🟌1) Reseña de Fabulaciones y otros textos en prosa de Antonio Machado
🟌2) Artishock-LOS MEDIOS PARA HACER CREÍBLE NUESTRA VIDA
🟌3) En homenaje a Migjel Angel Estrella
Reseña de Fabulaciones y otros textos en prosa de Antonio Machado (Dyskolo, 2022)
Fragmentos póstumos y dispersos del gran poeta español
A finales de enero de 1939, Barcelona, capital republicana martirizada por los bombardeos, está a punto de caer en manos de los franquistas. Antonio Machado, que ha buscado refugio allí, se ve obligado entonces a emprender con algunos familiares y amigos una precipitada huida hacia la frontera francesa. Cinco días les va a costar llegar, y a pie y empapados por una fuerte lluvia han de recorrer los últimos centenares de metros hasta ella.
Ya en Francia, encontrarán amistosa hospitalidad en Colliure, pero en breve se le declara al poeta, asmático, una neumonía, resultado de la mojadura, que pone fin a sus días el 22 de febrero. Poco después fallece su madre en la misma habitación de la posada.
Al tener que abandonar los vehículos para la fatal caminata, los fugitivos debieron dejar en ellos su equipaje, y así se perdió un maletín en el que el poeta guardaba celosamente varios manuscritos inéditos, entre ellos un libro que firmaba su apócrifo Abel Martín titulado Los complementarios. De los tres cuadernos que componían éste, sólo uno va a aparecer luego, el primero, y fragmentos de él irán viendo la luz en 1949, 1950 y 1955 en publicaciones periódicas. En 1957, la práctica totalidad de lo recuperado fue publicada por Losada, junto con artículos dispersos sobre asuntos literarios y otros textos, como su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua.

Todos estos trabajos acaban de ser recogidos por Dyskolo en un volumen que homenajea al gran lírico sevillano en el 83 aniversario de su muerte. Tras una versión electrónica de Campos de Castilla en 2020, este sello recupera ahora, esta vez en papel, unas páginas mucho menos conocidas, pero fundamentales para comprender el proceso creativo y las influencias que marcaron la producción de Antonio Machado.
Los complementarios
Esta obra contiene borradores y apuntes sobre temas diversos, elaborados entre 1912 y 1925. En ellos Machado por ejemplo reflexiona sobre el quehacer poético, y nos acerca a sus motivaciones y criterios a la hora de enfrentarse al papel en blanco y desarrollar la labor creativa: “Hay dos maneras de corregir: una es borrar; otra, hacer de nuevo.” “Sólo publico para librarme del maleficio de lo inédito. Y para no volver a acordarme de lo escrito.” Plasma también intuiciones: “Nunca estoy más cerca de pensar una cosa que cuando he escrito la contraria.” Y en ráfagas nos alcanzan destellos de su psique: “La mayor tortura a que se me puede someter es escuchar mis versos recitados por otro”.
Nos habla el maestro de sus lecturas, y no faltan comentarios sobre Unamuno, Baroja o Proust. Sin embargo, resulta evidente que es la poesía lo que más le apasiona, y nos descubre que es Virgilio su favorito, aunque no explica del todo las razones. Abundan intuiciones que revelan cómo concibe la lírica: “Los buenos poetas son parcos en el empleo de metáforas, pero sus metáforas, a veces, son verdaderas creaciones”, y lo demuestra con citas de Juan de la Cruz, modelo para él de contención frente al barroquismo que viene detrás, cuando la lírica muere y los poemas se convierten en “objetos mecánicos, buenos, cuando más, para curar el tedio infantil.” En estas divagaciones, se atreve el sevillano a juicios categóricamente lúcidos: “Después de Rimbaud, la poesía francesa entra en un período de desintegración.”
Se recogen en Los complementarios poemas originales, algunos presentados en una sección final en que son atribuidos a apócrifos cuyas biografías se resumen. Las formas son variadas: romances, canciones; hasta un soneto. Sobre esta composición, en otro sitio se afirma que entre sus cultivadores modernos en castellano sólo destaca Manuel Machado. Se expresan también opiniones sobre pintores, como Solana, “un Goya necrómano que pinta con insana voluptuosidad lo vivo como muerto y lo muerto como vivo”, o El Greco, en el que ve a un continuador de Miguel Ángel,
Antonio Machado mostró siempre una inclinación por la reflexión filosófica, sobre todo a través de sus apócrifos: Juan de Mairena y Abel Martín, y se multiplican aquí las incursiones en estos asuntos. En su repaso a los andamiajes filosóficos del siglo que nace, lamenta el eclipse de la razón, desbordada por el culto a la acción. Kant es, para él, el último pensador de gran estilo y, refutado el positivismo, constituye la referencia para el nuevo tiempo. A Leibniz y Schopenhauer los considera, antes que filósofos, creadores de geniales poemas, puestos en música, respectivamente, por Mozart y Wagner.
