desde el arranque al ejército de etiquetadores de los estudios literarios. La expresión “Generación Beat” surgió a finales de 1950, en una conversación entre los escritores Jack Kerouac (1922-1969) y John Clellon Holmes (1926-1988), cuando ambos discurrían sobre la naturaleza de las generaciones, recordando el glamour de la llamada “Generación Perdida”. Kerouac dijo entonces: “Ah, esta es sólo una generación beat”, pero no con el propósito de endosarle un nombre el movimiento sino, al contrario, para que no tuviera ninguno. Así, como al pasar, el nombre comenzó a hacer ruido en la prensa (Clellon Holmes publicó, a finales de 1952, un artículo en la revista dominical de The New York Times, llamado “Esta es la generación Beat”, y unos meses después, en el libro New World Writing, una antología de bolsillo, Kerouac incluyó de forma anónima un pasaje de su novela En el camino, con el título “El jazz de la generación Beat”).
Luego de que el término se expandiera por los medios, el propio Kerouac se dedicó a machacar, en entrevistas, conferencias y lecturas públicas, acerca de la raíz de la palabra “beat” (a saber, “be-at”, “estar en”, como en beatitud o beatífico), subrayando que su alcance refería a “la noche oscura del alma” o a “una nube de inopia”, al necesario abatimiento de la oscuridad que precede a la apertura de la luz, a la anulación del amor propio que da lugar a la iluminación religiosa.
Todos esos devaneos conceptuales se unificaron tras la conformación de un grupo de amigos que escribía poesía y prosa, dándole forma así al llamado “movimiento literario de la Generación Beat”, integrado, además de los ya mencionados Ginsberg, Kerouac y Clellon Holmes, por William Burroughs (1914-1997), Herbert Huncke (1915-1996), Gregory Corso (1930-2001), Philip Lamantia (1927-2005), Peter Orlovsky (1933-2010), Neal Cassady (1926-1968) y Carl Solomon (1928-1993), a los que también se sumó una serie de escritores de San Francisco, tales como Michael McClure (1932-2020), Gary Snyder (1930) y Philip Whalen (1923-2002), entre otros. Un artículo a modo de balance sobre las actitudes generales, la moral y la literatura de los beats, aparecido en la revista Life, así como una serie de textos sobre la Generación Beat que publicó el periodista Alfred Aronowitz en el New York Post, legitimaron al movimiento ante el gran público.
Después de la publicación de En el camino, en 1957, Jack Kerouac fue invitado a dar una conferencia en el Hunter College, instancia a la que llegó engañado, pues los organizadores del evento, en realidad, querían desenmascarar al movimiento, valiéndose de la presencia en la sala del crítico James Wechsler, que entonces dirigía el New York Post, el antropólogo Ashley Montagu y el novelista inglés John Wain. Luego de diversos cruces en el escenario, y del intento de algunos de los presentes por impedirle a Kerouac leer su discurso, el escritor logró que en la sala se hiciera el más monacal silencio y arremetió con la lectura. En un pasaje de la conferencia, llamada “El origen de la Generación Beat”, Kerouac precisó el momento exacto de la aparición del movimiento, en un párrafo tan desestabilizador como genial: “La Generación Beat se remonta a la década de 1880-1890, cuando mi abuelo Jean-Baptiste Kerouac salía al porche en medio de una tormenta, agitaba una lámpara de queroseno ante los rayos que caían y gritaba: ‘¡Vamos, venid si sois más poderosos que yo, fulminadme y apagad esta luz!’, mientras la madre y los hijos permanecían encogidos en la cocina. Y nunca se apagó ninguna luz”.
Ginsberg profesor
En el preámbulo al flamante libro Las mejores mentes de mi generación, la poeta Ann Waldman (1945), perteneciente a la llamada “segunda Generación Beat”, señala que la serie de conferencias en las que Allen Ginsberg se dedicó a historiar y analizar la vida y la obra de algunos de sus compañeros del movimiento, y las de él mismo, formó parte del primer trabajo docente que el autor de Aullido desarrolló para el departamento poético Jack Kerouac School of Disembodied Poetics, de la Universidad de Naropa, en Boulder, Colorado, considerada “la primera universidad occidental de inspiración budista”. Durante 23 años –desde 1974 hasta 1997, el año de su fallecimiento–, en medio del entorno montañoso y milenario de las Rocosas, con la sombra de Jack Kerouac, que al momento del inicio del curso llevaba cinco años muerto, planeando sobre el lugar, Ginsberg se propuso, según Waldman, “estatuir el canon literario Beat mientras siguiera con vida la mayor parte de sus compañeros. Dónde empezó todo, quién conoció a quién, cuándo y en qué circunstancias. Dar su propia visión de testigo excepcional”.
Como profesor, Allen Ginsberg no se redujo al papel de un mero conferenciante que lee su material ante el auditorio; las clases están atravesadas de anécdotas, reflexiones, pertinentes análisis de diversos pasajes de las obras presentadas y una cuidada dosis de chismorreo, a través del cual los escritores beatniks, incluyéndose él mismo, son bajados del pedestal en el que el propio culto del movimiento los fue colocando. Las conferencias se centran en los años más fértiles del movimiento, a saber, desde mediados de la década del 40 hasta finales de la del 50, y en lo que se escribía en Nueva York (está prácticamente elidido el trabajo de los beatniks de la costa pacífica, por lo que Philip Whalen y Gary Snyder son meras referencias y el poeta Lawrence Ferlinghetti, que a través de la editorial de su mítica librería City Lights fue tan importante en la difusión de algunos libros de la generación, para empezar el propio Aullido, de Ginsberg, apenas es mencionado). La vida y la obra de Jack Kerouac ocupan la mayor parte de las conferencias, seguida de cerca por las de William Burroughs, Gregory Corso y Ginsberg, claro está. John Clellon Holmes, Peter Orlovsky y Carl Solomon complementan el programa, con apartados menores.
Todo el trabajo de organización de las conferencias bajo la forma de un libro fue obra de Bill Morgan, que además de oficiar como archivista de Allen Ginsberg hasta la muerte del poeta, es una de las personas que más han investigado a la Generación Beat. Durante años, Morgan transcribió y editó el copioso material de las conferencias, cotejando versiones en grabaciones diferentes, eliminando repeticiones y, por tratarse de un material esencialmente oral, agregando los necesarios puntos, comas y otros signos afines.
