★1)Uruguay-Mujeres artistas en el Museo Gurvich
★2) Festival de Cannes 2022: clásicos y modernos
★3) La escritora peruana Gabriela Weiner sobre su nuevo libro
✵ ✵ ✵ ✵ ✵ ✵ ✵✵ ✵ ✵ ✵ ✵
Mujeres artistas en el Museo Gurvich
¨Vivía el mundo a través de los ojos del arte¨ decía su amigo Eduardo Roland citado en el catálogo ¨BERTA LUISI, NO SON MOLINOS: ENTRE POÉTICA Y ESTÉTICA¨ escrito por la curadora de la muestra Maria Eugenia Mendez. Fumadora, culta, carismática, reflexiva, cautivante, con un fino humor vendió muy poco pero regaló mucho. La muestra estará abierta hasta el 20 de mayo en el Museo Gurvich.
Una artista uruguaya del Taller Torres García que descubrimos en su real dimensión a través de ésta, su primera exposición individual en la historia. Destacamos sus series: ritmos mecánicos, fondos del mar, círculo y media luna y en especial sus bodegones. Los martes es gratis la entrada para residentes.
RS: ¿Cuáles fueron las investigaciones con que más placer has trabajado a lo largo de tu Licenciatura en Artes en la UDELAR?
EM: La investigación que más me ha enseñado dentro de mi formación en la Licenciatura en Artes fue precisamente la tesis de egreso, que versa sobre la Doctrina Constructivista de Torres-García: su tradición, enseñanza de los oficios artísticos y la actualidad de su legado. Fue una investigación que inició en 2015 y duró tres años, con numerosas fuentes de información consultadas, entre ellas materiales inéditos de Joaquín Torres-García y dieciocho entrevistas a artistas y gestores, por nombrar algunas. Todo su proceso me enseñó mucho. En dicho trabajo se presentó parte de los fundamentos de la propuesta de Torres-García y sus raíces en el pensamiento mediterráneo, y se comprobó que existe una tradición del arte constructivo que continúa vigente, con variantes generadas por los aportes de las diferentes transmisiones realizadas por los discípulos. Este hecho particular es algo muy peculiar en occidente, ya que en oriente es más común que tradiciones del arte -específicamente en pintura- coexistan con arte contemporáneo, en cambio en occidente eso no es común. El trabajo presentó además una lista de discípulos de las distintas generaciones que fueron y son parte de esta tradición.
Otra investigación que me enriqueció mucho, fue la realizada por el concurso para el cargo docente que actualmente tengo dentro de la Facultad de Artes, en la cual se abordó la propuesta estética del Taller Bruzzone y su inserción dentro de la estructura de la Facultad.
RS: ¿Tu cargo de Directora Ejecutiva incluye al Museo y la Fundación José Gurvich? Contanos el vínculo entre estas dos instituciones, qué cometidos tiene una y otra. Quizás sea bueno para los lectores del Portal APU.uy refrescarles como llega el Museo a ser estatal.
EM: Mi cargo es en la Fundación José Gurvich, el equipo del Museo Gurvich tiene su propia gestión. Ambos equipos, el del Museo y el de Fundación, dependemos del Consejo de Administración de la Fundación José Gurvich.
La Fundación José Gurvich inicia su actividad en 2001. Fue creada por la viuda del artista José Gurvich, la Sra. Julia Añorga y su hijo Martín Gurvich, con el cometido de preservar y difundir la vida y obra del artista. En el año 2005 se abre el primer Museo Gurvich, ubicado en la calle Ituzaingó, que luego se muda inaugurando en 2015 su actual sede en la calle Sarandí 524, en la Ciudad Vieja de Montevideo.
El Museo se sostenía en su mayoría por el apoyo de la familia de Gurvich, lo cual a largo plazo dificultaba su continuidad, razón que llevó a que el Estado uruguayo, dada la calidad de la obra y de la labor del Museo, resolviese adquirirlo en 2019. El Museo Gurvich desde entonces es propiedad del Estado uruguayo, tanto el continente museal como su colección permanente de 226 obras. A solicitud del Estado la Fundación continuó gestionando el Museo dada su trayectoria y calidad de gestión.
