Revista ALTERNATIVAS – 💫- Nr. 732 ✹ Sup. cultural

✹- Nueva música popular uruguaya

✹-Perú –  GEOGRAFÍA DE LOS SABERES: RUTA HACIA EL ÁRBOL DE LA QUINA

✹- Trans-figuraciones: Figuras de la sexualidad

 

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Nueva música popular uruguaya

Todo siempre pasa en primavera

Setiembre empieza con una gran efervescencia musical, pues hoy Caramelos de la Nada presenta su debut homónimo, y el sábado 3 comienza el ciclo del sello Feel de Agua en la Sala Lazaroff. Así, en el mes de la diversidad podrán verse y escucharse en vivo un montón  de interesantísimos exponentes de la nueva generación.

Caramelos de la Nada. DIFUSIÓN

Cuando se escucha decir que en Uruguay tenemos un invierno insufrible, que la humedad esto y aquello, que la lluvia no sé qué, que el frío tal cosa, es como si a todo eso se le sumara entre paréntesis un tiempo de invierno en las actividades culturales. Pero de la misma manera que la esperada primavera saca a la gente a la calle y a los parques, también la lleva a conciertos. La energía acumulada hace que todo salga de una tirada, y así en setiembre toca todo el mundo. Este año, por suerte, no será diferente.

NUEVOS ENVOLTORIOS PARA QUERIDAS GOLOSINAS

Tanto Analía Ruiz como Diego Cotelo, las dos caras de Caramelos de la Nada, tienen una trayectoria musical muy interesante y activa. En este momento, ambos son parte de conjuntos sumamente eclécticos y con búsquedas muy propias. Analía está tocando en Cucú Rapé desde hace ya tiempo, y es ahora una pieza clave, sobre todo desde el último disco. Diego Cotelo lidera la banda Bolsa de Nylon en la Rama de un Árbol y es, además, el reciente compañero de ruta de Fernando Cabrera. Con todo esto, no es raro esperar que este proyecto, más íntimo y pequeño, esté muy influido por sus historias personales, y que encontremos un poco de esto y de aquello en cada canción.

Esto último es importante: se trata de canciones. Detrás de los varios arreglos y vueltas de tuerca que ambos músicos proponen, la forma canción es el tronco de su trabajo compartido. De hecho, salvo por un tema de los ocho que conforman su disco homónimo lanzado en noviembre de 2021, se trata de reinterpretaciones de canciones uruguayas compuestas por Jorge Galemire, Fernando Cabrera, Andrés Lazaroff, Jorge Bonaldi y Luciana Possamay, Alfredo Zitarrosa y Edgardo Cardozo, Las Áñez.

Durante todo el transcurso del disco nos encontramos con un gran despliegue de timbres. Ahí están la guitarra eléctrica procesada de Diego, los teclados de Analía, cajas de ritmos, posproducción, y un enfoque que juega entre la raíz uruguaya y gestos progresivos que se encuentran cerca del denominado math rock. Pero el tronco es la canción en su sentido más clásico, al menos como la entendemos en Uruguay. Esto hace que se trate de una música de una gran accesibilidad, que fácilmente logra atravesar cualquier tipo de hermetismo.

Es que, a la hora de abordar ciertas búsquedas, el timón sigue siendo dirigido por la canción, no solo como una forma en el sentido estructural, sino como una manera de hacer música: hay que poder cantar. Las melodías, armonías e incluso ritmos cuando parecen estar más distantes tienen algo gentil y bello, claro, nítido. Es música uruguaya, pero no pretende despertar ese sentimiento gris montevideano que es, quizás, el más usual en la música capitalina.