En la presentación del curso que Las mejores mentes de mi generación compila, Morgan ofrece un interesante retrato del Allen Ginsberg profesor, un poco apartado de esa imagen mediática que el poeta labró con los años (larga barba entrecana algo descuidada, ropones flameantes y coloridos): “En total, Ginsberg dio cinco veces el curso ‘Historia literaria de la generación Beat’, con casi un centenar de conferencias, que abarcaron una cantidad pasmosa de material. Muchas personas se sorprenden cuando se enteran de que Ginsberg era un profesor exigente que esperaba que sus estudiantes fueran muy leídos y acudieran muy preparados a las clases. A menudo les encargaba más lecturas de las que podían completar”.
Otro apunte interesante de Morgan tiene que ver con la entrega con la que durante años Ginsberg desarrolló sus conferencias: “Las opiniones de Allen cambiaron poco durante los años que dedicó al curso. Siempre pensó que Kerouac era el mejor escritor, Burroughs el mejor intelecto y Corso el poeta con mejores dotes naturales. A menudo volvía sobre las mismas páginas de estos autores para señalar un pasaje interesante o notable, y la admiración que sentía por ciertas palabras clave no titubeó nunca”.
Momentos
Desde luego, en el repaso que Allen Ginsberg realizó de la historia literaria de la Generación Beat se encuentran todos los momentos fundantes, icónicos, que forman parte desde hace décadas del folclore del movimiento –Jack Kerouac escribiendo En el camino en un único rollo de 120 pies de largo; William Burroughs matando a su esposa de un disparo mientras jugaban a Guillermo Tell en México; Kerouac llegando a Tánger para mecanografiar y ordenar el manuscrito de El almuerzo desnudo, de Burroughs; las temporadas de Gregory Corso en la cárcel, aprovechando a leer poesía clásica en la biblioteca de la prisión; la primera lectura pública de Aullido, con sus famosos versos iniciales (“He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles…”) resonando ante un público expectante–, pero también es posible hallar innúmeras escenas poco conocidas e iluminadoras, referidas por alguien que supo ser parte y testigo de los hechos.
Al remontarse a los albores literarios del grupo, Ginsberg se detiene en quiénes fueron los mentores de Jack Kerouac, además de dedicar varias páginas al comentario de la admiración del novelista por la obra de Thomas Wolfe, repleta de larguísimas frases de prosa sinfónica y compleja sintaxis, y de un sentido del júbilo, de la alegría de estar vivo, que hacía, por ejemplo, que el autor de Del tiempo y el río se largara a gritar dos por tres en plena calle ante la propia dicha de la existencia (una suerte de sinsentido del destino, ya que Wolfe murió de una tuberculosis miliar pocas semanas antes de cumplir 37 años, mientras que Kerouac lo haría por una cirrosis hepática, a los 47).
de los precursores de Kerouac, se destaca el nombre del profesor Raymond Weaver, el mismo que halló en un baúl el manuscrito de Billy Budd y se convirtió en el primer biógrafo de Herman Melville, y que fuera el lector inicial de los tempranos escritos del autor de En el camino, en la Universidad de Columbia. Weaver, ya un veterano durante aquel encuentro en Columbia, entre otras cosas había vivido un tiempo considerable en Japón, y fue quien le pasó a Kerouac una serie de lecturas zen, que marcaron el primer contacto del grupo con la filosofía oriental.
Otro elemento clave de los años iniciales de conformación del movimiento beat es la temprana e intensa vinculación con el jazz, especialmente a partir de la labor de Symphony Sid, un pinchadiscos que, a principios de la década del 40, transmitía un programa sobre el género durante toda la noche. El jazz moldeó las ideas de Kerouac alrededor de la prosa, acerca de cómo debía desarrollarse un texto, en una suerte de traslación de lo que en música hacían saxofonistas como Lester Young y Charlie Parker, o trompetistas como Dizzy Gillespie. En un momento, Kerouac se dio cuenta de que las notas arrancadas a aquellos instrumentos reflejaban las irregularidades rítmicas del habla de los negros. Ginsberg afirma en una conferencia que, en sus mejores momentos, Kerouac pretendía que su ritmo en la escritura fuera una larga frase volátil que sonara como ‘Ornithology’, de Parker, o ‘Night in Tunisia’, de Gillespie.
Entre los nombres que Allen Ginsberg rescata en su historia de la Generación Beat, se encuentra el de Jerry Newman, que además de asesorar a Kerouac y a los otros en los vastos terrenos del jazz, fue determinante en la llamada “técnica de los recortes” (cut-up) de William Burroughs, en la que textos recortados al azar y vueltos a armar conforman un nuevo texto. Newman, que atesoraba una importante colección de cintas con los más variados registros, le hizo escuchar cierta vez a Burroughs la grabación de un locutor de la BBC borracho: al leer las noticias bajo los efectos del alcohol, el informativista no sólo cometía diversas equivocaciones, sino que dejaba que su inconsciente aflorara en el discurso. El episodio fue el que llevó a Burroughs a reflexionar sobre lo que podría ocurrir si se decía en público lo que se decía en privado: “¿Y si lo privado e inconsciente irrumpía en público y la gente escribía como pensaba? ¿Y si la verdad irrumpía en los medios, incluso en la novela?”. El inclasificable personaje del doctor Benway, de El almuerzo desnudo, surgió de aquella reveladora reflexión, pero también, desde luego, libros posteriores como El ticket que explotó y Nova Express.
Cada una de las conferencias compiladas en el libro presenta momentos reveladores como los anteriores, analizados desde la perspectiva de lo que terminaron aportándole a cada autor en particular y al movimiento en su conjunto. Se trata de situaciones específicas, iluminaciones concretas, narradas y desmontadas por alguien que las vivió o recibió de primera mano y que las presenta ante los demás con justeza, sin ningún atisbo de la parafernalia vinculada a la gloria.