No faltan en estas misceláneas páginas anécdotas curiosas y reveladoras, como cuando su autor recuerda: «Conocí en Soria (1908) a un Sr. Noya, que fue el segundo marido de la madre de la mujer de Becquer. Este Sr. Noya me regaló, como presente de bodas, dos autógrafos de Becquer, dos composiciones inéditas que seguramente Becquer no hubiera publicado. Yo las quemé en memoria y en honor del divino Gustavo Adolfo».
Fabulaciones
Se incluyen en este apartado tres textos de carácter diverso. “Fragmentos de pesadilla” es un breve relato en el que un condenado a muerte dialoga en su celda con un peluquero que acude a ejercer de verdugo con una técnica de su invención. La ejecución es pública y después de ella Caronte desengaña al que creía haber muerto de manera original. La moraleja es la futilidad de nuestros desvelos ante la guadaña que a todos nivela.
“Gentes de mi tierra” nos presenta a dos españoles que Machado trata en París. Uno es un periodista ácrata, fustigador en su país de los poderes sociales y como tal, perseguido y exiliado, que sobrevive en Francia con unas clases de español. El otro es un “embustero, charlatán y polemista”, amante sólo de sí mismo, que abandonó a su mujer y sus dos niños en España y en París vuelve a hacer lo propio con la muchacha con la que vive y el hijo de ambos. El relato sirve a Machado para contraponer el ideal y el egoísmo como motores de la vida.
“La tierra de Alvargonzález” desarrolla en prosa el cuento-leyenda del romance homónimo de Campos de Castilla. El poeta nos describe su visita a la sierra de Urbión acompañado de un viejo campesino, que es quien le da a conocer la historia de los hijos codiciosos que asesinan a su padre y lo arrojan a la laguna Negra. La tierra es improductiva luego para ellos, y más tras repetir su crimen sobre el hermano menor que regresa rico de América. Los infames son al fin tragados por el abismo insondable de la laguna mientras gritan su arrepentimiento.
Discurso de admisión en la Real Academia de la Lengua
Se incluye el discurso preparado por Antonio Machado para ser leído en su ingreso en esta institución, que no llegó a materializarse. El texto comienza con una exhibición de modestia en la que, con exageración no exenta de humor, el autor declara no ser humanista, ni filólogo, ni erudito, y confiesa que, con excepción de algunos poetas, las bellas letras nunca le apasionaron. Se presenta como poco sensible a los primores de la forma, a la pulcritud y pulidez del lenguaje, y en fin a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido. “Lo bien dicho sólo me seduce cuando dice algo interesante” Después afirma: “Amo a la naturaleza, y al arte sólo cuando me la representa o evoca, y no siempre encontré la belleza allí donde literalmente se guisa”.
Sobre la sustancia de la poesía, ve ilógico hablar de “Nueva sensibilidad”, pero se muestra partidario de una “Nueva sentimentalidad”: “¿Cuántos siglos durará el sentimiento de la patria? Nada tan voluble y tan vario como el sentimiento. Esto deberían aprender los poetas. que piensan que les basta sentir para ser eternos. Los sentimientos cambian a través de la historia y aun durante la vida individual del hombre.”
Denuncia en el presente escuelas literarias arbitrarias y absurdas, por su guerra a la razón y al sentimiento, las dos formas de la comunión humana, y también la “descomposición” que a su juicio padece el movimiento simbolista: “La poesía actual trata de regresar a una poesía pura allende tiempo y espacio, sin darse cuenta de que como la paloma kantiana, ignora la ley de su propio vuelo…” Sobre esto mismo, en otro lado dice: “El genio calla porque nada tiene que decir cuando el arte vuelve la espalda a la naturaleza y a la vida, los ingenios invaden el estadio y se entregan a toda suerte de ejercicios superfluos”.
Se detiene Machado en dos «frutos tardíos» del espíritu decimonónico: Proust y Joyce, que sin ser poetas escribieron según él los poemas esenciales de su época. Al primero lo considera un gran psicólogo, “que evoca, con una panorámica visión de agonizante, toda una fenecida primavera social.” La obra del segundo es en su opinión “una vía muerta, un callejón sin salida del solipsismo lírico de 1800. La extrema individualidad de las almas, su monadismo hermético y autosuficiente, sin posible armonía preestablecida, es a la vez un canto de cisne y, por qué no decirlo, un canto de grajo”. La cuestión de fondo es que los valores morales tienen el mismo radio que las ideas, y los eclipses de unos y otras son fenómenos necesariamente concomitantes.