Claro está que la elección de los temas a reinterpretar va de por sí por ese lado, pero esa elección se explica por las personalidades musicales de ambos. Analía tiene una forma de cantar y tocar teclados que proyecta una energía bastante positiva, lúdica y muy contagiosa, algo que también es notorio es su puesta en escena, en la que el movimiento corporal es vital. Diego es heredero, directa o indirectamente, de una línea que podemos asociar a Bill Frisell, es decir, con un fuerte pie en el jazz –en su manera de lidiar con la armonía, la melodía y el fraseo– y otro en aportar claridad a lo que sucede, transformándolo en algo cantable y accesible, incluso en el manejo de efectos en la guitarra. La única duda al escuchar un disco con tantas capas musicales llevadas a cabo prácticamente por tan solo dos personas –pues en un par de temas hay algún invitado– es cómo será interpretado en vivo. Y ahí está lo bueno: algunas preguntas se pueden responder rápidamente. Alcanza con ir a buscarlas hoy a la Sala Hugo Balzo.

SENTIMIENTOS ACUOSOS

Feel de Agua es, desde hace ya varios años, un sello discográfico independiente, aunque de un tiempo a esta parte también es un colectivo artístico que nos viene trayendo varias propuestas interesantes y diversas. Ninguna de sus producciones cae en la obviedad, y ese destacado compromiso corre por varios lados. Para empezar, supone la unión de varios artistas trabajando colaborativamente. A su vez, cada artista/conjunto hace todo lo posible por ofrecer una mirada diferente, un abordaje artístico original. También sucede –y no es nada menor– que todos los discos editados son subidos a la web del sello para su descarga libre. Finalmente, cuando los integrantes pueden –porque no olvidemos que querer no es poder, menos para el arte en Uruguay–, unen fuerzas y organizan algún ciclo o concierto que porta la voz del colectivo.

Es así que con la vuelta de la primavera vuelve también el ciclo de conciertos de Feel de Agua, todos los sábados de setiembre. Es posible que se trate del más potente hasta ahora. Para esta ocasión, sin duda va a haber una predominancia de bandas de rock alternativo, como es el caso de Excelentes Nadadores, Mux, Lucas Meyer e Isla de Flores, pero también habrá lugar para cosas más experimentales como el ya conocido conjunto Portillo que, al parecer, presentará un repertorio nuevo. Como es habitual, el ciclo también contará con propuestas novedosas, como el grupo Barro o el cuarteto femenino Deforma.

Niña Tormenta. DIFUSIÓN

Sin embargo, lo más llamativo de esta edición será la presencia de Niña Tormenta, el proyecto solista de la cantautora chilena Tiare Galaz, que abrirá el ciclo junto con Portillo. Allá por comienzos de 2020 estaba planeada su visita para un presunto ciclo que nunca se realizó por la pandemia; ahora, finalmente, con el cielo despejado, su venida se hizo posible.

Hace unas pocas semanas Niña Tormenta lanzó en varias plataformas un pequeño EP en vivo como parte de la serie Sesiones 050, un proyecto de Arturo Zegers en el que graba a artistas chilenos en formato acústico con una grabadora de cinta de los ochenta. En este lanzamiento, que cuenta solamente con Tiare en voz y ukelele y con su hermana Macarena Galaz en bombo, ukelele y voz, nos encontramos con cinco temas muy íntimos, algo logrado no solo por la música en sí, sino también por la grabación y mezcla. Algunas de esas canciones ya habían sido lanzadas como singles y serán parte de un próximo trabajo, así que esta visita nos trae tanto un material recién salido del horno como una previa de lo que se vendrá en la carrera de esta interesante artista.

Tiare cuenta acerca de sus últimas composiciones: «Podría llamarlas canciones de refugio. Son canciones que hice para cobijar alguna emoción, como en “Una calma” y “Pequeñas esperanzas”, o para lidiar con la angustia existencial, como en “Flor de lavanda”. También para recordarme el ritmo propio, como en “Voy a hacer las cosas lento”. Hay una canción de amor, más abierta y expansiva, que es “La primera letra”, que compuse como jarana, pero me salió como una especie de bolero, una exploración medio jugada con lo cursi, que me divierte cantar».