Así lo resume el propio Ginsberg en la presentación del curso, cuando recrea el sentido de pertenencia del movimiento y la fugacidad de cada uno ante el omnipresente devenir del cosmos: “Hablaremos del común reconocimiento de la transitoriedad de la existencia, que es la base de la ternura de todo el mundo. La conciencia de que estamos sentados en un aula como un puñado de fantasmas dóciles y deshuesados, y de que no estaremos aquí mucho tiempo. En consecuencia, vislumbrábamos el esplendor del momento como base de nuestro entendimiento literario”. He ahí la clave: fantasmas, amistad y literatura o, como decía Kerouac, el necesario abatimiento de la oscuridad que precede a la apertura de la luz. Y todos los libros que dejaron.
Las mejores mentes de mi generación. Historia literaria de la Generación Beat. De Allen Ginsberg. Anagrama, Barcelona, 2021. 528 páginas. Traducción de Antonio-Prometeo Moya.
Las pioneras de la arquitectura nacional
Señorita arquitecto es una muestra que se podrá visitar en el Centro Cultural de España hasta el 19 de febrero. Trata sobre las primeras cinco mujeres que se recibieron de la Facultad de Arquitectura en las décadas del 20 y el 30: Julia Guarino Fiechter –egresada en 1923, quien fue la primera mujer arquitecta de Uruguay–, María Beya Cayo, Adela Yanuzzi, Gyptis Maisonnave Pagani y Sara Morialdo.

En el hall de entrada del Centro Cultural de España (CCE) se presenta una serie de textos, a modo de reseña biográfica, de estas cinco arquitectas. Junto a sus nombres, claramente destacados, hay fotos de las inscripciones de sus firmas en obras que proyectaron (con la excepción de María Beya Cayo, de quien, por el momento, solo se conoce actividad como docente). Para el autor y curador de la muestra, Ramiro Rodríguez Barilari (fotógrafo e investigador, con una importante labor vinculada al área de la arquitectura, en particular en lo que concierne a la valoración y la preservación del patrimonio urbano de Montevideo), era importante que pudieran verse esas firmas, por el vínculo que tienen con la identidad arquitectónica de Montevideo y de Uruguay, y porque dan cuenta del ejercicio profesional que tuvieron estas mujeres. Acompañando estos textos, también se podrá encontrar material visual de diversa naturaleza, que le permitirá al espectador adentrarse en el contexto histórico específico.
El título de la muestra debe su nombre a que, en ocasión del segundo premio obtenido por Julia Guarino en el concurso para la construcción del frigorífico municipal de Montevideo, en 1924 la revista Arquitectura, órgano de prensa de la Sociedad de Arquitectos del Uruguay (SAU), se refiere a ella como señorita «arquitecto», sin adecuación del nombre de la profesión al género de la persona que porta su título.
Curiosamente, es una firma lo que da el puntapié inicial a la muestra. Hace aproximadamente 25 años, Rodríguez Barilari se encontraba caminando por la avenida Millán y le llamó la atención la inscripción que había en la fachada de una casa: «J. Guarino Fiechter / Arquitecta». Al considerar la época en que la vivienda fue construida –aproximadamente en los años veinte–, se sorprendió al imaginar la edad de la persona que la proyectó y la particularidad de que firmara como «arquitecta». En ese momento, si bien ya había tenido su pasaje como estudiante en la Facultad de Arquitectura, no se había preguntado por las mujeres en esa disciplina, y menos aún por las primeras mujeres universitarias. Fueron las ansias de averiguar más sobre esa enigmática firma lo que lo llevó, años después, a iniciar un proceso de investigación que fue mutando y tomando forma.
Estas cinco arquitectas no solo estudiaron y obtuvieron un título universitario, sino que también se desempeñaron como profesionales. Si bien esta constatación puede resultar una obviedad para la sociedad de hoy en día, en esos tiempos supuso un verdadero avance. Muchas veces, proyectaron y realizaron obras que se circunscribían al lenguaje de la época, el de la arquitectura moderna. Los cargos que ocuparon dentro de oficinas estatales les permitieron llevar a cabo obras de gran porte (por ejemplo, el caso del pabellón Martirené del hospital Saint Bois, que proyectó Sara Morialdo junto con Carlos Surraco). A su vez, viajaron a congresos internacionales, como fue el caso de Sara Morialdo y Gyptis Maisonnave Pagani, que en 1947 participaron en el Sexto Congreso Panamericano de Arquitectos, en Lima. La primera lo hizo como delegada del Ministerio de Obras Públicas (MOP) y la segunda, como delegada del Consejo Nacional de Enseñanza Primaria y Normal (en dicho congreso Sara recibió una medalla de oro y un diploma por el pabellón Martirené). También ocuparon cargos de importancia; Gyptis Maisonnave Pagani, por ejemplo, en los órganos de dirección y el colegio de jurados de la SAU, y Julia Guarino fue jefa de la Dirección de Arquitectura del MOP. A su vez, algunas de ellas tuvieron participación en el terreno político. En 1958, Julia Guarino integró una lista de candidatos al Senado por el sublema Batllismo del Partido Colorado, además de formar parte de organizaciones dedicadas a la promoción de los derechos de las mujeres, como la Asociación de Mujeres Tituladas de la Universidad, que cofundó en 1935 junto con Paulina Luisi. Con un matiz ideológico distinto, Sara Morialdo participó, e incluso presidió, organizaciones vinculadas con el catolicismo.
Uno de los principales aportes de Señorita arquitecto es a la generación de nuevo conocimiento acerca de la práctica profesional de las primeras mujeres arquitectas (incluso universitarias) de Uruguay. Rodríguez Barilari parte de un punto en el cual prácticamente no existía nada, a excepción de algunos documentos sobre Julia Guarino y Sara Morialdo. Buena parte de la información fue obtenida a través de entrevistas a familiares de las arquitectas, a partir de las cuales fue tejiendo hilos y vinculando datos que luego se constataron con material de archivo. Una de las dificultades de la investigación radica en la imposibilidad de acceder a testimonios directos, ya que todas estas arquitectas se encuentran fallecidas a la fecha y además, salvo la excepción de Julia Guarino, tampoco han dejado registro de memorias (diarios personales o de viaje, libretas de apuntes, entre otros). A su vez, como ninguna de ellas tuvo hijos, en algunos casos también se hace difícil encontrar familia directa con la cual dialogar. Por ejemplo, en el caso de María Beya Cayo, el curador solo llegó a contactarse con la familia política de su familia política. Esto probablemente incida en que su biografía sea la más escueta.