Dentro de los cometidos del Museo Gurvich se continúa garantizando la conservación y exhibición de la colección permanente, posee un área educativa que trabaja desde distintas actividades difundiendo y educando sobre la vida y obra del artista, y desde el área cultural se organizan actividades complementarias, como charlas, coloquios y otras actividades especiales, como los talleres para privados de libertad.
Actualmente la Fundación José Gurvich realiza actividades en el Museo Gurvich, entre ellas organiza tres de las cuatro exhibiciones anuales, realizamos presentaciones de nuestras publicaciones sobre arte (especializadas e infantiles), etc.
Por otra parte la Fundación José Gurvich amplió sus horizontes realizando diferentes proyectos. Custodiamos y gestionamos 25 colecciones de arte, entre ellas: 8 de José Gurvich, 10 sobre el Taller Torres García -de estas la más relevante es “El Maestro y los compañeros de José Gurvich en el Taller Torres García” que se presentará en noviembre de este año-, y otras 6 colecciones sobre el Legado Torresgarciano.
Tenemos el proyecto Arte por el Uruguay, que descentraliza nuestras exhibiciones, llevándolas a diferentes departamentos del territorio nacional. Es un hermoso proyecto en el cual formamos alianzas con las distintas Intendencias Departamentales en conjunto con el Área de Gestión Territorial de la Dirección Nacional del Cultura del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). En este proyecto hemos presentado las itinerancias de “Elsa Andrada. Una mirada en lo sutil y eterno” en San José, Maldonado y Treinta y Tres, y las de “José Gurvich: Naturalezas Muertas” y “La esencia poética de Manuel Otero” en San José también. Ya tenemos varios Departamentos pautados para exhibir la obra de Berta Luisi: Soriano, Durazno y Tacuarembó entre otros, y esperamos llegar a más; aspirando a un nuevo proyecto Arte del Uruguay, para llevar nuestras colecciones a otros países.
RS: ¿Cómo ha sido el proceso de la pandemia para el Museo y qué enseñanzas te dejan como técnica museística estos años de encierros?
EM: La pandemia ha sido muy dura para toda la humanidad, y los museos no han estado ajenos a esta gran crisis. Los museos del territorio –por no decir los del mundo- tuvieron que cerrar sus puertas por largos meses durante 2020 y 2021. Esto generó gran incertidumbre y que muchos colegas quedaran en seguro de paro o con teletrabajo, y los museos en general se sumieron en una soledad casi absoluta.
El Museo Gurvich fue –como todos- golpeado por esta realidad. Sin embargo, en un reinventar, desde la gestión del Museo, se reformuló parte del recorrido museográfico con el objetivo de ser más didáctico.
Por su parte, la Fundación trabajó en el control y procesamiento de las obras de las colecciones que custodiamos, y mejoramos el almacenaje de las mismas. Asimismo, se trabajó en un plan estratégico a mediano y largo plazo, para estar listos para la reapertura.
En lo referente a mi aprendizaje como técnica en museología, puedo compartirles que fueron varios los temas que me inquietaron: la conservación de las obras con parte del equipo reducido, las estrategias para realizar actividades a distancia, el continuar las tareas de investigación para las exhibiciones y publicaciones -para seguir activos-, y preparar muestras aptas para la reapertura, por nombrar algunas. Sin embargo, existía en mí una intuición respecto a la apertura: la gente estaría ávida del arte tras los largos períodos de encierro, pues el arte –en todas sus manifestaciones, puras- es alimento para el espíritu. Y así sucedió.
RS: ¿A qué se debe que las mujeres artistas del Taller Torres García han sido un tópico central en la política reciente de las muestras temporarias del MG?
EM: El Museo Gurvich ha prestado muestras sobre mujeres del Taller Torres García (TTG) en otras oportunidades, por nombrar alguna “Tres mujeres artistas: Eva Olivetti, Linda Kohen y Angelina de la Quintana” y “Marta Morandi. Intimae”, cuatro discípulas del Taller que ingresaron tras la muerte del maestro.