Para el mañana, Machado se atreve profetizar: “En poesía, el mañana, señores, bien pudiera ser un retorno (nada enteramente nuevo bajo el sol) a la objetividad y a la fraternidad por otro lado. Una nueva fe (porque en el campo de las creencias es donde se plantean los problemas esenciales del espíritu) se ha iniciado ya. Comienza el hombre nuevo a desconfiar de aquella soledad que fue causa de su desesperanza y motivo de su orgullo.”
Otros textos
Artículos de 1920 en El Sol aportan crítica social sobre males endémicos de la piel de toro: “Dice el burgués: Al pobre,/ la caridad, y gracias./ ¿Justicia? No, justicias/ para guardar mi casa.” También se reivindica la naturaleza, “donde debe libar el artista”, y se comentan textos de Eugenio d’Ors, auténtico pensador, según Machado, en un país de “matonismo intelectual”. En1929 el sevillano ve a la juventud española benévola, pacífica y más ilustrada que sus progenitores, pero la literatura que está creando la encuentra filosofante en exceso, y alejada de la intuición y emotividad imprescindibles.
Una conferencia de 1922 en Segovia sobre literatura rusa resalta la universalidad de sus grandes escritores, que Machado ve indisciplinados e intuitivos, y atentos al sufrimiento y la fraternidad humanas a través del cristianismo más místico, que busca a Dios por el amor. Insiste sobre esto en otro artículo de 1934 sobre una posible lírica comunista, pero ve la caridad evangélica del pensamiento ruso prerrevolucionario retrocediendo hacia un determinismo económico que le suena veterotestamentario. De todas formas, no descarta una relectura del marxismo, fiel a las esencias seculares de Rusia.
La tertulia del maestro
Los grandes poetas nos dejan obras que estarán vivas mientras lo humano aliente, porque canalizan un impulso profundo y tienen la virtud de elevarnos como pocas veces las palabras saben hacerlo. El individuo detrás de los versos sublimes y los misterios de su creación son un enigma siempre y rebuscamos las claves en la vida y la obra del poeta. Por esto nos apasionan los detalles de su biografía, sus observaciones sobre filosofía o historia, y sobre todo sus juicios sobre los movimientos poéticos y las perspectivas del quehacer literario.
Antonio Machado escribe en una época de transición en la que la poderosa lírica del siglo XIX busca nuevas formas El gran interés de Fabulaciones y otros textos en prosa reside en que aporta valoraciones, en aquel momento crucial, tanto sobre las referencias del pasado como sobre los caminos que por entonces se trataban de abrir para la poesía. De la lectura emerge una imagen del autor de Campos de Castilla como alguien que aprecia los viejos tesoros, pero también muy crítico cuando la orfebrería no va acompañada de pensamiento valioso. Su preocupación es que la música de los versos sea un eco de la reflexión que los nutre, y en su caso concreto, que esté al servicio de sus grandes motivos, la naturaleza y la crítica social.
Ediciones Dyskolo nos ofrece con esta obra la visión de un gran poeta sobre un periodo decisivo del mundo y la literatura. A través de sus opiniones sobre filosofía, historia y los más variados asuntos, comprendemos mejor cómo se gestaron los versos inmortales de Antonio Machado, pero también tenemos la sensación de habernos acercado a la tertulia del maestro y haber escuchado sus palabras de cada día ante la vida cambiante.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
Fuente: https://rebelion.org

LOS MEDIOS PARA HACER CREÍBLE NUESTRA VIDA
Por Bonaventure Soh Bejeng Ndikung | Berlín
Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las
criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la
imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los
recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Este es, amigos, el nudo
de nuestra soledad.
Gabriel García Márquez — La soledad de Latinoamérica [1]
DE LA SOLEDAD Y LA SOLIDARIDAD O EL BLANQUEO DE LA SOLIDARIDAD
Desde la violenta invasión rusa de Ucrania hace unos días, me encuentro -como muchos otros, supongo- inquieto de día y aún más de noche. Cuando los pájaros se acomodan para dormir, los grillos grillan y otros insectos proclaman y celebran la noche con sus trinos y otros ruidos chirriantes, me he encontrado inquieto, dando vueltas, revolviendo y amasando mi almohada toda la noche. Al amanecer mi almohada parece haber pasado por las distintas etapas de los Seis estudios de almohadas (reverso) de Alberto Durero, de 1493. Y mientras observo las facetas y los contornos, los giros y las vueltas, las olas y las mareas agitadas, y las limpias eclosiones de Durero, me pregunto qué aspecto debe tener la almohada de Volodymyr Oleksandrovych Zelenskyy después de todas estas noches de bombardeos. Me pregunto cómo será el malestar del sueño y las noches de insomnio que el pueblo de Ucrania ha pasado en las últimas noches, dando tumbos y mordiendo los dientes en sus almohadas con cada golpe. Y pienso en las muchas personas ucranianas inocentes -hijas, hijos, hermanas y hermanos, amigos y familiares- que han pasado tantas noches sin almohadas en estaciones de metro y búnkeres. Todo esto mientras algunos líderes de la OTAN y occidentales -que metieron a Ucrania en este lío en primer lugar coqueteando y cortejando a Ucrania en su órbita, afirmando estar al lado de Ucrania cuando la mierda golpeó el ventilador, y luego escondiendo la cola entre las piernas como un perro ngong, y tachando de impresentables e impotentes las sanciones a Rusia y colocando así a Ucrania en una posición aún más vulnerable y delicada frente a un Putin despiadado y rencoroso, que no escatimará en utilizar el poderío atómico de Rusia para alcanzar su objetivo- parecen haber colocado sus almohadas jagga-jagga en la cabeza, tapándose los ojos y los oídos, escondidos en la comodidad de los cálidos apartamentos y oficinas. Por ello, toda mi solidaridad, simpatía y apoyo va con pueblo ucraniano en estos momentos insoportables.