Puede decirse que otro de los motivos de las dificultades para encontrar fuentes bibliográficas se debe a la propia tradición historiográfica de la que formamos parte, que no es exclusiva de la arquitectura, sino que también incluye a la historia de la ciencia y del arte. En ella se ha ponderado la figura del «genio creador» o «héroe», que se asocia a la imagen de un hombre blanco, burgués y europeo. Los aportes de las mujeres a la historia, cuya figuración no coincide con la del «genio creador», han tendido a ser invisibilizados o, en los casos en que sí han sido tenidos en cuenta, han sido minimizados o subestimados. En estos últimos años, desde la academia está habiendo algunas tendencias que, desde marcos teóricos alternativos, están buscando dar cuenta de estas ausencias e intentan subvertirlas. Por ejemplo, en el caso local, en la edición 2021 del curso Arquitectos Uruguayos, impartido por el Instituto de Historia (IH) de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, por primera vez se incluyó en el programa a dos arquitectas mujeres, Julia Guarino y Nelly Grandal. Además, el IH está llevando a cabo un proyecto de investigación llamado Arquitectas (2020-2022), que se propone identificar y analizar críticamente, desde una perspectiva de género, las obras y los desempeños profesionales de las 167 arquitectas recibidas en la Facultad de Arquitectura entre 1923 y 1970. Uno de los elementos que se constataron es que, a pesar de la casi total ausencia de menciones a arquitectas mujeres en publicaciones de referencia, la revisión de distintos materiales de archivo demostró que sí hubo mujeres arquitectas que participaron en muchos proyectos y obras, ejerciendo su profesión en la academia, en oficinas técnicas del Estado y en el ámbito privado, a la par que sus colegas varones.
Señorita arquitecto trae, desde los márgenes, nuevos personajes a la escena de la historia de la arquitectura nacional y permite problematizar los relatos existentes. Al destacar figuras que históricamente han tendido a quedar relegadas de las grandes narrativas, esta muestra no solo contribuye a una mayor equidad, sino que enriquece nuestro entendimiento del pasado y la conformación de nuestra identidad como país y sociedad. Es importante que estos esfuerzos permanezcan en el tiempo y se multipliquen, y que no solo queden en lo anecdótico de esta propuesta expositiva particular, que al menos sabemos que contará con su segunda parte en 2023, cuando se cumplan 100 años del egreso de Julia Guarino de la Facultad de Arquitectura.
Fuente:https://brecha.com.uy
Entrevista a Aurea María Sotomayor, poeta, docente e investigadora puertorriqueña
“Mi poesía es el polo que utiliza el (la) funámbulo(a) para guardar el equilibrio, lo que no me permite caer y, quizás, lo que me sobrevive”
Aurea María Sotomayor (San Juan, Puerto Rico, 1951-), poeta, editora, ensayista, crítica literaria, antóloga, docente e investigadora, se graduó de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (B.A., 1972). Prosiguió estudios graduados en la Universidad de Puerto Rico y la Universidad de Indiana, de donde obtuvo su Maestría en Literatura Comparada (M.A., 1976). Completó su primer Doctorado en el Departamento de Español y Portugués en la Universidad de Stanford (Ph.D., 1980) y su segundo Doctorado en Derecho en la Universidad de Puerto Rico (J.D., 2008). Ha ejercido como docente en su país natal, y en la actualidad ejerce como docente en el Departamento de Literaturas y Lingüísticas Hispánicas de la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos. Es Premio Casa Las Américas 2020, por su trabajo Apalabrarse en la Desposesión. Literatura, arte y multitud en el Caribe insular. Tiene a su haber una veintena de libros publicados, unas diez contribuciones particulares en otros libros colectivos, unos cinco libros editados, y veinte folios de artículos, conferencias, y trabajos publicados en revistas y antologías literarias. Una vida útil, como pocas. Aurea María me ha dado respuesta a unas preguntas que me enorgullece nos haya contestado. Son todas para ser compartidas con vosotros.
1.1 Wilkins Román Samot (WRS, en adelante) – Una vida dedicada a la poesía, una obra que le recoge. En el 2019 publicasteis Operación funámbula. Antología personal (1973-2018). ¿De qué trata o tratas en Operación funámbula y cómo recorres entre la literatura y la realidad o no ficción?
1.2 Aurea María Sotomayor (AMS, en adelante) – Operación Funámbula es una recopilación de todos mis libros de poesía hasta ese momento: Aquelarre (1973), Velando mi sueño de madera (1980), Sitios de la memoria (1983), La gula de la tinta (antología, 1994), Rizoma (1998), Diseño del ala (2005), Cuerpo nuestro (2013), Artes Poéticas (antología, 2014), La noche es otra luz (2017), Chuvento o lengua secreta (2017). De Aquelarre (1973), solo incluyo algunos poemas al finalizar la colección. Allí también reorganizo cronológicamente los libros que permanecieron inéditos hasta el 1994: Detalles de filiación (1977), Sáficas y Ojeras de su pulso, todos incluidos en mi antología, La gula de la tinta. Detalles de filiación, por ejemplo, lo escribí mientras estudiaba mi maestría en Literatura Comparada en Bloomington, Indiana. Sáficas es un producto intermedio entre mis años de estudio en Stanford University y mi regreso a Puerto Rico, y Ojeras de su pulso son poemas que escribí durante esa década entre el 80 y el 90. El volumen incluye además un inicial recuento autobiográfico y una reflexión sobre mi poesía, escrita en dos tiempos, al final del volumen. En este momento tengo dos colecciones de poesía ya concluidas, o casi: Espacio teselado (Evergreen) y Casa para leer. El volumen recoge cuarentiséis años de búsqueda y de experimentación con varios lenguajes. Al mirarme retrospectivamente puedo ver en esa antología el tanteo, el descubrimiento, la sorpresa, el hallazgo, las ambivalencias. Es interesante poder mirarse así. No siento la tentación de enmendar o enmendarme pues cada etapa o libro la descubro y se descubre como una pausa movilizadora. Algunos textos se relacionan con el tejido que se arma entre cuerpo y memoria (Sitios de la memoria y Cuerpo nuestro), inmersiones casi místicas en la naturaleza (La noche es otra luz y Chuvento), búsquedas a pie (Chuvento o lengua secreta), ejercicios marciales y propuestas animales (Sitios de la memoria), estremecimientos y relecturas deleuzianas (Rizoma), y trabajo con la imagen, especialmente la fotografía y el cine en Rizoma y Sitios de la memoria. Diseño del ala comenzó conceptualmente aludiendo al “arco” como forma natural primero (el ala), para luego refugiarse bajo un pórtico o umbral que se abre a un puente. Es un libro enigmático pero revelador, porque comienza con el espacio de la poiesis que ubico en el Caribe, se hunde en la música y el poema breve un tanto hermético, que remite también a un libro anterior (Sáficas) y concluye con las máquinas de vuelo de Da Vinci donde manifiesto una cierta voluntad narrativa. Una de las lecciones que he extraído de ese recorrido es que una colección de poesía no es una recopilación de poemas, sino más bien un concepto en movimiento en cuyos centros neurálgicos se manifiestan o aparecen unas imágenes recurrentes que se descubren, en algunas ocasiones, a posteriori. Desde Sitios de la memoria las busqué adrede.
