Revista ALTERNATIVAS – 🌟- N°. 751

★   Raúl Zibechi:“Estamos ante una crisis civilizatoria que comenzó antes de la pandemia”

★  UruguayEl vértigo del ego

 ★  ARTE/  Nick Cave. Lentejuelas en un callejón oscuro

 

 

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Raúl Zibechi:“Estamos ante una crisis civilizatoria que comenzó antes de la pandemia”

Por Eric Llopis

Recuerda el periodista e investigador uruguayo Raúl Zibechi la siguiente idea del Subcomandante Marcos, formulada en 2007: “Las grandes transformaciones no empiezan arriba ni con hechos monumentales y épicos sino con movimientos pequeños en su forma y que aparecen como irrelevantes para el político y analista de arriba”.

Zibechi extrae también una enseñanza del poeta griego Konstantino Kavafis, autor de Viaje a Itaca: “Lo importante es caminar, mucho más que llegar a alguna meta”.

El escritor montevideano comparte estas reflexiones en la introducción del libro colectivo Tiempos de colapso III. Construcción y luchas de pueblos en resistencia, editado en 2021 por coordinación Baladre e iniciativas sociales Zambra. Coordinado por Aida Morales Franco, Manolo S. Bayona y Raúl Zibechi, la obra incluye artículos sobre el colonialismo en Palestina, del activista Daniel Lobato; la lucha de l@s ocupantes de Los Molinos contra el Tren de Alta Velocidad (AVE) en el Valle Clarea (Turín); el movimiento Genuino Campesino y las redes por el acceso a la tierra en Italia (Giovanni Pandolfini); o el Colapso en Canarias, de la Asamblea Canaria por el Reparto de la Riqueza, entre otros.

-“Los Estados ya no son parte de la solución, porque son uno de los problemas que afrontamos”, afirmas en la introducción del libro. ¿Supone un avance la victoria de un candidato de izquierdas –Gabriel Boric- en las elecciones presidenciales de Chile (diciembre 2021), frente al ultraderechista y admirador de Pinochet José Antonio Kast?

El debate se centra en qué puede hacer Boric respecto a los temas cruciales de Chile: la insurgencia mapuche, el monocultivo extractivista de pinos, la crisis hídrica, el sistema privado de pensiones y de salud, por decir apenas algunos. Mi convicción es que no habrá cambios estructurales, el modelo seguirá siendo el mismo, como sucedió en todos los países con gobiernos progresistas. En ninguno se consiguieron cambios, por el contrario se profundizaron la minería a cielo abierto, los monocultivos de soja y la especulación inmobiliaria.

Por otro lado, los gobiernos progresistas debilitan a los movimientos y pueblos, y esta también es una constante en todos los casos. Profundización del capitalismo neoliberal y debilidad de los movimientos. Luego, cuando hace falta movilización para frenar a la derecha, la gente está desorganizada y, peor aún, confundida.

Pero también se puede elegir otro escenario, otra mirada: si no gana Boric, gana la ultraderecha. Aquí hay dos aspectos que deben tenerse en cuenta. Por un lado, impedir que gane la ultraderecha es importante, pero, por el otro, el precio no puede ser la desmovilización, ni desarmar las cientos de asambleas territoriales que nacieron durante la protesta chilena.

-En el contexto de las últimas revueltas en América Latina (Chile, Ecuador, Perú, Bolivia, Nicaragua, Haití o Guatemala) ¿Por qué destacas la protesta social iniciada en abril de 2021 en Colombia?

Porque es el país donde no había revueltas urbanas desde el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948. En Colombia siempre gobernó la oligarquía terrateniente, no hubo reforma agraria y las luchas siempre habían estado centradas en áreas rurales. Desde 2019, poco antes de la pandemia, y sobre todo desde el 28 de abril de 2021, el centro de la lucha pasa a ser la ciudad.