La música de Niña Tormenta se para en una delgada línea que une el folclore chileno con la herencia de Violeta Parra y algo del indie acústico de los noventa en adelante, siempre en un formato minimalista, tanto por el abanico instrumental como por las propias composiciones. Las letras tienen algo muy particular: a primera vista parecen ser bastante mundanas y de un cotidiano en el que no pasa nada, pero, sin embargo, siempre esconden algún mensaje lejano, como si se trataran de objetos que pasan desapercibidos, pero en los que, cuando uno se detiene a mirar, es posible descubrir una magia oculta. Se trata de esa delgada línea en la que logra esconderse el potencial necesario para lograr algo diferente, porque lo que asombra fácil y se torna espectacular a primera vista niega el placer del descubrimiento. Niña Tormenta no intenta llamar la atención ni pretende una invitación a la acción, sino que se para al costado y espera, que no es lo mismo que no hacer nada. Quizás sea por eso que podemos pensar en su música como en un ritual de contemplación o una excusa para alejarse. ¿De qué? De lo que sea que lo haga a uno correr en busca de otra forma de vivir la vida.

Fuente: https://brecha.com.uy/

 

 

GEOGRAFÍA DE LOS SABERES: RUTA HACIA EL ÁRBOL DE LA QUINA Y OTRXS HABITANTES

 

Tres artistas peruanos, en contacto permanente con una bióloga y una curadora, se embarcan en un viaje por una ruta amazónica inexistente para captar la naturaleza de ese territorio; un viaje de investigación a la medida de las primeras exploraciones de viajeros que tenían por objeto, entre otros, encontrar aquellos puntos referenciados de la naturaleza casi ilesa de la Amazonía, sus riquezas, sus provechos. Sin embargo, hay grandes distancias entre el momento de las primeras exploraciones y el que vivimos hoy, al igual que difieren nuestras intenciones de las de esas primeras expediciones.


Maxim Holland, Vector Pasivo #1, 2022, impresión digital sobre papel de algodón, 35 x 25 cm. Cortesía del autor

I. FRONTERAS: NATURALEZA Y ARTES VISUALES

Ante una apatía post-pandémica y motivados por la convocatoria del proyecto del Qhapaq Ñan In Situ, tres artistas se vuelcan en una captación subjetiva del territorio de Chachapoya, a fin de reconocer el árbol de la quina, su entorno, su uso, su futuro en la Amazonía peruano-ecuatoriana. Quizá por suerte, quizá con ánimo de reactivarnos, emprendemos un viaje complejo de conocimiento colectivo, para ver cómo esta planta sigue interactuando e interviniendo sobre el espectro de la enfermedad.

Conocida ya en la época colonial por ser un antipirético potente, la quina se utilizó como tratamiento contra las enfermedades varias de la Corona. Durante los primeros años de vida republicana, también motivó desplazamientos desde Bolivia, llegando su uso hasta Panamá. En general, estos tres países amazónicos —Perú, Bolivia y Ecuador— comparten un conocimiento indígena sobre la planta y sus usos medicinales. Su tratamiento históricamente episódico, que nos ha llegado por medio de anécdotas, pasa a la «luz» del conocimiento occidental con la sintetización de la planta entrado el siglo XX. Así, en la pandemia del COVID-19, quina y enfermedad se fusionan simbióticamente: el árbol sigue la misma trayectoria que nuestros territorios y horizontes políticos; el viaje de exploración se torna en un relato enmarcado por la muerte de la naturaleza, que ha seguido la misma trayectoria que nuestros cuerpos republicanos.