Sobre la segunda parte de la pregunta, Operación funámbula recorre un proceso donde la práctica de la escritura poética, el estado poético y la reflexión sobre la poesía se entremezclan, atraviesan y funden, cosa que también ocurre en y con mi trabajo crítico y ensayístico. Todos estos procesos que atañen a la interpretación, la crítica, la experimentación con el lenguaje, la exploración de otros vocabularios estéticos, la traducción, la enseñanza, el “dejarse ir” en el fluir escritural, son trabajos de refundición donde se nutren y auto-fagocitan al unísono. Citarse y re-citarse es parte de esa travesía de mi poética, ya sea en el orden crítico como en el orden poético. Lo funámbulo viene de ahí. Es el trabajo con la escritura, el alineamiento fervoroso de las paralelas, las similitudes, los silencios que se dejan entre ellos para que alguien los descubra, el mismo campo de irradiación (crítico o poético) a percibirse desde diversos ángulos. El estupendo dibujo de portada realizado por mi hijo, René Alejandro Duchesne Sotomayor, expresa la liminalidad, el riesgo y la pasión que me embarga en la cuerda floja que es la poiesis. En su dibujo se expresa verticalmente, donde el sujeto va borrando, limpiando o escribiendo renglones. La imagen del funambulismo es una de mis preferidas desde que iba al circo de pequeña, y luego leí el excelente tratado sobre el funambulismo de Petit, y vi el documental sobre el tema. Visualizo que mi vida se acerca bastante a esa cuerda floja y que mi poesía es el polo que utiliza el (la) funámbulo(a) para guardar el equilibrio, lo que no me permite caer y, quizás, lo que me sobrevive.
2.1 WRS – ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajar Operación funámbula? ¿Qué relación tiene Operación funámbula con vuestro trabajo creativo-poético anterior y hoy? En esta antología personal, ¿está toda vuestra poesía o es un recogido periódico de ésta entre el 1973 y el 2018?
2.2 AMS – En diciembre de 2018, Néstor Rodríguez presentó su antología de poesía caribeña en la Librería Laberinto en el Viejo San Juan (Isla escrita. Antología de la poesía de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, Amargord Ediciones, 2018). Fue un momento en que coincidimos en la lectura varios de los poetas incluidos en el volumen. Poco después, Néstor me propuso que sometiera mis libros a Amargord, pues esta editorial deseaba comenzar una colección caribeña. Me dio unos nombres y me comuniqué con ellos, Miguel de la Quintana (alias Chema) y el poeta dominicano León Félix Batista. Prácticamente, el volumen se montó en menos de un año. No me dio ni tiempo de contactar a algunos críticos y/o poetas, que son también mis amigos para que elles escribieran unas notas de contraportada. Antes de Operación Funámbula, donde podríamos decir, se reúne toda mi poesía, había publicado dos antologías: La gula de la tinta, que cubría mi poesía hasta aproximadamente el 1994, y Artes poéticas (San Juan: La secta de los perros, 2014). En Operación Funámbula se incluyen íntegramente (con excepción del primero, Aquelarre, del que incluyo algunos poemas) todos mis libros desde el 1973 hasta el 2018, y reviso algunos detalles de Cuerpo nuestro, publicadopor Ediciones Folium en el 2013. Ya está en prensa, bajo el sello editorial “La secta de los perros”, dirigido por el poeta y amigo Rafael Acevedo, otro poemario que he estado trabajando durante los últimos seis años: Espacio teselado (desde el Evergreen), que incluye poemas desde principios de los dos mil hasta nuestros violentos días y que, como anuncia su título, es un teselado donde interactúan la guerra, el racismo, la violencia social y los jardines.
3.1 WRS – Si compara su crecimiento y madurez como persona, poeta, docente, investigadora y escritora, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo-poético o no de entonces con el de hoy?
3.2 AMS – Una persona es un entramado complejo donde es imposible distinguir la dimensión estética de la docente y académica, por lo que es casi imposible contestar esta pregunta coherentemente. Menos aún cuando se abordan nociones relativas al crecimiento o la madurez, que podrían relacionarse (o no) con la conciencia que de sí misma una adquiere con el paso de los años. Se trata más bien de una articulación delicada cuyo despliegue depende de muchos detalles y circunstancias; en fin, depende de la vida que a cada unx le ha tocado vivir. La mayor diferencia entre el trabajo creativo de ayer con el de hoy es precisamente la escasa compartimentación de ese haz de capacidades o facultades que se tienen a mano. Digamos que antes (en los setenta) era más fácil separarlos y ya no. La auto-fagocitación, el préstamo de otras artes y el diálogo con otros lenguajes que se opera en el mundo sensible tiene sus efectos en la dimensión académica, y a la inversa. Estimo que lo que se afina es la estructura en el que se estampa, fija o desenvuelve el lenguaje que escojo para mis planteamientos. Creo que la estructura lo determina todo, un sistema de pensamiento que se va imponiendo en el quehacer poético que irradia hacia todas las otras dimensiones, y que vienen o acuden para complementarlas y re-definirlas. Poco a poco se va reformulando un sistema de sentir/pensar que de alguna manera permea toda acción estética, trátese del ensayo, de la investigación, de la poesía o del hacer cotidiano, que tanto dice de nosotros. Hay que tener suma precaución para que la violencia que hallamos en las instituciones que nos rodean (en mi caso pienso particularmente en el papel que las universidades ejercen sobre sus sujetos, les profesores) no nos fracturen o modifiquen el ser íntimo. Esas instituciones violentas (en su dimensión pragmática y capitalista) atentan contra la vida; y hay que protegerse de ellas de algún modo y muy activamente. En ese caso, lo esencial es estar alertas, que no nos roben el ser, la sensibilidad. Es sumamente paradójico que allí desde donde se puede generar conocimiento, interacción y vida en las jóvenes generaciones tan ávidas de saber y tratar de comprender, haya también tanta muerte y desidia, dirigida exclusivamente por el ansia de poder, el patriarcado y el interés sucesivo y permanente de los diversos egos.