Creo que las principales organizaciones colombianas siguen siendo rurales, campesinas, indígenas y negras, pero ahora se consolida un fuerte activismo en las periferias urbanas, con una enorme creatividad cultural y social, con capacidad de abrir espacios en la urbe como sucedió en Cali con la creación de 25 “puntos de resistencia”.

Acabamos de publicar un libro con compas del grupo Kavilando de Medellín y Desdeabajo de Bogotá (“Entre la rebeldía y la esperanza”), un libro colectivo, donde se recogen las enormes creaciones de abajo durante más de tres meses.

-¿En qué consiste y qué importancia –material y simbólica- atribuyes al Movimiento a la Resistencia, inaugurado en junio de 2021 en Santiago de Cali?

Porque aparece el activismo juvenil, femenino y negro, que se entrelaza con la Guardia Indígena nasa que llegó a Cali a solidarizarse con los pobres de la ciudad. Esta alianza dará mucho que hablar en el largo plazo, ya que los indígenas pueden contribuir a la organización urbana, que es donde la represión actúa de forma más despiadada.

Cali es una ciudad mestiza; la mitad de la población es afrodescendiente y vive en las peores condiciones en barrios segregados del resto de la ciudad. Cali fue una ciudad industrial y ahora no puede ofrecer futuro a esa mitad pobre y negra, de modo que estamos ante un activismo que toma conciencia de que, o lucha o se lo lleva la represión. Porque esa es la alternativa real.

Durante la revuelta, este sector se entrelaza con jóvenes de clases medias con formación universitaria, y crean cosas maravillosas. En los puntos de resistencia aparecen bibliotecas populares en locales donde funcionaba la policía de proximidad; surgen espacios de ocio, de arte, danza, música, generados por ellos y ellas, porque la presencia de mujeres es muy alta. Los puntos de resistencia tuvieron fuerte apoyo del barrio. Hubo vecinas que abrían sus puertas a jóvenes para que usaran sus baños, sabiendo que muchos de ellos estuvieron en la cárcel por pequeños robos.

Quiero decir que se formaron relaciones comunitarias durante algunas semanas, que fueron enormemente creativas, como el fabuloso anti-monumento Resiste. La revuelta destruyó y creó a la vez, tiró abajo la estatua de Belalcázar, fundador de la ciudad, y erigió otras en base al trabajo colectivo.

-Pasado los meses de crisis por la COVID-19, “observamos que los más trascendentes levantamientos de los pueblos están siendo reconducidos hacia el redil electoral”, escribes. ¿Por ejemplo?

Chile, Colombia, entre los más recientes. Me parece que esto es inevitable, es ya un patrón en las luchas sociales. Las grandes revueltas deslegitiman a los gobiernos y la gente, naturalmente, busca un cambio de gobierno. No se trata de juzgar sino de entender. Los pueblos necesitan hacer esta experiencia, y eso es algo que no podemos criticar.

En lo personal, lo único que digo es que no esperen mucho de estos gobiernos, que lo principal es estar organizados, porque el sistema no va a solucionar tus problemas. Estamos en un período en el cual “sólo el pueblo salva al pueblo”, y para eso necesitamos estar organizados.

-¿Qué experiencias de solidaridad, intercambio y autoorganización popular destacarías en América Latina durante la pandemia? ¿Qué conclusión extraerías de estas iniciativas?

Muchas. Por un lado hay movimientos formales, instituidos, como el indígena del Cauca colombiano, los sin tierra de Brasil, la Conaie de Ecuador, en general los más potentes son indígenas y campesinos, en todo el continente. Pero van naciendo colectivos de nuevo tipo, tanto urbanos como rurales, que tienen menos visibilidad pero mucha potencia.

Me interesa destacar la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) en Argentina, miles de familias rur-urbanas que cultivan alimentos y los distribuyen por canales propios. La Teia dos Povos de Brasil, una alianza de comunidades negras, indígenas y campesinas que nace en Bahia y ahora está en todo el país. Hasta los movimientos menos estructurales, como las cientos de asambleas territoriales en Chile, las ollas comunes en Uruguay, Chile y Paraguay, entre muchas otras experiencias notables.