En los últimos días, amigos dentro y fuera de mis círculos artísticos, artistas, colegas, estudiantes y muchos que realmente no conozco se han puesto en contacto conmigo para pedirme que haga una declaración pública y firme o comparta cartas en solidaridad con Ucrania. Si bien he compartido mi solidaridad con ellos, he dejado claro, al igual que he hecho en los últimos años cuando me han contactado en relación con otros conflictos, que la solidaridad no es una calle de sentido único: la solidaridad debe ser multidimensional y multidireccional; la solidaridad no es de color blanco y debe aplicarse también a los “más oscuros que el azul” del mundo; y la solidaridad no puede ser una noción o práctica racializada.
Este llamamiento a la solidaridad, especialmente en apoyo de los ucranianos que intentan salir del país para llegar a Polonia y otros países vecinos, es muy oportuno, ya que los niños, las mujeres y los hombres se encuentran en una situación desesperada. Pero lo más desconcertante es que en pleno invierno, hace apenas unas semanas, miles de personas que huían de la guerra en Siria también intentaban cruzar estas mismas fronteras hacia Polonia, pero eran golpeadas, maltratadas y disparadas por la policía fronteriza, mientras que a muchas se las dejaba morir en el frío. Ninguno de los muchos colegas y amigos que me escriben hoy, y muy pocos en mis círculos internos, mostraron preocupación por la suerte de los refugiados sirios, y ninguno inició un movimiento de solidaridad por la causa siria. ¿Acaso las mujeres y los niños sirios no merecen tanto refugio y solidaridad como cualquier otro ser humano necesitado?
Mientras escribo esto, circulan por las redes sociales noticias y vídeos que muestran a cientos de los más de treinta mil africanos que se encuentran en Ucrania y que intentan, también, abandonar el país. La única diferencia es la cuestión de que por qué el mundo que se une en solidaridad con Ucrania, el ejército y la paramilicia ucranianos, al mismo tiempo, impiden que los africanos, sudamericanos y caribeños suban a los trenes. Se dice que se da prioridad a los ucranianos. Hay que señalar aquí que con “ucranianos” se refieren a ucranianos blancos, ya que muchos de estas personas negras y morenas* también tienen la ciudadanía ucraniana.
Según los informes de los testigos, los militares ucranianos han señalado que dan prioridad a la huida de los niños y las mujeres, pero al mismo tiempo han impedido que las mujeres y los niños negros tomen los trenes. Por tanto, algunas personas negras y morenas* que lograron, tras una enorme insistencia y presión, subir a los trenes y autobuses, están siendo obstaculizadas por el control fronterizo polaco para entrar en el país. La solidaridad no parece ser ciega, sino que parece discriminar por colores.
La propia solidaridad parece tener un color, y este no es ni marrón ni negro. A diferencia de la solidaridad discriminatoria que observamos en este drama, las bombas lanzadas por el ejército ruso en Ucrania son indiscriminadas, no conocen el color de la piel ni la denominación racial: las bombas sólo matan.