A pesar de que sabíamos que el árbol está casi extinto, nuestra expedición parte de la necesidad de encontrar claves de sobrevivencia —un acto de fe— ante la muerte y desesperación que se plantea en el laboratorio del COVID-19. Se trata de entender cómo el árbol sigue presente en ese territorio, ya que nuestras ciudades se han alimentado y han sobrevivido a la crisis pandémica gracias a los conocimientos herbolarios andinos. De acuerdo con Marcello Dantas, los seres humanos tenemos un deseo innato de conectarnos con la naturaleza[1]. En un mundo cada vez más tecnocratizado y regido por los instrumentos de la inteligencia artificial, establecer una conexión con la naturaleza supone un lujo asombroso para algunos. Y aquí es donde nos encontramos divididos: para unos, se produce un acto de agricultura, sencillo y sereno, que no espera mucho, en otras palabras, que tiene una paciencia eterna. Para otros, este encuentro con la naturaleza dista mucho de lo que se considera «arte» en las galerías, sino que más bien descoloca nuestras ideas preconcebidas y provoca una reflexión sobre lo pequeño, lo ínfimo, donde se perfila la biofilia. El deseo de encuentro queda intacto, a pesar de la extinción y la pandemia. Pero, ¿cómo logramos estos encuentros con la naturaleza?

El viaje en sí se convierte en la expresión de la vida misma; el movimiento, en una necesidad decolonial de atravesar las fronteras —reales, imaginarias, nacionales, biológicas, históricas, pictóricas y plásticas— que se han acumulado en capas durante la colonia y la modernidad.  En esta geografía de los saberes, la ecología, lejos de ser una práctica exclusivista y exclusiva, resulta en una composición de conocimientos heterogéneos compartidos por un grupo totalmente multidisciplinar de personas.

Claudia Coca, Los bosques de la niebla, 2022, instalación de dibujos en carbón vegetal y pasteles sobre lino (15 cuadros de 0.50 m x 0.35 m. c/u). Cortesía de la artista
Claudia Coca, Los bosques de la niebla, 2022, instalación de dibujos en carbón vegetal y pasteles sobre lino (15 cuadros de 0.50 m x 0.35 m. c/u). Cortesía de la artista

II. BITÁCORA CORTA

Estamos listos para emprender el viaje. Nos reunimos en el Bosque Berlín con Leyda Rimarachín, quien entusiastamente establece los puntos de encuentro de la travesía. ¿Es posible congregarnos alrededor de un árbol? Los esfuerzos de conservación de la Amazonía peruana, más allá de los esfuerzos nacionales, se han reducido a grupos de activistas que habitan el territorio, se congregan, se solidarizan unos con otros en los diferentes momentos de reunión. «La quina puede ser el próximo motivo», considera Leyda, «para reunir los conocimientos de los dos países y de sus pobladores limítrofes». ¿Incluso se podría establecer un recorrido turístico que enlace esos conocimientos?

La travesía está marcada por momentos que, como rompeolas, introducen los capítulos temáticos de este recorrido. Durante el viaje, recuerdo claramente tres episodios que se tornan en sinopsis que no tienen tiempo ni lugar, que ocupan las transversales del viaje como si fueran designios del destino o, incluso, se refirieran a un tiempo original. Creo que es una sensación compartida entre los miembros del equipo que queda sin nombrarse (en el sentido de que, en verdad, no podemos hablar de una realidad), pero que se detecta en una temporalidad esencial, en una suerte de belleza que permanece. Doy ejemplos de estos momentos.

En el primer día de expedición, el 11 de marzo de 2022, este equipo multidisciplinar conoce un templo de forma espiral en Jaén. A pocas horas de comenzar el viaje, el equipo se planta ante un uso de la naturaleza, en este caso la montaña y su propia piedra, que se nos antoja bello e incluso mágico. Seducidos por las interpretaciones que el director del sitio arqueológico, Quirino Olivera, nos planteaba, comenzamos a registrar nuestras posibles miradas sobre un territorio desde el que Julio César Tello afirmó que el origen de las civilizaciones sudamericanas estaba en la selva. Sin embargo, lo que realmente se impone frente a la grandeza de la civilización Bracamoros (o más antiguas), aunque parezca un detalle menor, son las palabras «excavaciones de tipo décapage».