Menos visibles aún, son los gobiernos autónomos como el wampis y el awajún que se formaron en el norte del Perú, así como otros procesos de autonomía, desde el mapuche hasta los amazónicos, que van en una dirección similar a la del zapatismo, que sigue siendo el referente principal de la corriente autonomista.

MI principal conclusión es la que los sectores populares debemos ayudarnos entre nosotros, porque los de arriba no lo van a hacer. Por eso creo firmemente en la orientación hacia la autonomía y el autogobierno.

-¿En qué consiste la “profundización en el arraigo territorial” de las experiencias, en el caso de los movimientos sociales europeos?

Desde la crisis de 2008, veo la proliferación de huertas urbanas, de centros sociales y culturales, de espacios recuperados. Barcelona, en particular el barrio de Sants, es un referente ineludible, donde coexisten decenas de cooperativas con sindicatos de vivienda y una enorme fábrica recuperada como Can Batlló.

Pero conozco una hacienda Sin Patrón cerca de Florencia, fábricas recuperadas en Atenas y Milán, decenas de iniciativas de espacios comunes y hasta un barrio entero recuperado, como Errekaleor en Gasteiz/Vitoria. Han nacido además, edificios “alternativos” y sustentables, como Entrepatios en Madrid. Digo que el “mundo otro” sigue siendo pequeño y minoritario, pero ya no es marginal, ni en América Latina ni en Europa.

-Adviertes en tu artículo de un presente atravesado por la confusión, además de la desesperación, miedos y angustias que pueden conducir a salidas individualistas o una búsqueda de seguridad en el fascismo. ¿Incluirías en esta reflexión a la militancia de los movimientos sociales?

Puede ser, aunque pienso más bien en la población no organizada. En México y en Colombia hay organizaciones sociales que ahora actúan como paramilitares, y eso es un triunfo de la política contrainsurgente. Por otro lado, hay muchas organizaciones que han sido cooptadas por el Estado y pueden derivar en apoyo a salidas de ultraderecha. Pero todavía es muy pronto para poder analizarlo.

-Por último, ¿consideras que la humanidad se halla ante una crisis civilizatoria? (como consecuencia de la llamada gripe española de 1918 murieron entre 20 y 40 millones de personas).

Todo es relativo. En dos años murieron 5,5 millones por Covid. Pero cada año mueren 7 millones por la contaminación del aire (https://ourworldindata.org/data-review-air-pollution-deaths) y otros 4 millones por agua contaminada (https://elpais.com/sociedad/2010/03/22/actualidad/1269212403_850215.htm). O sea, creo que hay que relativizar tanto la gripe española como la pandemia de Covid que, efectivamente, es muy dañina pero no debemos olvidar los otros graves problemas.

Creo que estamos ante una crisis civilizatoria que comenzó antes de la pandemia y que ahora se ha profundizado, que tiene varios ejes pero el principal es la desigualdad, de poder y de renta. Pero tampoco quiero salvar una civilización que es patriarcal, capitalista y colonial/racista, y que es la que ha provocado esta pandemia.

Fuente: Rebelión. /Rebelión [Imagen: Colectivo Manifiesto; fuente La Tinta]49

 

 

 

Edición 1940
El espectáculo de la política

El vértigo del ego

DUKE SURF

La conexión entre personalidad y factores impersonales es una cuestión central de la filosofía y las ciencias sociales. Esclavo del deber público, el presidente, Luis Lacalle Pou, camina en la cuerda floja bajo el chorro de los reflectores de un espectáculo que no eligió. Hay una variedad histórica y actual de configuraciones carismáticas.