Los últimos años han sido, como mínimo, desconcertantes. Mientras el mundo se esforzaba por asimilar un virus feroz que asolaba todos los continentes, el Estado de Etiopía y sus aliados libraban una guerra contra el Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF) y el pueblo de Tigray en general. Según el artículo publicado el 5 de noviembre de 2021 de The Guardian –escrito por Jason Burke y Dan Sabbagh– se ha prohibido el acceso a las zonas de combate a periodistas y cooperantes, existe un embargo de Internet y las agencias humanitarias que aún están en contacto con la población de Tigray han informado de que se han producido bajas insuperables sobre el terreno. Se calcula que han muerto 100.000 personas en tan sólo un año de combates. RFI y la BBC, así como las emisoras de radio locales, han informado de masacres e innumerables agresiones sexuales a mujeres y niños como castigo y parece haber una hambruna orquestada que afectará a cientos de miles de personas en Tigray gracias a los bloqueos del gobierno etíope. Parece que hay un genocidio en juego en Etiopía mientras el mundo observa. Como señala The Guardian, “el 3 de noviembre, un informe conjunto de la ONU y Etiopía sobre el conflicto -el más completo hasta la fecha- detallaba los relatos de primera mano de una serie de violaciones de los derechos humanos, algunas de las cuales ‘pueden equivaler a crímenes de guerra y contra la humanidad’, según Michele Bachelet, la alta comisionada de la ONU para los derechos humanos”. [3]
Hasta el día de hoy, sigo esperando que uno solo de mis progresivos amigos y colegas del arte, en su mayoría discursivamente de izquierda, preocupados por el mundo y dispuestos a acudir a cualquier protesta contra la crisis medioambiental, me escriba pidiendo mi solidaridad y apoyo para el pueblo de Tigray. Y mientras espero, me veo obligado a reflexionar si después de más de un año y más de cien mil muertos, el pueblo de Tigray no recibe la misma solidaridad que nuestros hermanos y hermanas europeos porque están demasiado lejos, no son lo suficientemente blancos, o son demasiado negros, o simplemente no son lo suficientemente humanos para recibir la misma solidaridad.
Camerún, mi país de nacimiento, ha estado en una guerra feroz, al menos la parte “anglófona” del país de la que procede mi familia. Se ha convertido en gran medida en una zona prohibida para muchos, gracias a esta guerra, en la que jóvenes y ancianos fueron secuestrados, niños y mujeres fueron asesinados a sangre fría tanto por las tropas gubernamentales como por los Ambaboy. Mis padres, de 70 años, tuvieron que ir al exilio, donde mi padre acabó falleciendo. Como señalan Bang y Balgah en su artículo “The ramification of Cameroon’s Anglophone crisis”, este conflicto ha provocado el desplazamiento de más de 1,3 millones de cameruneses anglófonos, desplazados internos y refugiados en la vecina Nigeria. En algunas villas, más del 80% de los habitantes han escapado y ahora viven en los arbustos y en el espacio de 5 años algunas aldeas han quedado completamente desiertas y reducidas a espacios fantasmas. Las víctimas de esta crisis oscilan entre cuatro y quince mil civiles.
Son cosas sobre las que he escrito ampliamente en ensayos y sobre las que he hablado en conferencias, así como en numerosas publicaciones en las redes sociales al respecto. Estas son violaciones de los derechos humanos particularmente groseras, como cuando las fuerzas de seguridad del Gobierno, además de su uso excesivo de la fuerza, practicaron la tortura de los presuntos separatistas y los detenidos, y además quemaron casas de anglófonos en más de 170 pueblos, incluyendo la masacre de 21 civiles desarmados en el pueblo de Ngarbuh de la Región Noroeste de Camerún el 14 de febrero de 2020. [4] El 24 de octubre de ese mismo año, unos jóvenes, presumiblemente Ambaboys, irrumpieron en una escuela de Kumba, en la Región Suroeste, con pistolas y machetes, y mientras grababan mataron a siete niños de entre 12 y 14 años e hirieron a más de 13. [5]
Después de estas atrocidades, apenas vi la indignación de los mismos que me piden que me solidarice, ni vi a nadie enarbolar las banderas de Camerún ni de Ambazonia en sus muros de Facebook. También aquí, hasta el día de hoy, sigo esperando que uno solo de mis progresivos amigos y colegas del arte, en su mayoría discursivamente de izquierda, preocupados por el mundo y dispuestos a ir a cualquier protesta contra la crisis ambiental, me escriba pidiendo mi solidaridad y apoyo para el pueblo del Camerún anglófono. Y mientras espero, me veo obligado a reflexionar si después de más de cinco años de guerra, el pueblo del Camerún anglófono no recibe la misma solidaridad que nuestros hermanos y hermanas europeos porque están demasiado lejos, no son lo suficientemente blancos, son demasiado negros o simplemente no son lo suficientemente humanos para recibir la misma solidaridad.
También es el caso de los conflictos en Myanmar, cuando el gobierno militar en un golpe de estado aplastante se hizo con el poder, o en México, donde civiles y periodistas son masacrados a diario al verse envueltos en crímenes de narcotráfico. Aquí tampoco hay indignación ni solidaridad, seguramente porque la vida de estas personas no merece las lágrimas ni la solidaridad del resto del mundo.