Entendemos que el movimiento de nuestro viaje quizá asumirá en los días siguientes justamente ese gesto metodológico: una excavación horizontal en la que se registra in situ cada artefacto, rasgo o elemento, según la topografía del estrato arqueológico. Comprendemos en una hora, y en un primer encuentro, que estamos realmente frente al vínculo documental de los que hacen el ejercicio de filmar y ser filmados. La creación involucraría, sin duda, la devolución de esa mirada.

Maxim Holland, Vector Pasivo #2, 2022, impresión digital sobre papel de algodón, 35 x 25 cm. Cortesía del autor

Unos cuantos días después, en Leymebamba, nos enfrentamos a otro momento clave como equipo. Conocemos al grupo de activistas conservacionistas de Napoleón Vega y Marcela Hidalgo, quienes forman parte del programa municipal Saberes Productivos. Una de las ocupaciones principales de este grupo es mantener el vivero municipal para hacer uso de las plantas nativas y poder generar ingresos sobre los conocimientos de los miembros de «la cuarta edad», como se denominan. Entre estos saberes, están los que propone Cristina, quien, con plantas y el agua de la piedra, cura las enfermedades del corazón. Otra vez es el subtexto el que nos eriza la piel: Cristina, “ni sonsa”, comienza a contarnos cómo se cae y pudre la planta del rocoto cuando la recoge una mujer lactante.

Es evidente para nosotras, sobre todo las mujeres del equipo, que el arte es una variante de relaciones entre distintas generaciones y que, aunque es importante que el arte muestre, también cabe subrayar lo que deja fuera. Comenzamos a entender que estamos detrás de pistas y que preguntar sobre el árbol de la quina nos hará testigos no de caprichos, sino de intenciones.

En Luya, el agrónomo Tito Sánchez Santillán de la Universidad de Jaén nos explica las dificultades del cultivo de la quina. En su experiencia, de 700 árboles de prueba, apenas sobreviven 60. Esto implica que se continúen estableciendo protocolos de crecimiento porque los árboles en uso pandémico están siendo tanto incentivados como recortados en este territorio. En la defensa del tedioso crecimiento del árbol de la quina, Tito Sánchez admite que no puede crecer sin tener usos en el mercado, como aprovechar su madera para construcción, aparte de los usos medicinales.

«La fórmula de protocolo de crecimiento a la que se debería aspirar por encima de los 3000 metros sobre el nivel del mar», explica el agrónomo, «es la de propagación clonal». Y es en este momento cuando cambia nuestra mirada: entendemos que desde el origen se determina el camino, la actitud y el movimiento, y asumimos una postura que es el resultado de numerosos experimentos fallidos y de recuerdos sobre el origen. La imagen que podamos producir de esa realidad (o el fragmento de realidad que escojamos) es un ejercicio metonímico no solo personal, sino social.

Quedan otros momentos que son sinopsis de miles de películas que deberíamos estar filmando: el cruce de la frontera a Ecuador, la interacción con un paisano que nos indica que sigamos «todo travesía», es decir, «todo de frente», el encuentro con Máximo Moreira en un parque memorial del árbol de la quina en Loja… En fin, diversas sinopsis que encierran los devenires del árbol, nuestra posibilidad creativa y las metáforas que nos circundan.

Santiago Roose, La nave terca, 2022, metal, madera y plantas (instalación botánica medicinal), 2.5 x 2.5 x 11 m. Cortesía del artista

III. EL TRABAJO

Claudia Coca: Bosques de neblina

Elementos de expedición botánica con preguntas a la Colonia, al espíritu colonizador, incluso más importantes en las interpelaciones discursivas a National Geographic que reviven el impulso explorador. En la obra de Coca, se delimita un cuerpo diminuto que observa un universo de extracción global.  Los macros de botánicos recorren un tiempo mítico en el que se cuestiona la matriz colonial naturalista.