El carisma secular es respuesta a la búsqueda de identidad y motivación ante la racionalización de grandes estructuras complejas fuera del alcance de las personas. Los carismas de la subjetividad se construyen en la distancia entre los poderes impersonales y la sociedad. Las personas se sienten más reales y tangibles cuanto más próximas a los atributos de yoes expuestos en el vacío, como sucede en Gran hermano. En culturas mediáticas de imagen la subjetividad plana de los liderazgos se despliega como escenario de un gran espectáculo social. ¿Cuál es la verdadera importancia de la nariz de Cleopatra? El liderazgo se crea dentro de cierta contingencia como si las estructuras impersonales no funcionaran y todo fuera prueba personal de valor y templanza. Lacalle Pou siguió un método de marketing estratégico moderno y ascendió al podio en los hombros del deseo, la moda y el auge del capitalismo de consumo de la era frenteamplista como la imagen subjetiva del nuevo espectáculo de brillo que parte de la sociedad quería ver. Luego, con su notable estrategia de comunicación, convirtió el relámpago de la pandemia en oportunidad de transmutación en estadista de la razón (la ciencia), la calma y la empatía.

José Mujica y Lacalle Pou son grandes comunicadores políticos, polares entre sí, pero dentro de una misma familia carismática desde los prolegómenos del Uruguay frenteamplista desde 2002 hasta hoy. La representación de Lacalle en la pandemia revalidó como nuevo estadista todo el respaldo social cosechado como líder aspiracional y forjó la imagen de liderazgo más sólida que las derechas han ofrecido desde 1985.

La pandemia fue la prueba de la gravedad de Lacalle, pero los casos Astesiano y Marset son la prueba del corazón de Lacalle.

Mujica y Lacalle son personajes opuestos. Comparten el despliegue central de la subjetividad como escenario de valor político. Desde 2002 Mujica –desde una biografía de guerrillas y padeceres– conjugó una ilusión pública de épica, el relato de una lucha de pobres, con la horizontalidad existencial del límite entre la vida y la muerte, con la burla y la autoparodia, el gesto entre grave y absurdo. ¿Mujica es una transgresión del jet set? Parece la antítesis del mundo. Pero es otro espectáculo: chacra, Volkswagen, flores, Manuela, rincones interiores, muebles vetustos, aire libre. Todo sugiere libertad y soberanía sobre el tiempo.

Lacalle es el sueño de la mercancía soberana de nuestro tiempo, el nuevo uruguayo de la era frenteamplista y aspiracional de logro de estereotipos de éxito, belleza, masculinidad, mujer, familia, juventud, cuerpos, empresa, agroboys, emprendedores. «La sencillez melódica y la oscuridad existencialista de Sebastián Teysera» (Juan Campodónico) cedió al auge de la cumbia pop. La aureola de Mujica es humor que acompaña al peligro para siempre con la pregunta del sentido. Lacalle surfea la ola del placer de la normalidad y el fin de la épica. Haciendo la bandera o encima de las olas, es símbolo exclusivo del jet set en un país sin jet set. Centraliza toda la política del espectáculo.

Lejos ya de la crisis de 2002, más lejos de la dictadura y más aún de los sueños del 60, por fin Uruguay disfrutó normalidad democrática y una ligereza ambiental en que la vida fluye. En 2016 un artículo de BBC Mundo se ocupó de la cumbia pop: «Sus protagonistas navegan sonrientes a bordo de una lancha, celebran fiestas en una casa con piscina y montan a caballo en una quinta». El reverso de la felicidad del nuevo uruguayo es la inseguridad. Igualdad y distribución se desplazaron hacia Policía y crónica roja.