En cuanto a la República Democrática del Congo, parece que todos hemos dejado de contar el número de personas muertas en los múltiples conflictos en los que se ha visto envuelto el país en las últimas décadas. En el esquema más amplio de las cosas, la vida de un joven en el Congo podría ser tan digna como la vida de una mosca de verano golpeada contra una pared. Pero como nos informa el Global Conflict Tracker, las Naciones Unidas estiman que hay unos 4,5 millones de desplazados internos en la RDC, y más de 800.000 refugiados de la RDC en otras naciones. [6] Aunque la segunda guerra del Congo terminó oficialmente en 2003, y se dice que costó 5,4 millones de vidas, se dice que desde su fin oficial hasta la fecha han caído otros cuantos millones.
A pesar de estas alarmantes cifras, ni siquiera el movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) tiene un dolor de cabeza cuando miles de personas son asesinadas en el Congo. No sólo algunas vidas importan más que otras, también algunas vidas negras son más dignas que otras.
En 2015, tras los cobardes atentados terroristas contra la revista satírica Charlie Hebdo que dejaron 12 muertos, el presidente francés de entonces, François Hollande, hizo un llamamiento a la solidaridad mundial. Estas 12 vidas francesas y otras 5 asesinadas fueron lo suficientemente poderosas como para arrastrar a París a 60 líderes mundiales que marcharon con grandes multitudes para mostrar su indignación contra el terrorismo. Entre estos 60 líderes se encontraban el ex primer ministro israelí Binyamin Netanyahu, la ex canciller alemana Angela Merkel, el ex presidente de la CE Donald Tusk, el presidente palestino Mahmoud Abbas, el ex presidente de Malí Ibrahim Boubacar Keita, y varios otros líderes africanos.
El valor de las vidas de los negros africanos puede medirse claramente en tiempos de crisis, especialmente en los atentados terroristas, ya que desde hace varios años hemos visto atentados terroristas en Mali, Camerún, Nigeria y muchos otros lugares, pero nunca hemos visto a un conjunto de estos líderes venir a mostrar su solidaridad, ni siquiera los líderes africanos, ni siquiera cuando los de su clase son asesinados porque, en la mentalidad colonial, las vidas de la gente en París son más valiosas que las vidas de su propio pueblo. Algunas vidas parecen ser más iguales que otras.
¿A quién le debemos solidaridad?
¿Quién merece nuestra solidaridad?
¿Por qué vidas merece la pena solidarizarse?
¿Qué libros debemos leer, qué banderas debemos izar, qué declaraciones de solidaridad debemos compartir en las redes sociales cuando miles de personas del continente africano y de Oriente Medio se ahogan en esa tumba más vil de los tiempos modernos, el mar Mediterráneo? ¿Qué colores de indignación debemos vestir, qué canciones de lamento debemos cantar y en qué idioma, cuál será el sabor de nuestras lágrimas -saladas o dulces- cuando miles de personas se ahoguen en ese Mare Nostrum, el Mar Mediterráneo? A veces me despierto de una pesadilla, sudado y maldiciendo que 100 gatos se hayan ahogado en el Mar Mediterráneo y que la gente haya llenado las calles de Europa y que la UE haya declarado 3 días de luto.
Cuando Rusia lanzó esta guerra contra Ucrania, yo me encontraba en Martinica en un viaje de investigación para analizar las repercusiones de la trata transatlántica de esclavos iniciada por Europa hace 600 años, que supuso el secuestro y desplazamiento de millones de africanos hacia América. Muchos millones de personas nunca llegaron a las otras orillas del Atlántico, ya que murieron a causa de las brutales condiciones de transporte o fueron arrojados voluntariamente del barco, como fue el caso de la masacre de Zong en 1781. La funesta realidad de esta empresa, que permitió y tuvo como consecuencia la deshumanización de las personas, sigue viva. Este genocidio de proporciones alarmantes es algo que hemos aprendido a dar por sentado cuando paseamos por las plantaciones, por las destilerías, visitamos las iglesias coloniales transformadas en centros culturales en cuyos jardines crecen las más bellas rosas y otras plantas tropicales. Resulta aterrador comprobar lo hermosas, exquisitas y suntuosas que pueden llegar a ser las rosas cuando se riegan con la sangre de los esclavos mientras crecen esas flores sobre el cadáver en descomposición de éstos.
Es porque estas personas nunca fueron consideradas plenamente humanas, a pesar de la prohibición de la producción y comercialización de la Clordecona/Kepone en EE.UU en 1975 porque los trabajadores sufrían de «temblores incontrolables, visión borrosa y problemas sexuales», y a pesar de que la OMS la clasificó como potencialmente cancerígena ya en 1979. El Estado francés, en 1981, 133 años después de la abolición de la esclavitud en Martinica, seguía autorizando la exportación y el uso de la clordecona en las plantaciones de plátanos de las Antillas francesas, y en los departamentos de ultramar de Francia donde había población negra. Aunque se utilizó hasta 1993, las repercusiones del uso de la clordecona siguen resonando hasta hoy en la isla. Como señala el profesor Luc Multigner, de la Universidad de Rennes, los datos toxicológicos y experimentales muestran que la clordecona es cancerígena y responsable del 5-10% de los casos de cáncer de próstata en las Antillas francesas, mientras que los estudios epidemiológicos han demostrado un mayor riesgo de nacimientos prematuros y un desarrollo cerebral adverso en los niños debido al consumo de alimentos contaminados. Doy estos ejemplos, no para fetichizar la violencia, sino para subrayar los hilos que unen el proyecto de esclavización, la colonización, la contaminación y la insolidaridad, construidos sobre el repudio de la humanidad de algunas personas.