Santiago Roose: La nave terca

Como en un movimiento perpetuo, se atraviesa un bólido de delirio, de creencias, de actitudes, de juicios de valor que se juntan en un solo elemento, fusionando contradicciones y direcciones opuestas. El espectador se queda mirándolo y, a la vez, se reconoce volcado dentro de ese seguir continuo de un vagón de charlatanería que infunde, a veces, el éxito o el miedo de una travesía. Como ya comentó Victor Vich, sobre la obra de Roose se dibujan los límites de un inevitable porvenir[2], esta vez haciendo una narración de la vida social de la mística andina.

Maxim Holland: Vectores pasivos

Muerte y desesperación se trasladan en un acto de fe, en el control sistemático del cuerpo, en pandemia, y transforman el espacio del cuerpo, su entorno, su límite. En una escala uno a uno, el cuerpo se enfrenta a un comportamiento condicionado que delimita el deber ser y el deber estar. En este nuevo orden se dibujan nuestros límites cercanos; quizá nuestra agencia se resume en un metro cuadrado, que deja atrás el sentimiento del espacio público.


Una geografía de los saberes: ruta hacia el árbol de la quina y otrxs habitantes ha sido realizada gracias al apoyo del Centro Cultural de España en Lima, donde se podrá visitar la exposición del 11 de agosto al 2 de octubre de 2022. Curaduría: Marisabel Villagómez

Fuente: https://artishockrevista.com/

 

 

Las fantasías sexuales infantiles son soporte de lo trans, consecuencia del polimorfismo producto de la desfuncionalización de la sexualidad humana, que toda cultura intenta formatear. Hoy la sospecha recae sobre su mercantilización.

Me he ocupado en otro lugar de lo que considero que es la transfiguración1. Sólo retomaré un aspecto de lo allí tratado, que en este caso estará referido a las derivas de la sexualidad del sujeto. Entiendo a la figurabilidad psíquica como una exigencia/trabajo que la pulsión exige a la psique, y, al mismo tiempo, una exigencia que la psique impone a la pulsión para que ésta ingrese a la misma, figurándose en representantes representativos ideativos o afectivos, sea en el lenguaje de lo originario, como de lo primario y lo secundario.

En el origen, los signos perceptivos son la primera transcripción de la percepción. Dicha transcripción deja una huella. Al tiempo que la percepción no es algo en lo cual la psique no deje una marca. Los signos perceptivos se transcriben como indicios, restos tomados en la representación-cosa que -a su vez- se transcriben en la representación-palabra. Cada pasaje, cada transcripción de un estrato a otro, es una transfiguración: lo previo debe transfigurarse en el estrato que sigue para poder habitarlo, ingresa en lo posterior conservando algo y a su vez es sometido a una metamorfosis. Esto será así durante toda la vida del sujeto, más allá de sus orígenes, y habrá movimientos tanto “progresivos” como regresivos. O no los habrá, puede que las transcripciones no se produzcan: Freud mismo alertaba de la presencia de la represión impidiendo los pasajes. Sabemos que no sólo la represión puede afectar los mismos y que, tal vez, no se produzcan todo el tiempo ni sea necesario que lo hagan, más allá de las defensas psíquicas.

Empujes del cuerpo y del deseo del Otro

Respecto de las marcas que el deseo del Otro deja en el infans y en su sexualidad, entiendo que esto es un modo muy parcial de formular lo que ocurre, ya que se trata de un momento de indistinción soma-psique-otro primordial. En ese momento de indistinción se transfiguran-transportan los empujes tanto del cuerpo como del Otro a los signos perceptivos, a posteriori lo serán a las representaciones cosa y se producirá un empuje en la actividad fantasmática de la cual la experiencia de satisfacción es un proto-fantasma. Esos signos perceptivos se traducen y en esa traducción habrá una transfiguración: el placer – dolor a nivel del soma-psique, se traduce-transfigura en fantasmas inconscientes que seguirán su camino hasta ser tomados por la fantasmática edípica, la castración, la erección de los ideales y del superyó.