El partido socioempresarial macrista inspiró ideales aspiracionales, que fueron objeto de imitación herrerista. El mainstream aspiracional serializa la subjetividad tras ideales utópicos de perfección y felicidad. El lacallismo une fuerzas culturales que van más lejos de la frontera aspiracional; es la experiencia moderna en grandes escenarios entre formas y exposiciones de marcas que pelean la atención entre la exuberancia de estímulos. El publicista español Antoni Gutiérrez Rubí resume así el desembarco cultural de Cambiemos y la novedad que encarna en la derecha: «El liderazgo electoral de Cambiemos no se puede entender sin una estrategia cultural en el mundo simbólico, que va desde el uso inteligente del color, la liturgia escénica o el uso flexible de elementos de identidad gráfica y plasticidad de praxis política. No hay liderazgo sin estética. Las formas son fondo».

Los carismas de Mujica y Lacalle cabalgan en la transición entre dos sistemas de comunicación. El sistema que se va estaba basado en grandes medios referentes que centralizaban la agenda: periódicos y programas icónicos de radio y televisión con círculos sucesivos de audiencias.

La marca del nuevo sistema es la descentralización de canales en múltiples plataformas fragmentadas de comunidades segmentadas en compartimentos, incomunicadas entre sí. Las personas sienten más control en la variedad y coparticipan creando productos culturales que suben en redes. Los rasgos críticos muestran más separación que antes entre los diversos grupos: adentro, afinidad cerrada; afuera, desconocimiento mutuo; compulsión por lo efímero y trastorno atencional; percepción polar desdeñosa de complejidades; reducción de la comprensión y pensamiento escueto sin pasado ni imaginación de futuros. Negación del otro, fakes e identidades emotivas extremas son raíces del carisma del odio de la globalización.

El cable llegó en los noventa y su rápida difusión en todo el interior convirtió a los noticieros centrales en claves para formar opinión. Hoy solo personas mayores de 40 años miran noticieros. El resto se informa en plataformas de streaming sin televisión o no se informa. Lacalle no se sostiene por blindaje, sino porque su estrategia comunicacional siempre tomó plenamente en cuenta ambos sistemas. Astesiano y Marset son bombas de tiempo en el escenario grave o frívolo de la política de la personalidad.

 

 

Nick Cave. Lentejuelas en un callejón oscuro

 

El poliédrico Nick Cave se formó como bailarín antes de comenzar los estudios de Bellas Artes y orientarse al plano de la plástica. Hoy, hibrida ambos lenguajes para desafiar los roles de identidad hegemónicos y utiliza la escultura para hacerse invisible. El próximo mes de mayo tendrá lugar en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago la primera gran retrospectiva que llevará por título Nick Cave: Forothermore.

“Me veo a mí mismo como un mensajero”, afirma Nick Cave (Misuri, 1959), uno de los artistas visuales más vistosos y reconocidos del panorama internacional. Aunque se mueva en el terreno de la instalación, el vídeo o la performance, es fundamentalmente un escultor interesado por las cuestiones materiales. Entre sus obras más afamadas están, por un lado, los Soundsuits, figuras cubiertas con trajes que en ocasiones se activan en espectáculos dancísticos y que fueron un punto de inflexión en su carrera; y, por otro, sus creaciones a partir de elementos reciclados.

Speak Louder. 2011. Nick Cave Visual Artist. ©Jack Shainman Gallery
Speak Louder. 2011. ©Jack Shainman Gallery

Es un productor de objetos y también de mensajes que concibe el arte como un vehículo eficaz para el cambio, afrontando con responsabilidad el poder de su altavoz como artista. Esta arraigada conciencia social le ha llevado a desempeñar tareas como educador —a día de hoy es profesor de moda, cuerpo y vestuario en el Art Institute de Chicago— y también como activista y divulgador.

Soundsuit. 2013. Nick Cave Visual Artist. ©Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2013. ©Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2018. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2018. Jack Shainman Gallery

“Me pregunto cuál es el papel del arte dentro del ámbito público, cómo puedo usarme a mí mismo como una forma de servicio. Quiero hallar una manera de generar espacios en los que puedan producirse las discusiones que es necesario tener”. Esta defensa de la diversidad es la esencia del porfolio de Nick Cave.