La Fundación ha ampliado sus objetivos de difundir enfáticamente la vida y obra de José Gurvich para abarcar también al TTG y su legado. Esta necesidad se reconoce a partir de identificar que falta aún un merecido reconocimiento a la Escuela del Sur (TTG) en nuestro país; sin ir más lejos existió una destacada exposición en 1991 en el Museo Reina Sofía de Madrid, bajo la curaduría e investigación destacada de Cecilia de Torres y Mari Carmen Ramírez, la cual se exhibió en itinerancia en otros países; y actualmente se dio apertura a una sala permanente sobre el TTG en el Museum of Fine Art de Houston. Y aquí en Uruguay aún no tenemos un museo dedicado al TTG.
La segunda razón, es que hemos descubierto obra muy interesante de las artistas mujeres del TTG que no se habían exhibido y particularmente habían tenido muy pocas o ninguna exposición individual; ejemplo de ello son Elsa Andrada y Berta Luisi, que fueron las dos últimas presentadas. Y ya estamos investigando otras.
RS: Apellido ilustre LUISI en la historia de las mujeres uruguayas. ¿Quiénes fueron sus antepasados?
EM: Por cierto que fueron ilustres, las mujeres especialmente. Las Luisi: Paulina, primera mujer bachiller y primera médica graduada del Uruguay, primera delegada gubernamental femenina de América Latina en la Sociedad de las Naciones, feminista y política; Clotilde, primera abogada del Uruguay, Maestra de Primaria y profesora de Derecho en la Facultad; y Luisa, poeta, crítica literaria y profesora. Ellas fueron las tías de Berta.
Por otra parte, la abuela de Berta fue María Teresa Josefina Janicki, quien se formó en la Universidad de París, fue profesora, librepensadora, feminista y sufragista, y fue quien organizó la primera escuela con jardín de infantes en Paysandú a fines del S. XIX.
También el abuelo de Berta fue conocido, Ángel Luisi Pisano, legionario garibaldino. Y el padre de Berta fue el contraalmirante Héctor Luisi Janicki.
RS: ¿Es esta la primera muestra individual de Berta Luisi? ¿Por qué ha permanecido tan en segundo plano y tan poco conocida por el público no lego, fue así también por la Academia? Tampoco se han publicado sus poemas, ¿por qué?
EM: Sí, efectivamente es la primera exposición individual de Berta Luisi.
Las razones por las cuales no realizó exhibiciones individuales en vida, pueden haber sido variadas, pero dada su personalidad excéntrica muy probablemente fue que no era un tema de su interés. Por lo que me mencionaron varios de sus allegados y conocidos, su mayor interés era pintar, además de asistir al cine, teatro, conciertos, etc.
Esto se ve reflejado en que, además de las exhibiciones del TTG, realizó únicamente dos muestras más con otros colegas.
En otras publicaciones en torno al TTG, apenas aparecían referencias hacia su persona. Específicamente en catálogos de una reconocida casa de remates en Uruguay, constaba una biografía muy breve de un solo párrafo, en ocasión de alguna subasta donde figuraba obra suya.
En torno al ámbito académico, no encontré datos sobre investigaciones previas a su obra, aunque sí es nombrada en una investigación que aborda una cronología de los espectáculos teatrales en Uruguay.
Sus poemas, que son una producción menor en cantidad ante sus pinturas y dibujos, no se han publicado jamás, hasta ahora, que los presentamos en el catálogo de la presente muestra individual.
RS: ¿Por qué le ves ¨un espíritu quijotesco¨ a esta artista? Háblanos de su gusto por la poesía y el vínculo que tiene con su pintura.
EM: El hilo curatorial presenta a esta artista a partir de un espíritu quijotesco, en razón de los comentarios sobre su personalidad y los datos respecto al TTG en el cual participó, que entiendo compartía también el mismo espíritu mencionado.
Así como Don Quijote de la Mancha era un personaje que no concordaba con los valores de su entorno, y se sentía abatido y agotado por sus luchas ante los enemigos de sus ideales, el TTG fue disonante ante los valores estéticos –entre otros- de su medio; lo cual se vio reflejado en las tantas polémicas registradas en la presa de la época y en la revista Removedor que fue el órgano de difusión del Taller.