Las marcas originarias en el soma-psique son indelebles, lo que no quiere decir que no sean sometidas a traducciones por lo menos hasta las metamorfosis de la pubertad. Dichas metamorfosis son transfiguraciones. Y, por otra parte, los encuentros, los accidentes, los imprevistos, pueden revivir esas marcas… o transfigurarlas. Dichos sucesos de la realidad forman parte de la tercera serie complementaria, de la cual también participa la cultura. Sirva de ejemplo lo que el arte cinematográfico muestra en La chica danesa: uno puede preguntarse a posteriori de ver el film (que es sobre un caso real, la primera operación trans-género), qué hubiera ocurrido si no hubiera tenido lugar el encuentro con esa mujer y el deseo (y habilitación) de la misma, que probablemente haya hecho eco en el prehistórico e histórico deseo materno, despertando a los perros que estaban dormidos (Freud, 1973 [1937])2.

Desfuncionalización, polimorfismo, polisexualidad

Una otra cuestión a tener en consideración: no sólo hay indistinción en los momentos originarios entre psique y soma, sino que ambos son irreductibles e indisociables. Indistinción, irreductibilidad, indisociabilidad: tres propiedades que marchan juntas en el psique-soma.

Aquí es momento de mencionar la desfuncionalización de la sexualidad humana – ya tratada en otros textos3 – , que se liga a lo polimorfo de la sexualidad, que está “más acá” de la bisexualidad, siendo una polisexualidad. Habrá un intento elaborativo que el infans (luego el niño) realiza respecto de su sexualidad infantil con toda su fantasmática que será reprimida al final del Edipo, configurando – en esa transfiguración – la primera forma de la sexualidad, que será sometida a las metamorfosis puberales. El humano es un animal loco (Castoriadis, 1993)4, está desfuncionalizada su sexualidad por la irrupción en la psique de la imaginación radical, que disloca lo percibido, incluyendo en esa dislocación el discurso del portavoz y el impacto del encuentro con el cuerpo y deseo de éste.

La vida anímica infantil es pletórica de fantasías y sexuales – sean autoeróticos o con otros -. Y está también sometida al influjo de los adultos, compañeros de juego, y ahora más que nunca, los medios masivos de comunicación. Si los padres son los primeros seductores, lo son tanto a nivel psíquico como corporal. Y de la represión adecuada de su propia sexualidad depende que los estímulos puedan ser ligados en el infans. Aún así, siempre hay un resto no ligable. Distinto es si la represión edípica – que es consecuencia de la interdicción y al mismo tiempo es causa de la misma y será transmitida a la nueva generación – no ha sido lograda en los adultos. En ese caso el infans queda ubicado como objeto del goce del otro, potencialmente provocador de importantes perturbaciones futuras, en un estado de excitación inmanejable e improcesable, no significable.

La sexualidad, desfuncionalizada, y traumáticamente impuesta por los adultos (seducción originaria para Laplanche, pero que ha caído bajo la barra de la represión primaria y secundaria) implica una enorme exigencia de trabajo para la psique del infans, cuya fantasmática es un intento de realizar dicha tarea, acompañada de curiosidad en lo respectivo a la sexualidad y sus juegos y fantasías sexuales. Todo lo que es sometido a sucesivas transcripciones y transfiguraciones hasta hallar su cenit en la pubertad.

El riesgo de detener las transfiguraciones

El riesgo siempre presente es que ese movimiento se detenga, quede fijado en un punto, anclando al sujeto a uno de las sucesivas pasos de su movimiento identificatorio, pulsional y deseante: su propio proceso de sexuación. Tal como puede suceder en los casos de abuso sexual infantil. En el caso de aquellos niños que manifiestan tempranamente su identificación con el otro sexo, en algunos casos podrá tratarse de algo del orden de lo constitucional (primera serie complementaria), y en otros de un momento de su trayecto identificatorio-pulsional-deseante que no debe ser detenido, permitiendo su continuidad, so riesgo de fijar al sujeto en su trayecto.