Tondo. 2018. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Tondo. 2018. ©Jack Shainman Gallery

Hablamos de una propuesta de estética colorista y vibrante que impacta alegremente al primer vistazo, pero que, tras una segunda mirada, evidencia recuerdos de intolerancia y violencia cotidiana: escenas y acontecimientos que han marcado en Estados Unidos la lucha contra la discriminación racial de las últimas décadas, como el asesinato de Trayvon Martin en 2012 o el de Michael Brown dos años más tarde

Soundsuit. 2006. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2006. ©Jack Shainman Gallery

Trajes para agitarse y transformarse

Como complemento a la gran muestra retrospectiva en el museo de Chicago, se proyectará a gran escala en la fachada del edificio theMART una remezcla de Drive-By: la videoinstalación donde Cave participa junto a otros performers portando los trajes-esculturas que lo hicieron famoso. Este vídeo se mostró por primera vez en septiembre de 2011 durante siete días, e iluminó la esquina de East 23rd Street y South Michigan Avenue en Chicago. Sobre aquella exhibición Cave afirma: “Sabía que era un momento poderoso para compartir mi obra, sacarla de las galerías y llevarla a los hogares de todo el mundo. Lo vi como un modo de conectarme con personas que no estaban familiarizadas conmigo o incluso con el poder del arte. Así que este metraje está imbuido de ese espíritu”. Unas semanas antes, la revista Vogue publicaba un reportaje de ocho páginas donde esas piezas aparecían junto a bolsos y calzado de diseñadores como Yves Saint Laurent y Dior. Su salto a un público masivo estaba hecho.

Soundsuit. 2017. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2017. Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2013. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2013. Jack Shainman Gallery

Han pasado 20 años desde el primer Soundsuit (1992), concebido en respuesta a la brutal agresión al taxista Rodney King a manos de la policía de Los Ángeles, y que desembocaría en una ola de protestas por la ciudad. Ese mismo día, horas después del suceso, Cave recolectó pequeños palos en un parque, y confeccionó con ellos una manta de diminutos bastones de madera que servían de segunda piel y sonaban al chocar entre sí. Esto supuso la némesis de un cuerpo de trabajo que acompañaría al artista a lo largo de su carrera y que abría un nuevo y poderoso camino de investigación discursiva.

The Let Go Buffalo. 2021. Nick Cave Visual Artist. ©Jack Shainman Gallery
The Let Go Buffalo. 2021. ©Jack Shainman Gallery

Nick Cave. Poder y resistencia

A día de hoy, y tras haber diseñado más de 500 trajes, el relato aún es efectivo: “Los temas que abordan siguen siendo importantes en mi vida, se trata de poder y resistencia, de cómo aguantamos y nos enfrentamos a algo”, aclara el autor. Sus creaciones entrañan una denuncia al racismo y a la desigualdad al mismo tiempo que con su carácter festivo apelan a la potencia de la diversidad. Son símbolos de todas las razas y procedencias, engloban a todos los seres. Aquella primera pieza que acabó convirtiéndose en vestimenta evoca la idea de protesta cuando está en movimiento y suena: habla de gritar y no ser escuchado, de construirse una armadura para la indignación y esconderse dentro para sobrevivir.

Speak Louder. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Speak Louder. ©Jack Shainman Gallery

Todos los Soundsuits de Nick Cave beben de los rituales africanos, de las danzas del mundo, del Mardi Gras de Nueva Orleans, pero son también un espacio íntimo pensado para una nueva convivencia entre el cuerpo y el objeto, un nuevo sitio inventado en el que estar. Por ello, colocarse un traje implica renunciar a una parte de lo que uno es. En palabras de Cave, “sirven para salir de la norma, de la zona de confort, y eso resulta un proceso muy difícil: no puedes completarlo y continuar siendo tú mismo (…) conlleva entrar en una especie de desconocido. En el momento en que usas el traje, estás protegido. Tu identidad ya no es relevante”.