Esta idea surge tras contemplar sus poemas, particularmente el que se titula “Ya revelada”, que versa:
Lanzas quedan
pero
no hay
fuerza
que las
levante.
No son
molinos.
No.
Son gigantes.
Este poema quedó resonando en mi interior por algunos días, enfatizando la visión “No son molinos…” mientras yo estaba sumergida entre poética y estética.
Y en definitiva, tras esta primera exposición individual, Berta queda “Ya revelada”.
RS: ¿Cómo fue su relación con el teatro y con su paso como técnica en el Hospital Vilardebó? ¿Tuvo esto último que ver con sus propios episodios de quiebres en su salud mental?
EM: Su relación con el teatro es muy interesante, pues además de ser asidua a ver obras, trabajó colaborando con una escenografía según consta en una investigación previa del profesor Roger Mirza y su equipo.
Particularmente, un destacado hallazgo en esta investigación fue que Berta Luisi realizó el diseño del logo que actualmente utiliza el teatro El Tinglado. Esto era completamente desconocido para su familia, y se encontró tras revisar sus cientos de dibujos en cuadernos y libretas, entre los cuales se hallaban diecisiete dibujos del proceso de diseño para dicho logo.
El teatro mencionado tampoco tenía datos al respecto.
Sus experiencias anteriores como auxiliar de laborterapia, fueron prácticas docentes que facilitaban –valga la redundancia- la terapia de los pacientes mediante la expresión plástica.
En relación a las crisis nerviosas que tuvo Berta, estas surgieron antes de sus prácticas docentes.
RS: La curaduría que tú realizaste se divide en varias temáticas. ¿Podrías darles a los lectores del Portal APU.uy un pantallazo de cada uno de esos espacios?
EM: Primero debo aclarar que la curaduría contempla en su mayoría exhibir la colección de obras de Berta que gestiona la Fundación, la cual es representativa de la gran mayoría de sus series temáticas.
En la exposición se pueden ver obras de las series: Bodegones, Constructivos, Jardines de Piedra, Catedrales constructivas, Fondos de mar, Espaciales, Ritmos mecánicos, Rincones de su taller y, composiciones con Círculos, triángulos y medialunas.
Dentro de los bodegones, se pueden aprecias pinturas con mayor estudio de la luz del natural y otras más tardías en el tiempo -de la década del 90- que son con una luz más mental.
Entre los Constructivos, más clásicos del Taller, se puede ver obra de las décadas de los 50, 70 y 90. Destaca un constructivo realizado a partir de un proceso de síntesis y estructuración sobre una flor.
De los Jardines de Piedra se presenta un óleo que muestra formas con apariencia y construcción pétrea, y cercano a esta hay otras tres obras de la serie de Catedrales, que en la puesta museográfica dialogan con la propia arquitectura del Museo Gurvich, en tanto que están en una pared que sobre ella posee un gran ventanal que deja ver la cúpula de la Catedral de la Ciudad Vieja de Montevideo.
Los Fondos de Mar son pinturas en las cuales la autora señala una composición debajo del mar, evidenciado por una línea que cruza la composición indicando el límite del agua y bajo ella la presencia de elementos, como ser peces, vegetación y reminiscencias de construcciones humanas.
Los Ritmos mecánicos son bastante peculiares en su producción por su figuración y temática. Muestran engranajes, piezas de máquinas y herramientas manuales, en una mirada micro de las piezas que las constituyen.
Las obras Espaciales en tanto, evidencian las influencias del cine en la producción de la artista. En la puesta museográfica destacan don obras de esta serie, una de ellas cedida en préstamo por el hijo de Berta, Eduardo Alvariza, la pintura denominada “Nebulosa”, que destaca por la iluminación pensada junto al montajista.
En una pared se exhibe una síntesis de su producción a partir de varios dibujos y acuarelas de diferentes épocas que se presentan en torno a un ploteo con el poema central de la curaduría.
A modo de cierre se presentan en las vitrinas una serie muy especial “23 dibujos en espera de un cuento” que muestra dos personajes antropomorfos –madre e hijo- en diferentes escenas que hacen alusión a las distintas etapas de las obras de Berta.