Lo que es obvio es que 600 años de deshumanización y alteración han empujado a algunos humanos a la soledad en la existencia. No una soledad elegida por ellos mismos, sino impuesta; no por ellos mismos, sino por aquellos que históricamente han sido los que les han privado de sus derechos, y que hasta la fecha siguen teniendo la influencia y la decisión de quién merece o no merece la solidaridad.
Merece la pena observar el modo en que las comunidades sinti y romaníes, parias históricos de Europa, son discriminadas a diario, y especialmente ahora durante la guerra en Ucrania. Las comunidades romaníes han sido objeto de crueldades indecibles al intentar cruzar las fronteras y buscar refugio de la guerra en Ucrania. Como escribe Andrei Popoviciu: «Cristina viajó de Kharkiv a Lviv, y luego a la frontera con Moldavia. Pero allí, dijo, pasó cuatro días en el frío esperando para entrar en Moldavia, sin comida ni agua. Una vez que encontraron refugio, ella y otros gitanos fueron expulsados de sus tiendas por las autoridades fronterizas ucranianas. Cristina es una de los 400.000 gitanos ucranianos que, además del trauma de la guerra, tienen que enfrentarse a la discriminación en su ruta de evacuación fuera de Ucrania». ¿Cómo podemos hablar de solidaridad en un contexto en el que unos son tratados más o menos ucranianos que otros en función de su «etnia» o «pertenencia racial»?
En Martinica, mi colega Raisa Galofre nos leyó en voz alta el discurso de aceptación del gran Nobel colombiano Gabriel García Márquez. Evocando a su maestro William Faulkner, dijo: “Me niego a admitir el fin del hombre”. Márquez añadió: “Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra” [7].
Esta afirmación que me dejó temblando también me llevó a la simple y quizás banal constatación de que lo que tienen en común las guerras en Ucrania, en Tigray, en el NoSo Camerún, en Siria y en el Sáhara Occidental es la herencia de un necrofantasma, y llevan consigo los legados de culturas en las que las industrias de armamento prosperan más que los hospitales o la industria alimentaria, en las que la muerte es el combustible que impulsa la maquinaria de los sistemas socioeconómicos neoliberales que privilegian la propia muerte sobre la vida.
Pero solidarizarse es privilegiar la vida sobre la muerte, es negar la posibilidad de que unos decidan por otros cómo deben morir; solidarizarse es crear estructuras, redes, terrenos fértiles sobre y dentro de los cuales el amor será verdadero y la felicidad debe ser posible; y solidarizarse es asegurar que las razas que fueron condenadas a cien años de soledad tengan de inmediato y duraderamente su debida oportunidad en la tierra. O para decirlo de nuevo con las palabras de Márquez: “Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Una ventaja que aumenta y se acelera: cada año hay 74 millones más de nacimientos que de defunciones, una cantidad de vivos nuevos como para aumentar siete veces cada año la población de Nueva York. La mayoría de ellos nacen en los países con menos recursos, y entre éstos, por supuesto, los de América Latina. En cambio, los países más prósperos han logrado acumular suficiente poder de destrucción como para aniquilar cien veces no sólo a todos los seres humanos que han existido hasta hoy, sino la totalidad de los seres vivos que han pasado por este planeta de infortunios”. [8]
Pero para que esto ocurra, debemos plantearnos algunas preguntas cruciales:
¿Cómo podemos construir estructuras de solidaridad que superen los gradientes de poder impuestos por la colonialidad?
¿Cómo concebir bases solidarias que trasciendan a nuestros grupos de pertencencia racial y parientes?
¿Qué es una solidaridad desconectada de la blanquitud?
¿Podemos permitirnos una solidaridad selectiva en la que algunos seres humanos sean más iguales que otros?
La solidaridad sólo es sólida y merece el nombre de solidaridad si sale y va más allá de sus premisas cómodas y abraza a los que han sido desterrados en la soledad en la existencia. La solidaridad sólo tiene valor si aceptamos, cultivamos y propagamos lo que Amitav Ghosh llama en La maldición de la nuez moscada la ‘política de la vitalidad’, y no sólo para nosotros mismos, sino para todas las clases y especies del bendito planeta por el que estamos de paso.