En la actualidad el riesgo de que esto último sucedad es mayor, sea por influencia de los adultos a cargo – en una época en la que la interdicción está en crisis5 – o por las promesas de la ciencia tanto como por la proliferación de una ideología de la “libertad de derechos”, de que “hay que probar todo” (que no es sinónimo de la exploración adolescente), en definitiva, de la influencia de la forma de vida capitalista y sus modelos identificatorios. La crisis de la significaciones imperantes décadas atrás – de las del capitalismo, que va de la mano con la crisis de las significaciones patriarcales – hace que sea más complejo aún el tránsito identificatorio a nivel de la sexualidad, más lábil, más permeable a los influjos de la realidad.

Lo trans

Las fantasías sexuales infantiles – que forman parte de la sexualidad infantil – son soporte de lo trans, hablan de una sexualidad trans a consecuencia del polimorfismo que a su vez deviene de la desfuncionalización de la sexualidad humana. Toda cultura intenta realizar un formateo de ese polimorfismo y desfuncionalización. Es fundamental interrogar si no hay – a partir de la medicina, los avances tecnológicos asociados a la misma y el afán de generar nuevos nichos de consumo – una mercantilización y formateo de lo trans.

No podemos atribuir seriamente a lo constitucional toda deriva de trans-figuración al otro género y conformación anatómica. A propósito de esto último: ¿es realmente algo necesario o – al decir de Catherine Millot6 – es una estafa, a caballo de una histerización generalizada provocada por la cultura capitalista? La que genera todo el tiempo un estado de insatisfacción y frustración. Retomaré todo esto en otra ocasión.

Patriarcado y capitalismo

Punto en el que no me detendré: el patriarcado y el capitalismo son dos cosas distintas, no es que la supresión de una llevaría a la otra, o que el capitalismo no pudiera existir sin el orden patriarcal de sexuación. Ya sabemos que el patriarcado ha sobrevivido a diversos modos de producción. Y que el capitalismo puede no necesitar del orden patriarcal. Otra salvedad: el problema no es la crisis de la significación patriarcal (significación que ha tenido un lugar preponderante en la elucidación psicoanalítica) sino el “aprovechamiento” que el orden capitalista hace de dicha crisis y, al mismo tiempo, que la propia significación capitalista está en crisis – Berardi alerta sobre su extinción (no es el único) – .

La crisis del orden patriarcal es el feliz resultado de las luchas de mujeres, jóvenes y minorías sexuales iniciadas en la década del 60 del siglo pasado. Pero cae bajo la égida de una forma de vida que se ha caracterizado por incluirlo todo para garantizarse la supervivencia.

Para el psicoanálisis nunca debe tratarse de lo políticamente correcto. Es, desde su origen, una modo crítico de analizar la cultura poniendo en relación a la clínica con la misma. No se trata para nuestra disciplina de festejar lo nuevo porque es nuevo y así formar parte de la manada y, a la vez, generar una nueva clientela, ni de desecharlo refugiándonos en un conservadurismo que nos pone por fuera de las coordenadas de nuestra época.

  1. Franco, Y., Transfiguraciones. Psicoanálisis de la Pandemia. Psicoanálisis en la Pandemia, Buenos Aires, 2022, Magma.
  2. Freud, S., Análisis terminable e interminable, Madrid,1973 [1937], Biblioteca Nueva, Tomo III.
  3. Sexo loco, en El Psicoanalítico N.º 8.
  4. Castoriadis, C., Lógica, imaginación, reflexión, en El inconsciente y la ciencia, Buenos Aires, 1993, Amorrortu.
  5. Franco, Y., La interdicción en crisis, en Paradigma borderline. De la afánisis al ataque de pánico, Buenos Aires, 2017, Lugar.
  6. Millot, C., La Cuestión Trans en Psicoanálisis.

 

Fuente: https://elpsicoanalitico.com.ar/

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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