Recorriendo la muestra se puede escuchar la música de Bach sonando, pues Berta –al igual que muchos- lo consideraba uno de los grandes maestros, y trasladaba la visión de arquitectura y estructura a su música, y lo mismo, en referencia al ritmo, hacia la pintura.
Para cerrar esta entrevista quiero destacar públicamente la labor de todos los que fueron parte del equipo para consolidar esta muestra: La familia de Berta, especialmente a su hijo Eduardo, a las personas que la conocieron y me aportaron generosamente sus memorias y materiales –son muchos como para nombrarlos aquí, pero figuran en el catálogo-, y al equipo que trabajó en la Fundación: Aída Altieri, Rodolfo Fuentes, Ariel Alarcón, Jacqueline Bascou, Lila Verga-Ipar, Valentina de los Santos, Gustavo Serra y Joaquín Ragni. Además a Gráfica Mosca, especialmente a Javier Mosca, Miriam Correa y Ruben Correa, y a la marquería Aquarela, personalizando en María Inés Biatturi y Joaquín. Y por supuesto agradecer a Vivian Honigsberg y su equipo del Museo Gurvich que recibió la muestra, y destacar la visión de Martín Gurvich en consolidar esta colección y posibilitar su exposición.
Este agradecimiento que puede parecer demasiado para una entrevista, simplemente manifiesta que “un palo solo no hace monte”.
Muchas gracias también a Portal APU.uy y a ti Roberto Saban por la entrevista.
Fuente: https://www.apu.uy/noticias/berta-luisi-una-artista-olvidada-entrevista-maria-eugenia-mendez-marconi

Con films de Jean Eustache, Pietro Marcello y Jerzy Skolimowski
Festival de Cannes 2022: clásicos y modernos
La sección Cannes Classics abrió con “La maman et la putain”, mientras que la Quincena de los Realizadores presentó “L’envol” y la competencia oficial “Eo”, una revisión de “Al azar Baltazar”, la obra maestra de Robert Bresson.

Desde Cannes
El cine clásico no es solamente el cine del pasado sino aquel capaz de atravesar la barrera del tiempo y seguir vivo aún mucho después de la muerte de sus autores. El director francés Jean Eustache se suicidó en París en 1981, a los 42 años, dejando detrás de sí una docena de films, entre ficciones y documentales, considerados entre lo mejor del cine francés post nouvelle vague. Y, entre ellos, una obra maestra absoluta, La maman et la putain (1973), que funcionó a modo de gloriosa apertura de la sección Cannes Classics, plena de maravillas restauradas.
La singularidad del film de Eustache –ganador aquí en Cannes del Grand Prix du Jury y del Premio de la Crítica casi medio siglo atrás- es que sigue siendo un film esencialmente moderno, por la libertad con que fue concebido y que todavía hoy resulta evidente, manifiesta. No se siente jamás la presión de un guion de hierro, no hay ninguna alegoría o tesis social ni menos aún un manifiesto detrás de las relaciones de amor y desamor de Alexandre (Jean-Pierre Léaud), Marie (Bernadette Lafont) y Veronika (Françoise Lebrun). Y, sin embargo, en ese trío que está en las antípodas del consabido, burgués “ménage à trois” late el espíritu de toda una época y la refleja mejor que cualquier documental: el desencanto y la desorientación que siguió a los fuegos fatuos de mayo del 68, la liberación sexual de los ‘70 y el feminismo puesto en acto, “prêt-à-porter”, sin necesidad de proclamarlo.
Si los personajes son apenas tres, a cargo de dos intérpretes emblemáticos (Léaud y Lafont traían consigo la antorcha de la nouvelle vague) y una recién llegada que allí mismo hizo historia (Lebrun, que casualmente fue convocada por dos directores argentinos el año pasado, Gaspar Noé para Vortex y Santiago Mitre para Petite Fleur), los escenarios son básicamente dos: los cafés emblemáticos de Saint-Germain-des-Prés y el colchón en el piso que ocupa casi la totalidad del minúsculo “studio” donde Alexandre, Marie y Veronika hablan, aman, beben y escuchan de comienzo a fin –la película de Eustache está “esculpida en el tiempo”, como decía Tarkovski- canciones por Marlene Dietrich y Edith Piaf que hablan de los sentimientos cuando ellos se quedan sin palabras para expresarlos.