4.1 WRS – Aurea, ¿cómo visualiza su trabajo creativo-poético con el de su núcleo generacional de escritores y poetas con los que comparte o ha compartido en Puerto Rico, Estados Unidos y fuera?
4.2 AMS – Esta es una pregunta que requiere una mirada crítica y comparativa (semejanzas y diferencias) entre mi trabajo como poeta, crítica y traductora con la de mis compañeros y compañeras en la poesía, y para colmo, no solo a nivel nacional sino internacional. Tengo la satisfacción de conocer a excelentes poetas de mi país y de Latinoamérica (jóvenes y mayores ya reconocidos) y pienso que lo que enriquece mi escritura es precisamente la exposición a otras voces y el intercambio dentro de la diferencia, diferencias que hay que respetar como se debe. Lo que más me halagaría sería que el intercambio al que me refiero se produjera a nivel internacional, es decir, que la poesía puertorriqueña se conociera en el resto del mundo hispanoparlante, pensando en Latinoamérica y España, por ejemplo. Y en los Estados Unidos, donde cada vez crece más la población hispana. Mi trabajo antológico ha aspirado a esto, primero para crear y definir un diálogo entre las poetas mujeres en Puerto Rico (De lengua, razón y cuerpo. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1987) a la luz de lo que se hacía en ese momento durante la segunda ola feminista en la escritura de las mujeres en España, Chile, el Caribe, Argentina y Norteamérica. Esa antología, la primera en Puerto Rico que articuló conceptualmente el papel de nueve poetas jóvenes puertorriqueñas se agotó inmediatamente. En ánimo precisamente de la difusión de la tradición poética puertorriqueña, dos de mis proyectos más queridos son también antologías que quieren provocar o estimular dicho diálogo entre poetas a un nivel internacional: Red de voces (La Habana: Colección La Honda, 2011) y el volumen doble de Poesía Puertorriqueña de la colección Clásica de la Biblioteca Ayacucho (Caracas, 2021). Como detalla claramente el ensayo analítico que precede a la selección de la antología de Ayacucho, el objetivo es compartir, dar a conocer nuestra poesía y dialogar como pares con otras voces poéticas del Caribe y el continente. Por ahí podría comenzarse para producir realmente una respuesta a tu pregunta, cuyo ánimo es comparar. Es decir, en la lectura de mis contemporáneos y de mi tradición se halla también, sesgadamente, la lectura que hago de mi obra. Me resisto bastante a leerme (aunque es un ejercicio que no deja de ser interesante), pero el hecho de incluirme en las antologías que hago tiene una función. No podría auto-excluirme, me parece un gesto de falsa modestia. Toda la vida me he dedicado a este ejercicio antológico, a este intento de diálogo. Los materiales de base están ahí (junto con otras antologías) y ya los tiempos exigen que los lectores aparezcan para entablarlo. En ese sentido, mi respuesta a tu pregunta es esa oferta antológica cuyo propósito es abrir el campo poético, casi solicitar desde la oportunidad ofrecida desde La Habana o desde Caracas a que escuchen y lean la poesía puertorriqueña incluida en esas selecciones. Obviamente, es imposible incluirlo todo, y ya le tocará a las próximas generaciones ejercitar el gesto de la inclusividad y la apertura respecto al legado estético que reciben y el que transmitan. Mi obra crítica se ha dedicado a crear y elaborar esa recepción, desde Juan Antonio Corretjer hasta muchos de les poetas contemporáneos puertorriqueños, con incursiones creo que importantes en Gabriela Mistral, Ernesto Cardenal, Roque Dalton, Derek Walcott, y muchos otros. Sobre la evaluación de mi obra dentro de una generación o tradición específica, prefiero que otres poetas, lectores e investigadores se ocupen de ello.
5.1 WRS – ¿Cómo concibes la recepción a su trabajo creativo-poético dentro de Puerto Rico, Estados Unidos y fuera, y la de sus pares, bien sean escritores o poetas?