Hay que decir alto y claro que estoy en contra de la invasión rusa de Ucrania y de las maquinaciones y manipulaciones occidentales que han llevado a ello, pero también hay que decir más alto y más claro que ninguna vida es más igual que otra y que ninguna merece menos solidaridad que la otra. Al fin y al cabo, en el corto tiempo en que todos nos acomodamos a este espacio llamado Tierra, y en el que caminamos y nos alimentamos de los dones de su suelo, todo lo que queremos es poder -con nuestras familias, amigos e incluso enemigos- encontrar una almohada en la que recostar nuestras cabezas y encontrar descanso, y si no podemos asegurarnos de que los que intentan cruzar el Sáhara o el Río Grande o el Mar Mediterráneo, o cualquier otro, también puedan encontrar una almohada en la que descansar, entonces nunca encontraremos la paz… porque la solidaridad es el máximo medio para hacer que nuestras vidas no sólo sean creíbles, sino también vivibles.
Bonaventure Soh Bejeng Ndikung (@bonaventurendikung) es comisario de arte independiente y biotecnólogo camerunés. Es fundador y director artístico del espacio de arte SAVVY Contemporary Berlin y editor en jefe de la revista SAVVY Journal para textos críticos sobre arte africano contemporáneo.
Traducción al castellano: Lorenzo Sandoval | Artista y comisario
NdT: * Negras y morenas es la traducción literal de Black and brown. El término incorpora una complejidad de perfiles que no se contempla en lengua castellana por el momento. Aquí en España, “black” hace referencia a muchas compañeras negras, afrodescendientes, a la diáspora africana… y “brown” serían las compañeras mestizas, gitanas, moras, sudakas, pakistanís, indias, chinas… En definitiva, black and brown vendría a englobar a las personas que no son blancas.
[1] Gabriel García Márquez – Discurso de aceptación del Premio Nobel 1982
[2] Al otro lado de este dibujo de Durero de 1493 hay un autorretrato y estudio de una mano y una almohada (recto)
[3] The Guardian
[4] Bang, H.N., Balgah, R.A. The ramification of Cameroon’s Anglophone crisis: conceptual analysis of a looming “Complex Disaster Emergency”. Int J Humanitarian Action 7,6 (2022)
[5] BBC
[6] CFR
[7] ibid 2
[8] ibid 2
Artículo publicado originalmente en inglés en New Frame y en castellano en Radio África.
En homenaje a Miguel Angel Estrella.
Murió el destacado pianista y ex embajador argentino ante la Unesco
El músico tenía 81 años y dirigía la Casa Argentina en la Ciudad Universitaria de París
Entrevistado por Infobae en 2019, el músico relató su experiencia cuando fue encarcelado y torturado por la junta militar en cárceles uruguayas a fines de la década de 1970.
“A mi me secuestraron en Uruguay y era uno de los candidatos a entrar a la ESMA porque a otro compañeros los trajeron”, recordó en aquel momento.
“A mí me salvó ser conocido y que inmediatamente que desaparecí empezaron a crearse filiales para liberarme… En Europa, en Estados Unidos, en América Latina”, dijo en el reportaje. Y sostuvo que hasta la reina Isabel II de Inglaterra, que lo conocía como pianista, se preocupó e hizo gestiones para mandarle un piano de cola a su centro de detención.
Estrella mantuvo una relación estrecha con otra de las leyendas de la música argentina, Atahualpa Yupanqui, a quien consideraba como “uno de sus maestros en la vida”.
“Atahualpa iba mucho a casa porque era muy amigo de mis viejos y con mis hermanos le decíamos Tata y las chicas, las novias que teníamos, adoptaron a ese personaje fabuloso por las cosas que contaba y su manera de tocar también la guitarra. Fuimos amigos toda la vida, hasta que se murió”, contó.
Estudió piano en Buenos Aires y luego fue becado por el Fondo Nacional de las Artes para continuar desarrollándose en París, donde se formó con maestros como Marguerite Long, Nadia Boulanger, Ivonne Loriot, Olivier Messiaen y Vlado Perlemuter, entre otros.
Además de ser un músico talentoso, fue un activista por la paz.
Tras su secuestro, en 1977, Estrella comenzó a relacionarse con organizaciones como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) que, según su visión, “fue uno de los pocos escapes que había en ese clima de terror y desprotección”. Trabajó junto a a organizaciones como SERPAJ (Servicio de Paz y Justicia), CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), Abuelas de Plaza de Mayo y Madres de Plaza de Mayo.
En 2003 fue nominado embajador argentino en la Unesco y en 2009 fue miembro del jurado del Tribunal Russell sobre Palestina.
Fue nominado Caballero de la Legión de Honor en Francia y en 2013 el Senado argentino lo distinguió por su carrera y su defensa de los derechos humanos.
“Piano mudo” // Película completa // Director y guionista: Jorge Zuhair Jury