Si la apertura de Cannes Classics no pudo haber sido mejor, la de la Quincena de los Realizadores, legendaria sección independiente de la selección oficial, que nació incluso para desafiarla, no se quedó atrás. La película elegida fue L’envol (El vuelo), producción francesa dirigida por el napolitano Pietro Marcello, el director de Martin Eden, su inspirada versión de la novela de Jack London estrenada el año pasado en Argentina.
Suerte de fábula musical, adaptada libremente de un relato publicado por el escritor ruso Alexandre Grin en 1923, en pleno período revolucionario, L’Envol comienza en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, cuando un soldado regresa a su pueblo para reencontrarse con su oficio de carpintero y con su mujer, para descubrir que ella ha muerto y que le ha dejado una hija, hasta entonces al cuidado de una vecina. Entre los tres, conformarán, según pasan los años, una comunidad en sí misma, alejada del pueblo, que ve con envidia el talento manual de Raphaël (el inmenso, en todo sentido, Raphaël Thiéry, descubierto en Cannes 2016 en Rester vertical, de Alain Guiraudie), el don como cantante de Juliette (Juliette Jouan, ella misma compositora y cantante) y el carácter de hechicera Adeline (Noémie Lvovsky).
Juntos los tres, enfrentarán a un pequeño mundo hecho de prejuicios de todo orden -de clase, de género- con Juliette como mascarón de proa de una película esencialmente lírica, que intenta volar todo lo que puede, y no siempre lo consigue, pero que aún en sus caídas confirma que el cine de Pietro Marcello está hecho de buena, de noble madera, como la que Raphaël, un trabajador obsesivo, no puede dejar de dar forma con sus manos, un poco como el director moldea con las suyas a sus personajes, siempre dispuestos a dar lo mejor de sí mismos para los demás.

Otro cineasta excéntrico, fuera de norma, que presentó el Festival de Cannes en estos días es el polaco Jerzy Skolimowski, que a los 84 años trajo a la competencia oficial Eo, una audacia desde todo punto de vista, una relectura de Al azar Baltazar (1966), quizás la película más profunda y exigente de la obra de Robert Bresson. ¿Era necesario volver sobre un film irrepetible en la historia del cine? O peor aún, ¿era posible? Se diría que Skolimowski ni siquiera se planteó estas preguntas y se lanzó al vacío sin red, tomando todos los riesgos del caso, porque la de Bresson, según confesó aquí en Cannes “es la única película en mi vida que ha conmovido hasta las lágrimas”.
Punta de lanza del nuevo cine polaco de los años ’60, amigo personal de Roman Polanski (con quien actualmente está colaborando en su nuevo proyecto), premiado dos veces aquí en Cannes –por El grito (1978) y Moonlightning (1982), de su período en Gran Bretaña-, Skolimowski estuvo desaparecido para el cine durante 17 años en los que se dedicó a la pintura, entre 1991 y 2008, cuando volvió en su mejor nivel, primero con Las cuatro noches de Ana y luego con Essential Killing (2010). Y ahora vuelve una vez más con un film anómalo, que ve al mundo a través de los ojos de un asno. Y ese mundo es cínico, violento, despiadado, particularmente para una criatura que encarna el ideal de la pureza y la inocencia, por las que permanentemente es castigado y esclavizado. ¿Es una buena película Eo? No en un sentido estricto, porque es impulsiva, irregular, errática, caprichosa (como cuando mete por la ventana a Isabelle Huppert, en un cameo que desequilibra todo el conjunto). Pero Eo tiene momentos de una rara, extraña belleza y toma riesgos que casi nadie asume hoy, empezando por recordar y honrar a Bresson. Y eso, en el cine preformateado que está invadiendo los festivales, no es poca cosa.

CITA DE LIBROS

La escritora peruana Gabriela Weiner sobre su nuevo libro: “’Huaco Retrato’ no es solo descolonizador en su contenido también buscar serlo en su forma”
por Emilia Aparicio 21 mayo, 2022