5.2 AMS – El proceso de recepción siempre es algo que hay que cultivar, es siempre un proyecto de futuro, si es que queremos lectores, claro. Hay poetas a quienes no les importa, o si les importa, saben que en algún momento les llegará su hora. No soy tan “pasiva”, digamos. Me interesa saber lo que piensan otres, cómo leen mi trabajo, cómo se leen elles en compañía de otres. Aquellxs escritores, que, como yo, carecemos de “agentes” literarios, desconocemos muchas de las “artimañas” existentes con el “darse a conocer”. Les llamo “artimañas” porque en la mayoría de las ocasiones lo que desencadena el conocer a un escritor o una escritora es un aparato muy supervisado, estrictamente calculado, dirigido por el capital. Prefiero, por eso, espacios de diálogos en colectivo, aun cuando cada poeta posea su estilo y voz particular, pero les unen unas circunstancias históricas particulares y unos objetivos específicos. Dentro de ese espacio común es que puede florecer la disidencia, que siempre es bienvenida. La disidencia desde el colectivo produce y torna más complejas dichas voces. Puerto Rico carece de casas editoras. No somos México, ni Buenos Aires ni Lima. Carecemos del espacio de una Feria del Libro de verdad. Las buenas librerías se cuentan con los dedos de una mano, y casi todas se hallan en la zona de San Juan (hay una en Ponce). Es una suerte de fatalidad haber nacido en una isla sin casas editoriales que de alguna manera exporten la actividad literaria nuestra (la Editorial de la Universidad de Puerto Rico murió hace muchos años). El diálogo con Latinoamérica siempre ha sido escaso, por un lado, por razones políticas relacionadas con nuestra condición de territorio norteamericano. Por el otro, por razón de una gran desidia y falta de curiosidad proveniente del otro lado. La condición de isla es inequívoca y fatal. Quizá ahora el continente se está abriendo poco a poco a otros nombres, pero estimo que Latinoamérica, o ese continente tan diverso que llamamos de ese modo, debe ampliar sus miras más allá de sus costas. Muchas veces es el ninguneo lo que hace “desaparecer” una escritura. Combatamos el ninguneo activamente. Hay algunos compañeros que ya se abren a ese diálogo, pero estimo que la intensidad de esa curiosidad debe modularse como debe, no por referencias, sino mediante el estudio profundo de nuestra tradición. Considero que mi trabajo en ese sentido ha sido intenso y acertado, principalmente con la difusión de las antologías hechas en Cuba y Venezuela. Me siento satisfecha, no solo como antóloga sino también como crítica. Hay otros esfuerzos, y siento que las mujeres poetas latinoamericanas, principalmente, han ido ampliando el radio de acción de esa difusión mediante la inclusión antológica. Son escasas las buenas editoriales que no se manejan desde el espacio fatal del amiguismo y que sí tienen como objetivo validar la escritura en lo que vale. Esto es una tendencia general. Puedo afirmar que en Puerto Rico esas pequeñas casas editoras no pasan de los cinco dedos de una mano; para ser precisa, quizás se reducen a tres o cuatro. Tengo la suerte de que mi trabajo poético ha estado presente de una u otra forma en varios países de Latinoamérica: Argentina, Ecuador, Chile, Perú, República Dominicana, y por supuesto, Cuba y Venezuela. En cierto sentido, me siento privilegiada al haber sido invitada a varios Encuentros Internacionales de Poesía, donde se entablan tantos lazos hermosos en la amistad, en la poesía. Me encantaría repetir una visita a la isla de Guadalupe, donde conocí a tantes excelentes escritores y gente linda del Caribe francés e inglés. Mantengo un diálogo muy activo con mi tradición (desde el ámbito crítico y poético) y con mis contemporáneos y jóvenes escritorxs en Puerto Rico, lo cual me satisface. Sin embargo, la pregunta continúa sobre la mesa. La recepción siempre tiene que ver con la difusión. Por tanto, ¿qué es difundir? ¿Cuáles son los motivos o resortes que inician la difusión? ¿Qué exige la difusión? ¿De qué manera el aparato crítico inserta la obra de los escritores puertorriqueños en su esquema al momento de dicha difusión?
6.1 WRS – Sé que vos es de Puerto Rico. ¿Se considera una autora puertorriqueña o no? O, más bien, una autora de literatura o poesía, sea esta puertorriqueña o no. ¿Por qué?
6.2 AMS – Mi trabajo como poeta y crítica surge de esa tradición caribeña, si se quiere ampliar el radio de lo isleño, si se quieren establecer vínculos con ese archipiélago variado y rico. Toda mi obra crítica se orienta en ese sentido archipelágico desde mis seminarios en el Departamento de Literatura Comparada en los noventa. “El archipiélago de la relación” fue el nombre del primer seminario que di en la Universidad de Puerto Rico y que he revisado y revigorizado en mis seminarios caribeños de posgrado en la Universidad de Pittsburgh. Mi segundo libro de crítica, Femina Faber: letras, música, ley (Callejón, 2004),así como Poéticas que armar (modos poéticos de replicar al presente en la cultura puertorriqueña (Editora Educación Emergente, 2017) y Apalabrarse en la desposesión. Literatura, arte y multitud en el Caribe insular (Premio Casa Las Américas, La Habana, 2020) dan fe de mi insistencia en el entramado caribeñista; también mi traducción del poemario The Bounty, (2010) de Derek Walcott. donde el paisaje, las voces, las plantas, los pájaros y el Mar Caribe están tan presentes. De modo que sí, soy de Puerto Rico, Caribe, hace mucho tiempo, e intento seguir siéndolo y extender las bases hacia esas partes del continente que queremos y que nos quieren. De otro lado, es muy importante continuar fortificando la relación con la diáspora isleña y latina en los Estados Unidos. Recordemos que las luchas por la emancipación política y cultural se desarrollaron a fines del siglo XIX en la ciudad de Nueva York. Ya hace muchos años me di cuenta de cuán crucial es mantener esos lazos con la población, con la humanidad, con nuestros compueblanos puertorriqueños, latinoamericanos, dominicanos, latinos, latinx y chicanos. Es una gran fuerza a desarrollar. Mi práctica docente me confirma cuán fundamental es cultivar ese gran jardín del afecto que son las poblaciones latinas en los Estados Unidos, cuántos vínculos tenemos ahí, cuánto dolor sufrido y cuánta fuerza puede extraerse de ese meollo tan rico. Y no solamente los latinos, latinoamericanos, latinx, sino una gran disposición de los jóvenes estudiantes norteamericanos a entender desde ese punto, desde esa perspectiva y ese momento a las poblaciones hispanoparlantes en los Estados Unidos. Ambas poblaciones son fuente de esperanza a nivel humano, cultural y político.
7.1 WRS – ¿Cómo integra su identidad étnica e identidad de género, y su ideología política con o en su trabajo creativo-poético?
7.2 AMS – Se integran espontánea y simultáneamente, tanto las armonías como las disonancias; no hay que hacer mucho esfuerzo.
8.1 WRS – ¿Cómo se integra su trabajo creativo-poético a su experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritora y poeta hoy?
8.2 AMS – De la misma forma en que se integran bajo la pregunta siete. Las fricciones son muchas cuando trata de armonizarse el trabajo como docente universitaria en la universidad actual con el trabajo poético-intelectual que impacte todos los ámbitos del vivir; por eso, quizás me jubilaré antes de lo que hubiera pensado.