Until, Carriageworks. 2018. Foto: Zan Wimberley. Nick Cave Visual Artist. ©Jack Shainman Gallery
Until, Carriageworks. 2018. Foto: Zan Wimberley

Que paren de danzar las esculturas

Los trajes de Cave se exponen en museos y galerías, pero otras veces forman parte de representaciones donde se activan y danzan al ritmo de músicas tribales o electrónicas. Son dos escenarios bien diferentes, dos propuestas con significados y connotaciones distintas. “Sé que en origen siempre han sido una escultura”, señala Cave, que observa cómo lo estático permite un abanico de lecturas más amplio y misterioso que las acciones performativas, espectacularmente estéticas y luminosas.

Soundsuit. 2009. Nick Cave Visual Artist. ©Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2009. ©Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2019. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2019. Jack Shainman Gallery

Con el paso del tiempo, la crítica social en la que se implicaban los trajes de Nick Cave se ha ido volviendo más explícita, dando paso, por un lado, a composiciones de diferente escala con el objeto encontrado como protagonista, y, por otro, a grandes pinturas que a modo de bajorrelieves proporcionan experiencias casi inmersivas. “En un momento decidí ir un paso más allá de los Soundsuits, y, en vez de refugiarme y protegerme, empezó a atraerme la idea de entrar de lleno en la problemática”. De aquí surgen instalaciones como Until, producida para MASS MoCA, donde la exposición se convierte en un campo abigarrado de 16 000 molinos de viento, 13 cerdos dorados, candelabros, millones de cristales y un cocodrilo, entre otras maravillas. Sus piezas casi siempre surgen del encuentro con uno o varios elementos, que son la clave y que más tarde el artista coloca sobre un cuerpo o un lugar adecuado para empezar a componer, en términos materiales, la obra en la que intervendrán más tarde cuestiones formales y estéticas, experiencias y casualidades.

Soundsuit. 2012. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Soundsuit. 2012. Jack Shainman Gallery
A·mal·gam. 2021. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
A·mal·gam. 2021. Jack Shainman Gallery

Extraordinarios objetos de desecho

Cualquier proceso creativo supone un medio para comprender el entorno en el que surge. Hoy, es obvio que vivimos en la abundancia y en el desecho, y Cave ha encontrado en ese excedente y su reciclaje un sistema de comunicación. A través de ellos establece atmósferas líquidas, multiculturales, difíciles de identificar y que sirven de puente. “Cuando vamos a un museo de ciencias naturales miramos las cosas y sabemos que son preciosas, importantes, pero estas solo funcionan de ese modo en culturas particulares y en su día a día, por lo que su significado es cambiante”.

Arm Peace. 2018. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Arm Peace. 2018. ©Jack Shainman Gallery
Arm Peace. 2018. Nick Cave Visual Artist. Jack Shainman Gallery
Arm Peace. 2018. Jack Shainman Gallery

La producción de Nick Cave puede verse en galerías y museos de todo el mundo, como el Smithsonian American Art, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Trapholt de Dinamarca o el Museo de Arte de Seattle, entre otros. Ha participado en multitud de acciones que implican a colectivos, estudiantes, asociaciones y comunidades enteras, y lidera su propio proyecto de ayudas y mecenazgo a jóvenes artistas. Con su trabajo busca contribuir a la generación de espacios seguros donde tratar temas extremadamente difíciles y traumáticos. Espacios que, como sus trajes —que él mismo tacha de “objetos oscuros”—, se ubican en la penumbra y se alimentan de la esperanza sin renegar de la tiniebla que supone hacer honor a la memoria y a las pequeñas historias. Cave nos invita a reconstruirlo todo, a resignificar un sistema de valores casi siempre cruel y a mirar desde el ángulo incorrecto para convertir lo extraordinario en cotidiano (y viceversa). |

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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