9.1 WRS – ¿Qué diferencia observas, al transcurrir del tiempo, con la recepción del público a su trabajo creativo-poético y a la temática del mismo? ¿Cómo ha variado?
9.2 AMS – Continúan las mismas luchas: publicar, difundir, autopublicar, difundir; protegerse de las modas, que son muchas, crear un cierto grado de porosidad junto con cierta impermeabilidad.
10.1 WRS – Sé que vos tiene asuntos literarios pendientes en Cuba para este 2021. También, que vos ha coordinado una publicación en Ayacucho, Venezuela, de poetas puertorriqueños y editado un volumen sobre la obra de Eduardo Lalo en una revista universitaria de la Argentina. ¿Qué vos tiene que decirnos de los antedichos tres proyectos? ¿Qué otros proyectos creativos tienes recientes y pendientes?
10.2 AMS – He estado trabajando por una década en tres proyectos. Estos son un libro de ensayos que ganó el Premio de Casa Las Américas del año 2020, una antología de dos volúmenes en la Colección Clásica de la Biblioteca Ayacucho que abarca prácticamente un siglo de poesía puertorriqueña (1914-2020) y la edición de un libro sobre la obra de Eduardo Lalo. Todos están montados y publicados y en este momento lo que apremia es difundirlos. El dedicado a Lalo es un libro que se publicó digitalmente en la serie del Colectivo Crítico de la Universidad Nacional de La Plata en el 2020. De otro lado, tanto el libro del Premio como la Antología están en proceso de circulación pues se editaron y presentaron virtualmente en La Habana y en la Feria del Libro de Caracas en el verano del 2021. El libro del Premio se titula Apalabrarse en la desposesión. Literatura, arte y multitud en el Caribe insular. Parto de una organización cronológica entrecortada de varios escritores y artistas caribeños y los contemplo bajo la noción de opacidad que leo en los gestos a distancia de varios protagonistas caribeños y el concepto de la soberanía y la desposesión según trabajada por Judith Butler y Athena Athanasious. Podría decirse que Apalabrarse en la desposesión es una secuela a mi diálogo ya iniciado en Femina Faber (2004) con Fanon y Glissant. Acá converso temas relacionados con lo biopolítico, la necropolítica y la ética en mi diálogo con Mbembe, Weheliye, Negri y Badiou. Podría decirse que los protagonistas son tres: esclavos, zombis y presos. Comienzo con el comercio de africanos durante el tráfico esclavista y el precio que los seguros ingleses ponían a cada cuerpo a partir de la matriz del barco negrero que aparece en el libro de poemas Zong, de Marlene Nourbese Philip. Trabajo allí además la figura del zombi en gran parte de la literatura caribeña anglo y francófona hasta la obra de Dany Laferrière, le dedico una gran parte del texto a la condición del intelectual y artista “preso” a lo largo de nuestra historia intelectual puertorriqueña (Matos Paoli, Corretjer, Escobar, y algunos temas provenientes de Lalo, el Víctor Campolo de Rosario Quiles, el pueblo puertorriqueño mismo preso en una colonia norteamericana) y termino con un ensayo que escribí a partir de las manifestaciones de pueblo del verano del 2019 en repudio de las políticas implementadas por el exgobernador Ricardo Roselló, manifestaciones que enfoqué a partir del concepto de potenza de Antonio Negri. El recorrido ético se desplaza entre las reflexiones de Negri en Job, la fuerza del esclavo y Alain Badiou en Ética: un ensayo sobre el conocimiento del mal. Para dar una visión más o menos aproximada del libro, incluyo a autores como Marlene Nourbese Philip, continúa con una evaluación del concepto de abyección en las figuras del vampiro y el zombi en Europa, Latinoamérica y el Caribe como ejemplos de figuras liminares entre siglos, (Jean Rhys, René Depestre, Maryse Condé, Jacques-Stephen Alexis), la masacre del “perejil” según tratada por René Philoctète y Danticat, el tema del agua como bien a explotar por los poderes imperiales y neo-imperiales en Jacques Roumain (Gobernantes del rocío), Guadalupe Santa Cruz (Plasma) y Rosario Ferré (La casa de la laguna) y entro en el tema de la “soberanía” batailleana en un texto de Virgilio Piñera (La carne de René), el poemario Necrópolis de Lalo, el disenso político a dos manos de una acción de arte en la obra de Marcos Irizarry y el largo ensayo “Lo preso”. Terminé el libro en el 2019 y lo sometí al Premio de Casa Las Américas inmediatamente. Trata de ser un homenaje a la tesitura de vivir en las islas, y en Puerto Rico y la búsqueda de un diálogo caribeñista entre narradores, poetas, ensayistas y artistas plásticos como Elizam Escobar, Carlos Irizarry, Adal y Lalo. La Antología de la Poesía Puertorriqueña es un proyecto en dos volúmenes que lleva como portada un hermoso dibujo a color que hizo Elizam Escobar. Ya se publicó el primer tomo. Espero que el segundo se publique pronto. Es un proyecto retante, por el extenso ensayo que le precede donde abordo el tema de la “antología” en la tradición hispanoparlante, la edición, las políticas culturales. Se incluyen en la antología unos 42 poetas. El tercer libro es un trabajo en colaboración gustosa con varios ensayistas puertorriqueños de la diáspora, así como argentinos caribeñistas en diálogo en torno a la obra de Lalo: Textualidades de Eduardo Lalo. El nómada enamorado del nomos, que puede leerse desde aquí:
Próximamente, se publicará una selección de mi obra poética en Quito, Ecuador, además de mi nuevo poemario Espacio teselado (desde el Evergreen) que se publicará bajo la editorial independiente “La secta de los perros”, dirigida por el poeta y novelista puertorriqueño Rafael Acevedo. Mientras, sigue en progreso otro poemario titulado Casa para leer. Hay otros proyectos poéticos que forman parte de iniciativas de varias escritoras en España (bajo la editorial Pre-textos) y Colombia, que espero lleguen pronto a puerto seguro, es decir, a las manos de quienes leen, disfrutan y valoran la poesía.Wilkins Román Samot. Doctor de la Universidad de Salamanca, donde realizó estudios avanzados en Antropología Social y Derecho Constitucional.
Fuente: https://rebelion.org